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Desde lejos se divisaba un gran balón multicolor que iba tomando altura. La emoción se apoderó de decenas de niños y niñas que esperaban que el piloto neozelandés Andrew Parker hiciera lo suyo en las artes del fuego y el aire caliente, para por fin terminar de inflar esa aeronave no propulsada y surcar los cielos de parte del departamento de Cordillera.
Con la inscripción “Dream big. flyinghighforkids.com”, el coloso se abría paso en la fría tarde de junio, en la que la niebla y llovizna no lograron empañar (demasiado) el espectáculo propuesto por Parker, quien partió su travesía desde la pista del Club de Vuelo Deportivo Yvytú de la ciudad de San Bernardino.
¿Por qué?
Andrew usó su artefacto volador –cuyos orígenes datan del siglo XVIII– para llevar adelante su propio sueño e incentivar a soñar a otros niños de que lo que uno desea puede ser posible si lucha por ello y deposita todo su esfuerzo y energía por lograrlo.
Es así que emulando a los inventores Bartolomeu de Gusmão y los hermanos Joseph y Jacques Montgolfier, Parker encontró en el balón de aire caliente una forma de hacer causa a nivel mundial con su proyecto Flying High For Kids World Balloon (Volando alto por los niños del mundo). Su iniciativa, apoyada por Unicef, consiste en recorrer el mundo para hacer llegar a los niños el mensaje de esperanza y que ellos pueden alcanzar sus sueños.
A la partida del vuelo simbólico asistieron niños de la localidad, y vieron volar al piloto junto con el pequeño Álvaro Joaquín Alfonzo. Ambos partieron del club de vuelo, recorrieron por los cielos hasta llegar al Club 16 de Agosto de la compañía Pedrozo, de la ciudad de Ypacaraí. En su recorrido, el globo causó gran sensación. A su paso por la escuela Rosa C. Ventre, los niños, asombrados, salieron a saludar y, posteriormente, fueron a conocer a Parker.
Desde el 2013
Parker cuenta que el proyecto fue lanzado en el 2013, y es apoyado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). La meta es llegar a 100 países este año. La temática es que los niños vean que pueden alcanzar sus sueños, ya que volar por los cielos tiene un simbolismo. El acercarse a un artefacto como ese –que no se observa frecuentemente en el Paraguay– y ver el proceso es una metáfora que puede ser aplicada a la vida. Planificar, preparar, trabajar, elevar el globo y, finalmente, disfrutar de la travesía es una analogía de lo que se hace en la vida para alcanzar las metas. Pero, ante todo, se requiere trabajo y determinación. “Se emprende el viaje en un lugar y paramos donde nos lleve el viento”, dijo Parker.
Además, refiere el neozelandés, otro objetivo es fomentar el debate sobre los derechos de los niños en todo el mundo, involucrar a los pequeños en el intercambio cultural y la comprensión a través del intercambio internacional de tarjetas postales. Lo primordial de esta iniciativa es incentivar a los niños a seguir sus sueños y cumplirlos, como también brindar la oportunidad a quienes no han visto volar un globo aerostático y, a la vez, brindar alegría.
Sobre el piloto
En su blog, Andrew se describe como un piloto comercial de globo de aire caliente nacido en Hamilton, Nueva Zelanda. Ha tenido interés en los globos desde que tenía seis años, a los 13 se unió al club local de globos aerostáticos y comenzó a volar tres años después. A los 19 obtuvo su licencia de piloto de globo comercial cuando vivía en Australia. Posteriormente, viajó a Europa para volar, antes de comprar un negocio de globos propio a los 20. Durante los siguientes seis años, pasó un tiempo entre Nueva Zelanda y Europa. Andrew luego vendió el negocio para perseguir desafíos más grandes y pasó los últimos años volando e investigando negocios con globos en Rusia, Brasil, Francia y Turquía. Ha visitado 38 países hasta ahora y vivido en Europa, Australia, Brasil, Rusia y Turquía por períodos de tiempo variables.
Fotos: ABC Color/Marta Escurra/Silvio Rojas/Patricia Meza.