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Su valioso acervo cultural es un deleite para los sentidos.Entre la inspiración y la mística. Recorrer las salas del nuevo Museo de Arte Sacro de la Fundación Nicolás Darío Latourrette Bó es transportarse al pasado y a otra dimensión. El arte es el alimento del espíritu y aquí se sienten sus efectos. Todas las imágenes llaman la atención, sea por su tamaño o por la calidad de la pieza, pero algunas no pueden pasar desapercibidas y requieren de una mayor contemplación del visitante.
Al pasar el umbral de la primera sala aparece, majestuoso entre la jerarquía angélica, un enorme San Rafael. Lo rodean varias tallas de San Miguel Arcángel. Los pasos avanzan hacia un Cristo de la Paciencia, hermoso e increíblemente bello. No podría describirse como una belleza rara, pero sí muy expresiva. Luce un rostro de resignación asombrosa que nos pone la piel de gallina. Es el Cristo que fue abandonado por sus amigos, por toda la gente y ahora está resignado pero triste, porque así tenía que ser...
En la sala dedicada a los santos, resalta San Pedro de las Lágrimas, un hombre arrepentido por haber negado a Cristo antes de que cantara el gallo. Es la imagen tallada por el mismo hermano José Brazzanelli para que sirviera de modelo a sus alumnos. Una de esas esculturas hecha a imagen y semejanza de ésta, posiblemente con la intervención de Brazzanelli, se conserva en el Museo de Santa María de Fe. Se desconoce si habría otras.
El paseo obligatorio lleva al Retablo, la réplica del altar, una conjunción entre la moderna técnica del ploteo, pero con un diseño antiguo que recrea un altar barroco, donde se exhiben figuras que usualmente se encuentran en las iglesias.
La última sala es la dedicada a la madre de Dios con diferentes representaciones de la Virgen María. Desde una mestiza hasta una totalmente europea. En una de las esquinas resalta la talla sin pintar de una Tupãsy paraguaya, una "estatua horcón", que se hacía en un solo tronco y con unos angelitos en la base.
Pero no todo es sacro en este museo digno de las galerías del primer mundo. Una muestra de ello es el "Espinario", que es un motivo profano. "Si no tuviera grabado en la espalda JHS, no sé qué significado tendría. Pero al tener ese emblema, estimamos que se trata de Jesús, niño, sacándose una espina del pie", explica Nicolás Latourrette.
Estas son solo algunas piezas del centenar de esculturas, perfectamente clasificadas y catalogadas para la exposición permanente, que permiten una mayor comprensión del arte sacro paraguayo y su evolución a partir del barroco europeo importado por jesuitas y franciscanos. Todas son tallas religiosas paraguayas de los siglos XVII y XVIII de incalculable valor artístico e histórico.
Desde su habilitación, en los días previos a la Semana Santa, el Museo de Arte Sacro ya ha recibido más de 2.500 visitantes y se ha convertido en un nuevo foco cultural. El museo ofrece espacio para conferencias, exposiciones temporales y transitorias, terraza para eventos y está reorganizando su cafetería y librería.
Ah, en la tienda de merchandising no faltan reproducciones de la mascota del museo: "Gonzalo", un labrador cuya escultura en bronce, tamaño natural, hecha por el artista Gustavo Beckelman domina la plazoleta de eventos. Al otro lado, una bañera de Madame Lynch, donada por don Pedro Zuccolillo, hijo de los anteriores ocupantes de la casa.
"La decisión de abrir sábados y domingos ha sido un gran acierto. De hecho, así lo hacen los grandes museos del mundo, que también cierran los lunes para el descanso de la gente y los trabajos de mantenimiento", explica Latourrette. Esto rompe el mito de que los paraguayos no acuden a los museos los fines de semana. "Aquí se comprueba que no es así", sostiene.
El sistema de seguridad del museo, a cargo de la empresa SIT, es bastante revolucionario y se custodia cada una de las piezas expuestas. "Podemos ver lo que pasa en todo el museo, desde mi oficina, mi casa o desde cualquier parte del mundo, a través de un monitor".
El museo ya ha obtenido varios logros, como la declaración de "interés municipal", "interés cultural" e "interés turístico". También ha sido reconocido por entidades que luchan por las personas de capacidades diferentes por el sistema de rampas que les ofrece y la atención que reciben.
El contacto visual es importante y prioritario, lo que reconforta al visitante. La filosofía es no encerrar las imágenes en un cubículo de cristal, salvo algunas, aunque son las menos.
El Museo de Arte Sacro es mucho más que una galería donde se expone una colección permanente. Es más abarcante y se constituye en un verdadero punto de encuentro cultural.
El hecho de que esté emplazado en pleno centro histórico de Asunción es una gran ventaja. Y como menciona el mecenas Nicolás Latourrette: "Si estamos pensando en revitalizar Asunción y su centro histórico, acá hay una palada inicial".
Claves
Museo de Arte Sacro. Ubicación: Villa Lina, Manuel Domínguez esq. Paraguarí. Teléfono 449-439. Abierto de martes a domingos de 9:00 a 18:00. Entradas gratuitas para los paraguayos. Más información: http://www.museodeartesacro.com
Señorial Villa Lina
Los pórticos de la señorial vivienda que alberga el Museo de Arte Sacro llevan la inscripción de "Villa Lina". Memora a sus ocupantes por más de 80 años: doña Carolina Giudice Girenghelli (1896-1983) y su marido, don Pedro Zuccolillo Abonddande (1893-1987), quien quiso regalar a su esposa la casa y la bautizó apocopando su nombre en las placas de mármol. Ambos, de origen italiano, decidieron afincarse en Paraguay para hacer patria. Emigraron a Sudamérica hacia 1910 y se establecieron primero en la provincia argentina de San Luis. Los entonces jóvenes Pedro y Carolina contrajeron nupcias el 17 de abril de 1915 y al año siguiente se instalaron en Asunción. La villa italianizante, propia de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, habría sido diseñada por el arquitecto italiano Alejandro Ravizza. Fue adquirida por los Zuccolillo-Girenghelli en 1926. Al parecer, anteriormente allí estaba la escuela Sanson Cué.
La villa corona la cima del Cerrito Antequera, llamada también Colina de Sanson, una de las siete que tiene Asunción. Es un punto estratégico desde donde se divisaba gran parte de la ciudad. Por eso, fue sitio de emplazamiento de cañones en tiempos de revoluciones hasta que en 1928 se inauguró allí la Escalinata de Antequera por el intendente Miguel Angel Alfaro.
La Fundación Nicolás Darío Latourrette Bó la adquirió en el 2008 y la restauró para el museo. Con su revitalización se fusiona el pasado y el futuro de la capital del país, en un momento clave de la historia nacional, 200 años de independencia.
Nueve musas
¿Qué es un museo? La palabra museo proviene del latín museum, lugar de las nueve musas, las deidades que inspiraban a los artistas. Su génesis está en atesorar una colección de objetos con fines pedagógicos, estéticos o culturales. En la Antigüedad cumplían esa función los templos donde se guardaban objetos de culto u ofrendas que, de vez en cuando, se exhibían al público. Lo mismo pasaba en Grecia y Roma con las familias que coleccionaban obras de arte, que los tenían en sus casas, patios o jardines. Pero los museos, como los conocemos hoy, se remontan a la Ilustración europea del siglo XVIII. En la actualidad, son centros que conservan, restauran, investigan y valorizan el patrimonio cultural.
Al pasar el umbral de la primera sala aparece, majestuoso entre la jerarquía angélica, un enorme San Rafael. Lo rodean varias tallas de San Miguel Arcángel. Los pasos avanzan hacia un Cristo de la Paciencia, hermoso e increíblemente bello. No podría describirse como una belleza rara, pero sí muy expresiva. Luce un rostro de resignación asombrosa que nos pone la piel de gallina. Es el Cristo que fue abandonado por sus amigos, por toda la gente y ahora está resignado pero triste, porque así tenía que ser...
En la sala dedicada a los santos, resalta San Pedro de las Lágrimas, un hombre arrepentido por haber negado a Cristo antes de que cantara el gallo. Es la imagen tallada por el mismo hermano José Brazzanelli para que sirviera de modelo a sus alumnos. Una de esas esculturas hecha a imagen y semejanza de ésta, posiblemente con la intervención de Brazzanelli, se conserva en el Museo de Santa María de Fe. Se desconoce si habría otras.
El paseo obligatorio lleva al Retablo, la réplica del altar, una conjunción entre la moderna técnica del ploteo, pero con un diseño antiguo que recrea un altar barroco, donde se exhiben figuras que usualmente se encuentran en las iglesias.
La última sala es la dedicada a la madre de Dios con diferentes representaciones de la Virgen María. Desde una mestiza hasta una totalmente europea. En una de las esquinas resalta la talla sin pintar de una Tupãsy paraguaya, una "estatua horcón", que se hacía en un solo tronco y con unos angelitos en la base.
Pero no todo es sacro en este museo digno de las galerías del primer mundo. Una muestra de ello es el "Espinario", que es un motivo profano. "Si no tuviera grabado en la espalda JHS, no sé qué significado tendría. Pero al tener ese emblema, estimamos que se trata de Jesús, niño, sacándose una espina del pie", explica Nicolás Latourrette.
Estas son solo algunas piezas del centenar de esculturas, perfectamente clasificadas y catalogadas para la exposición permanente, que permiten una mayor comprensión del arte sacro paraguayo y su evolución a partir del barroco europeo importado por jesuitas y franciscanos. Todas son tallas religiosas paraguayas de los siglos XVII y XVIII de incalculable valor artístico e histórico.
Desde su habilitación, en los días previos a la Semana Santa, el Museo de Arte Sacro ya ha recibido más de 2.500 visitantes y se ha convertido en un nuevo foco cultural. El museo ofrece espacio para conferencias, exposiciones temporales y transitorias, terraza para eventos y está reorganizando su cafetería y librería.
Ah, en la tienda de merchandising no faltan reproducciones de la mascota del museo: "Gonzalo", un labrador cuya escultura en bronce, tamaño natural, hecha por el artista Gustavo Beckelman domina la plazoleta de eventos. Al otro lado, una bañera de Madame Lynch, donada por don Pedro Zuccolillo, hijo de los anteriores ocupantes de la casa.
"La decisión de abrir sábados y domingos ha sido un gran acierto. De hecho, así lo hacen los grandes museos del mundo, que también cierran los lunes para el descanso de la gente y los trabajos de mantenimiento", explica Latourrette. Esto rompe el mito de que los paraguayos no acuden a los museos los fines de semana. "Aquí se comprueba que no es así", sostiene.
El sistema de seguridad del museo, a cargo de la empresa SIT, es bastante revolucionario y se custodia cada una de las piezas expuestas. "Podemos ver lo que pasa en todo el museo, desde mi oficina, mi casa o desde cualquier parte del mundo, a través de un monitor".
El museo ya ha obtenido varios logros, como la declaración de "interés municipal", "interés cultural" e "interés turístico". También ha sido reconocido por entidades que luchan por las personas de capacidades diferentes por el sistema de rampas que les ofrece y la atención que reciben.
El contacto visual es importante y prioritario, lo que reconforta al visitante. La filosofía es no encerrar las imágenes en un cubículo de cristal, salvo algunas, aunque son las menos.
El Museo de Arte Sacro es mucho más que una galería donde se expone una colección permanente. Es más abarcante y se constituye en un verdadero punto de encuentro cultural.
El hecho de que esté emplazado en pleno centro histórico de Asunción es una gran ventaja. Y como menciona el mecenas Nicolás Latourrette: "Si estamos pensando en revitalizar Asunción y su centro histórico, acá hay una palada inicial".
Claves
Museo de Arte Sacro. Ubicación: Villa Lina, Manuel Domínguez esq. Paraguarí. Teléfono 449-439. Abierto de martes a domingos de 9:00 a 18:00. Entradas gratuitas para los paraguayos. Más información: http://www.museodeartesacro.com
Señorial Villa Lina
Los pórticos de la señorial vivienda que alberga el Museo de Arte Sacro llevan la inscripción de "Villa Lina". Memora a sus ocupantes por más de 80 años: doña Carolina Giudice Girenghelli (1896-1983) y su marido, don Pedro Zuccolillo Abonddande (1893-1987), quien quiso regalar a su esposa la casa y la bautizó apocopando su nombre en las placas de mármol. Ambos, de origen italiano, decidieron afincarse en Paraguay para hacer patria. Emigraron a Sudamérica hacia 1910 y se establecieron primero en la provincia argentina de San Luis. Los entonces jóvenes Pedro y Carolina contrajeron nupcias el 17 de abril de 1915 y al año siguiente se instalaron en Asunción. La villa italianizante, propia de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, habría sido diseñada por el arquitecto italiano Alejandro Ravizza. Fue adquirida por los Zuccolillo-Girenghelli en 1926. Al parecer, anteriormente allí estaba la escuela Sanson Cué.
La villa corona la cima del Cerrito Antequera, llamada también Colina de Sanson, una de las siete que tiene Asunción. Es un punto estratégico desde donde se divisaba gran parte de la ciudad. Por eso, fue sitio de emplazamiento de cañones en tiempos de revoluciones hasta que en 1928 se inauguró allí la Escalinata de Antequera por el intendente Miguel Angel Alfaro.
La Fundación Nicolás Darío Latourrette Bó la adquirió en el 2008 y la restauró para el museo. Con su revitalización se fusiona el pasado y el futuro de la capital del país, en un momento clave de la historia nacional, 200 años de independencia.
Nueve musas
¿Qué es un museo? La palabra museo proviene del latín museum, lugar de las nueve musas, las deidades que inspiraban a los artistas. Su génesis está en atesorar una colección de objetos con fines pedagógicos, estéticos o culturales. En la Antigüedad cumplían esa función los templos donde se guardaban objetos de culto u ofrendas que, de vez en cuando, se exhibían al público. Lo mismo pasaba en Grecia y Roma con las familias que coleccionaban obras de arte, que los tenían en sus casas, patios o jardines. Pero los museos, como los conocemos hoy, se remontan a la Ilustración europea del siglo XVIII. En la actualidad, son centros que conservan, restauran, investigan y valorizan el patrimonio cultural.