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El fútbol que transformó una vida
El que es bueno con la pelota y tiene la posibilidad de demostrarlo experimenta una transformación total, como Ángel Cardozo Lucena, que tiene un presente de ensueño. Tiene los pies en la tierra, porque antes de preferir un buen automóvil tuneado, anhela poder construir una casa para su madre.
“Soy de Santa Rosa, Misiones. Me inicié en el (club) 19 de Marzo, de San Ignacio; después pasé al 31 de Julio, de ahí vine a la Selección Sub-15. Luego pasé a Libertad y después a Rubio Ñu”, dice a modo de presentación este chico de 18 años.
“Luché mucho. Vine solo a Asunción. Como cada jugador, hay que sacrificarse como se dice y, bueno, ahora estoy disfrutando de ese sacrificio. Estar aquí en la Selección no tiene precio. Ahora, a disfrutar y lo que me toque jugar, a aprovechar al máximo”, revela este chico que no se olvida de la gente que lo ayudó en su recorrido, como el doctor Agustín Chaparro, “que es como un padre para mí, que me ayudó mucho, al igual que Carlos Guirland. Vine a la capital con toda la ilusión de jugar en Primera y se me dio; estoy jugando en Rubio Ñu y estoy muy feliz por eso”.
De los primeros tiempos en la capital, cuando tenía 14 años recuerda que jugando en el club Libertad le daban viático, comida y le pagaban los estudios. Pese a ello, reconoce que al principio le costó adaptarse a otra vida, ya que nunca antes se había desprendido de su familia, que le enseñó el valor del trabajo.
“De chiquito hacía de todo en casa; ayudaba a llevar a las vacas, a darles de comer a los chanchos, y todo eso. Mi abuelo tenía animales y yo ayudaba. Son muy lindos recuerdos. Pero ahora la ayuda es diferente, porque yo con mi trabajo de futbolista ya aporto también a la familia, y lo primero que pienso hacer es construirle una casa a mi mamá, Elisa”, comenta, sin olvidar a su padre, Carlos.
De gustos sencillos, Lucena se declara fanático de la milanesa con jugo de naranja y del cantante Mario Luis, “un argentino que canta música romántica y algunas rítmicas también”, cuenta el joven nacido el 19 de octubre de 1994.
A Turquía, con la “mascota”
Sus compañeros le dicen la “mascota”, por ser el más pequeño del grupo, pero al registrar ante Ecuador el gol de la clasificación al Mundial Juvenil de la FIFA, Turquía 2013, Juan Marcelo Villamayor Cañete (nacido el 29 de marzo de 1994) se transformó en un gigante. El joven luqueño, que juega en Libertad, tenía una espina clavada que se la sacó con su gran anotación.
El pequeño de 1,60 m de estatura fue elegido mejor futbolista y fue el goleador del torneo de las Divisiones Inferiores del año pasado, actuando por el “Guma”. Se adjudicó por partida doble el premio ABC Joven 2012 y, como no pudo acudir al acto de entrega de premios, su orgullosa madre (Patricia Raquel Cañete de Villamayor) acudió a nuestro diario para retirar los dos trofeos.
Juan quería jugar, ya no soportaba “calentar” banco durante mucho tiempo. Un día antes le dijo en son de broma a un dirigente: “Decilena al profe para que me ponga”, porque el chico tenía ganas de tomarse revancha, ya que en la fase regular frente a Chile una pelota que perdió terminó en el gol de la victoria trasandina (3-2).
El domingo anterior, Villamayor se relamía por jugar, hacía a “toda bala” su entrada en calor con sus demás compañeros alternos, esperando un llamado de Víctor Genes, el entrenador de la Sub-20. Cuando esto se produjo, el ofensivo se acercó sonriente y su estratega le dijo: “No entres a hacer macana”, por lo que Juancito le mencionó: “Esta vez voy a marcar un gol”. Y cumplió; lo primero que hizo fue buscar una cámara para expresar su alegría a su mamá y dedicarle la conquista.
Para Villamayor, el 2012 fue un año fantástico. “Fui goleador del campeonato, marcando 23 goles para la Sub-18 de Libertad y tres en la Reserva”, dice este chico que asegura que su característica es “pegarle al arco; tengo un buen manejo del balón, que me sirve mucho. Soy mediapunta. Me inicié en la escuela de fútbol de Libertad y ojalá pueda debutar en la Primera allí”.
Toto es de Luque, vive en el barrio Las Palmeras, cerca de la Conmebol y, además de entrenar duro para llegar alguna vez a la Selección de fútbol de mayores, se dedica a los estudios; acaba de terminar el colegio y pone el ojo en las aulas de la universidad: “Quiero seguir Ciencias del Deporte”. Se declara fanático de la cumbia y que en este momento sus ídolos son Ocho Corazones, Nene Malo y también Bronco, “pero no tengo problemas con la música, escucho de todo”, finaliza.
“Luché mucho. Vine solo a Asunción. Hay que sacrificarse y estoy empezando a disfrutar de ese sacrificio. Estar en la Selección no tiene precio”, Ángel Cardozo Lucena.
vmiranda@abc.com.py