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Empezó viendo videos en YouTube, tenía cuatro años y una inteligencia ya desde entonces notoria que lo llevó a notar que todos sus cantantes favoritos tenían un grupo de bailarines detrás. Desde entonces ronda en su cabeza la idea de integrar alguno de esos elencos. “Empecé a bailar hip hop a los cuatro años y a los cinco comencé con danza argentina”.
A pesar de su corta edad, Tobías, quien cursa el sexto grado en la escuela Hermann Gmeiner, de Luque, conversa como todo un adulto. “Nací en Luque, soy de Luqueño (del club) y vivo en Luque”, dice con el tono pícaro que lo caracteriza. A la entrevista llegó acompañado de su mamá, Claudia Ferreira, pero no es un chico tímido, ya que responde con facilidad y, en minutos, entramos en confianza. Habla del baile con pasión y es muy bromista. “En eso salí a mi papá –Vidal Cristaldo–, quien es el que alegra a la familia; es imposible no reír si él está presente”, dice con orgullo.
Tobías es el menor de todos los clasificados para el certamen HHI (Hip Hop Internacional), que se llevará a cabo en Las Vegas, Estados Unidos, del 8 al 13 de agosto. Es la primera vez que el Paraguay logra clasificar en las tres categorías de la competencia, pero a pesar de ser “la esperanza” del equipo albirrojo, Tobías aún no logra reunir los fondos para viajar. Su hermana, Rebeca (14), integra el equipo juvenil, de manera que su familia debe asumir el coste de G. 30 millones entre ambos.
“La verdad es que no es tan seguro que vaya. Ahora, las autoridades no apoyan mucho la cultura, lastimosamente. Todos los bailarines venimos de familias que no tienen muchos recursos; entonces, hicimos muchísimas actividades para juntar dinero, pero no pudimos llegar aún a la meta. Al concurso va a ir mucha gente de Europa; en cambio, la representación de Latinoamérica va a ser menor. Específicamente, el Paraguay todavía tiene en duda su participación, porque no se puede costear”, explica.
En sus inicios, Tobías –sin ayuda de ningún coreógrafo– se presentaba en festivales del colegio y otras competencias, enfrentándose a otros bailarines profesionales o que, al menos, recibían algún respaldo técnico. En uno de esos certámenes lo vio Alba Matiauda, directora de la academia Cascanueces, quien le otorgó una beca que hasta ahora utiliza.
“Esto, la verdad, no es todo joda. A nosotros nos gusta el baile, pero también implica mucha disciplina y compromiso. En la escuela, por ejemplo, no tengo los mejores promedios. Sé que tengo que elevar mis notas, aunque mis padres no me exijan en ese sentido, pero, a veces, pido liberarme un poco de todas mis actividades –también soy boy scout– para poder dedicarme más al estudio. Sin embargo, todo lo que hago me apasiona”.
“En la danza –dice Tobías– lo que más me gusta es la clásica. Antes no me gustaba porque hay muchos prejuicios, pero le digo a esa gente que la danza clásica es una forma de vida y hay que entenderla. Yo, por ejemplo, después de ensayar, me voy a jugar fútbol. Puedo disfrutar de todo y hacer amigos en todas partes”.
En medio de todas sus ocupaciones, Tobías también hace actividades para ayudar a sus padres con los gastos de las competencias. Claudia, su madre, explica que “si dependiera de él, haría mil cosas más. Es admirable la fuerza que tiene y su voluntad. Lastimosamente, no podemos ayudarle más porque no somos una familia adinerada. Él, en su poco tiempo libre, hace comidas para vender o jugos, y junta su platita. Respecto al viaje a los Estados Unidos, le explicamos desde el principio y él nos comprende, pero sigue con la fe de que aparecerá alguien que nos dé el último empujón”.
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