Amistad y genes

Las personas tendemos a forjar amistades dentro de nuestra red social con quienes comparten determinados componentes genéticos, según una reciente investigación de la Universidad de California.

"Es parentesco sin sangre una amistad verdadera", afirmó el dramaturgo y poeta español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Sin saberlo, el autor de El alcalde de Zalamea se estaba aproximando a una verdad científica, porque al parecer el factor genético juega un papel determinante entre los amigos, al igual que ocurre entre los integrantes de una misma familia.

Se sabe que los genes —estructuras moleculares que almacenan la información biológica de una persona y la transmiten a sus descendientes— relacionan a los parientes de una familia, pero, ahora, investigadores de la Universidad de California en La Jolla (San Diego, Estados Unidos), han descubierto que también podrían fomentar una vinculación entre los amigos.

Los investigadores americanos, liderados por el doctor James Fowler, han encontrado que la amistad posee un componente genético al analizar la interconexión entre los genes y las relaciones humanas, basándose en la información de dos grandes estudios médicos que se realizan en EE.UU.

Se trata del Estudio Framingham del Corazón y del Estudio Nacional Longitudinal de Salud Adolescente, dos reconocidas investigaciones, que se efectúan en este país desde hace varias décadas, las cuales contienen tanto datos genéticos como información sobre los amigos de los participantes.

Para realizar su propio estudio, cuyas conclusiones se han publicado en la revista Proceedings, de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS, por sus siglas e inglés) de Estados Unidos, los investigadores han utilizado ‘marcadores genéticos’, es decir, partes de la información genética (genes o fragmentos sin función conocida) con una ubicación física identificable y que pueden ser rastreados en distintas personas.

Los investigadores se concentraron en una serie de marcadores genéticos, seis genes en concreto, cuya presencia fue rastreada entre los integrantes pertenecientes a la red social de un individuo, y encontraron que las personas tienden a forjar amistades con gente con la que comparten dos de los seis marcadores genéticos analizados.

En su investigación, los científicos de la USCD tomaron en cuenta diversos factores como la etnia, ascendencia común y género de las personas, y aun así obtuvieron los mismos resultados, los cuales persistieron incluso después de tener en cuenta la tendencia de las personas a cosechar amistades entre personas de su misma área geográfica.

Los científicos encontraron que los individuos que portan el marcador DRD2 tienden a ser amigos de otras personas portadoras de este mismo DRD2; en tanto que aquellos que carecen de este gen, tienden a tener amigos que tampoco portan este marcador.

Asimismo, comprobaron que aquellos que portan el denominado CYP2A6, que se ha asociado con una personalidad abierta o extrovertida, tienden a hacer amigos entre otros individuos que tienen una variante de ese mismo gen, pero que se halla asociada a un carácter introvertido.

Cuando los genes son compatibles

Otra relación complementaria o compatible, similar a la anterior, se detectó entre aquellas personas predispuestas genéticamente para ser líderes, y aquellos cuya dotación genética está asociada con la predisposición a seguir a otras personas. Ambos grupos, líderes y seguidores, hacen "buenas migas" entre ellos.

Para los investigadores, los resultados de su estudio sugieren que los genes dan forma de alguna manera al ambiente social, lo que a su vez podría afectar la conducta humana.

Según el profesor James Fowler, director del estudio, se han encontrado patrones genéticos similares entre parejas, y también en personas que evitan tener una potencial relación.

Por ejemplo, se ha descubierto que las personas que tienen el gen CYP2A6, que al parecer juega un papel en el metabolismo de sustancias ajenas al organismo, como la nicotina, tienden a no acercarse entre ellos, curiosamente no a hacerse amigos. Este fenómeno podría ser un mecanismo de defensa del propio organismo, según los expertos.

Para el profesor Fowler, los genes pueden explicar el motivo de que, a menudo y de forma instintiva, nos agradan o desagradan determinadas personas o personas que acabamos de conocer. Esa sensación que tenemos muchas veces de que alguien nos va a caer muy bien o muy mal".

Los investigadores de la USCD creen que hacer amistades con gente con patrones genéticos similares podría ser beneficioso en términos evolutivos.

Pero los trabajos del doctor Fowler, experto en el campo de las redes sociales y en las bases genéticas del comportamiento humano, no son los únicos que exploran los posibles vínculos entre biología y la amistad humanas.

Otro estudio efectuado por científicos de la Universidad de Harvard (HU, por sus siglas en inglés) situada en Cambridge, Massachussets (EE.UU.), ha encontrado que nuestros cerebros son más sensibles a los amigos que a los desconocidos, incluso si estos últimos tienen más cosas en común con nosotros que las personas con las que mantenemos una relación de amistad.

Los investigadores de la HU examinaron una región del cerebro de la que se sabe que se halla relacionada con el procesamiento de la información social y estudiaron cómo la corteza prefrontal media y otras regiones del cerebro asociadas, procesan ciertas situaciones sociales, constatando que la actividad de esas áreas cerebrales aumentan cuando la gente contesta a preguntas sobre sus amigos.

En cambio, cuando a los participantes del estudio se les preguntó sobre gente semidesconocida, con la que sin embargo comparten intereses, no se detectaron diferencias en la respuesta cerebral.

Según sus autores, los resultados del estudio sugieren que las alianzas sociales pesan más que los intereses compartidos, y que la cercanía social es más importante que las creencias compartidas cuando estamos evaluando a otras personas.  

Para el doctor James Fowler, director de la investigación, ‘los genes pueden explicar el motivo de que, a menudo y de forma instintiva, nos agrada o desagrada determinada persona que acabamos de conocer’.

Otro estudio. La Universidad de Harvard, de Cambridge, Massachussets (EE.UU.), ha encontrado que nuestros cerebros son más sensibles a los amigos que a los desconocidos, incluso si estos últimos tienen más cosas en común con nosotros que aquellos con quienes mantenemos una relación de amistad.

Por Omar Segura - EFE/Reportajes
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