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Odolia Storni viene del siglo XX. Nació el 22 de octubre de 1911. Tiene cien años de lucidez. No posee descendencia, pero vive rodeada del cariño de sus familiares cercanos. Es una de las últimas de los Storni en Paraguay, línea directa de la poetisa y escritora argentina del modernismo Alfonsina Storni Martignoni.
Llegamos a la casa de Odolia una calurosa tarde. Estaba sentada en una reposera con un holgado "camisero". Ni bien ingresamos a la sala, Odolia se levantó para saludarnos. "Hola, ¿cómo están? ¡Mucho gusto!", exclama. "¡Qué guapo! ¡Qué alto! Yo a tu lado soy una enana, mi hijo", le dice a nuestro productor, generando un ambiente de risa e intercambios de pareceres y halagos con el equipo de ABC Revista.
En la casa estaban José Silva Storni, sobrino; su esposa, Ercilia Appleyard, y Esperanza Silva Storni, esta última también sobrina, quien vive con la tía Lula. Es así como la llaman cariñosamente. Allí, rodeada de sus familiares, nos iba contando sobre su vida, a veces con la ayuda de estos y con el ingrediente de la emoción.
En ese ambiente, nos enteramos que Odolia Storni Castro viene del siglo XX. Nació el 22 de octubre de 1911. Toda su infancia la pasó en el Asilo Nacional. "Desde los siete años, sobre la calle Venezuela", cuenta a viva voz. "¿Cómo le decían antes?", le pregunta don José Silva. "Nda che manduai", le responde Odolia, aunque al minuto se retracta y corrige: "Valle Luna se llamaba la calle".
Allí pasó su infancia con las Hermanas Vicentinas, porque su papá, José Palo Storni, "era viajero, marinero". "Fui muy feliz, me trataban muy bien; jugaba al ludo, aprendí los oficios para mi vida de hoy en día", confiesa. Esas ocupaciones estaban relacionadas con la costura, la dactilografía, los bordados. Fue en la Revolución del 47 que puso en práctica sus conocimientos de corte y confección. "Hacíamos mosquiteros y vendas para los heridos. El asilo se convirtió en un hospital de sangre, adonde llegaban los heridos. Es por eso que teníamos que confeccionar las vendas y los mosquiteros; tenían que ser perfectos ni una costura demás, todo bien hecho".
Después de la revolución, trabajó en la Junta de Aprovisionamiento, como secretaria, haciendo uso de sus conocimientos de dactilografía. Trata de recordar el nombre de su jefe, pero "con la edad ya se me van las cosas", expresa abriendo los brazos. "Su jefe era don Waldino Ramón Lovera, papá de su médico", aporta don José Silva.
Odolia viene de una familia de cinco hermanos: cuatro mujeres y un varón. Elisa, Fabiana, Alejandra y Pablo. Todos casados y con hijos. Ella es la última y quedó soltera. "No quise casarme", dice determinante. "Mejor vivir sola que mal acompañada", agrega con fuerza. "¿Los caballeros de antes no supieron robarle el corazón?", le decimos. "No lo sé, porque yo no he probado a los de antes", exclama con la entonación que la caracteriza. "A mí, lo que me interesa es mi hija Esperanza. Ella es mi hija postiza, porque yo soy soltera sin compromiso, de nadie".
Reunida la familia Storni, no podíamos dejar de hablar del parentesco que la une con la poetisa y escritora argentina del modernismo Alfonsina Storni Martignoni. "¿Qué sabés de ella o qué te contaron?". Su respuesta, directa y sin tapujos, fue: "Nada. Yo soy tan no sé cómo se dice... pues poco me interesa. No sé nada de ella", expresa con una entonación mexicana. "Tan sincera", le ayudamos, y ríe. "Pasa que ve muchas telenovelas mexicanas", nos sopla Esperanza, sobrina e "hija postiza" de Odolia, justificando su tono al hablar.
Los familiares presentes se refieren a este linaje y mencionan que, efectivamente, los documentos conducen a la poetisa. "Tomamos contacto con unos parientes en la Argentina y, conversando e investigando, llegamos a esta conclusión. Desde luego que nos llena de orgullo saber que formamos parte de una de las voces más relevantes del modernismo español. Alfonsina Storni está considerada como una de las voces femeninas más potentes de la poesía en lengua española de las primeras décadas del siglo XX. La fuerza de su voz y la cadencia de sus versos, que pueden ser grito de protesta, canto a la vida, amor a la naturaleza o reivindicación del derecho de la mujer a convertirse en sujeto del deseo, en una tentativa de conquistar la libertad para decidir su destino, definitivamente superan la leyenda del suicidio. Sin duda, nos llena de orgullo saber que forma parte de nuestro árbol genealógico", expresa don José.
Agradecida con la vida por tantos años, la simpática, aunque temperamental y sincera Odolia nos cuenta su secreto para mantenerse en pie tantos años: la leche de cabra que tomaba de chiquita en el barrio Cachinga, en las inmediaciones del Hospital de Clínicas, donde pasó los primeros siete años de su vida, hasta que fue al Asilo Nacional. "Kavara kamby, como se decía antes, upeante jau; creo que es eso, no lo sé", afirma. A esa dieta le agrega locro, poroto, fideo, arroz. "Gracias a Dios, nunca nos faltó nada, hasta hoy día, y gracias a mi hija".
Tiene una jubilación privada de la venta de sus propiedades, que le sirve para vivir holgadamente sin que le falte nada. "Tampoco es de pedir muchas cosas, no es exigente. Además, ella administra su plata, no es porque no queramos, ella prefiere así".
En su reciente cumpleaños, la alegría no faltó, al igual que la música y los agradecimientos por tantos años vividos. "Ella es nuestra mamá, siempre quedábamos a su cuidado; nos educó. Era brava", dice Esperanza. "Supo mantener la unidad familiar", aporta don José. "El ejemplo que recibimos de amor y hogar. Su carácter es fuerte, eso sí, pero mi esposa dice que los Storni somos así", continúa. Esperanza asiente y sonríe. Odolia interrumpe y dice: "Siempre le digo a Dios: Para qué me hiciste llegar hasta esta edad, no quiero quebrantar a nadie, y fíjese que ya llegué a los 100; parece que Dios me castigó". Lo cierto es que llegar a esta edad con la lucidez de Odolia es una bendición. Pasa su vida tranquila viendo "la tele", conversando con Esperanza, reuniéndose con los familiares, a veces arreglando el jardín. Feliz.
Llegamos a la casa de Odolia una calurosa tarde. Estaba sentada en una reposera con un holgado "camisero". Ni bien ingresamos a la sala, Odolia se levantó para saludarnos. "Hola, ¿cómo están? ¡Mucho gusto!", exclama. "¡Qué guapo! ¡Qué alto! Yo a tu lado soy una enana, mi hijo", le dice a nuestro productor, generando un ambiente de risa e intercambios de pareceres y halagos con el equipo de ABC Revista.
En la casa estaban José Silva Storni, sobrino; su esposa, Ercilia Appleyard, y Esperanza Silva Storni, esta última también sobrina, quien vive con la tía Lula. Es así como la llaman cariñosamente. Allí, rodeada de sus familiares, nos iba contando sobre su vida, a veces con la ayuda de estos y con el ingrediente de la emoción.
En ese ambiente, nos enteramos que Odolia Storni Castro viene del siglo XX. Nació el 22 de octubre de 1911. Toda su infancia la pasó en el Asilo Nacional. "Desde los siete años, sobre la calle Venezuela", cuenta a viva voz. "¿Cómo le decían antes?", le pregunta don José Silva. "Nda che manduai", le responde Odolia, aunque al minuto se retracta y corrige: "Valle Luna se llamaba la calle".
Allí pasó su infancia con las Hermanas Vicentinas, porque su papá, José Palo Storni, "era viajero, marinero". "Fui muy feliz, me trataban muy bien; jugaba al ludo, aprendí los oficios para mi vida de hoy en día", confiesa. Esas ocupaciones estaban relacionadas con la costura, la dactilografía, los bordados. Fue en la Revolución del 47 que puso en práctica sus conocimientos de corte y confección. "Hacíamos mosquiteros y vendas para los heridos. El asilo se convirtió en un hospital de sangre, adonde llegaban los heridos. Es por eso que teníamos que confeccionar las vendas y los mosquiteros; tenían que ser perfectos ni una costura demás, todo bien hecho".
Después de la revolución, trabajó en la Junta de Aprovisionamiento, como secretaria, haciendo uso de sus conocimientos de dactilografía. Trata de recordar el nombre de su jefe, pero "con la edad ya se me van las cosas", expresa abriendo los brazos. "Su jefe era don Waldino Ramón Lovera, papá de su médico", aporta don José Silva.
Odolia viene de una familia de cinco hermanos: cuatro mujeres y un varón. Elisa, Fabiana, Alejandra y Pablo. Todos casados y con hijos. Ella es la última y quedó soltera. "No quise casarme", dice determinante. "Mejor vivir sola que mal acompañada", agrega con fuerza. "¿Los caballeros de antes no supieron robarle el corazón?", le decimos. "No lo sé, porque yo no he probado a los de antes", exclama con la entonación que la caracteriza. "A mí, lo que me interesa es mi hija Esperanza. Ella es mi hija postiza, porque yo soy soltera sin compromiso, de nadie".
Reunida la familia Storni, no podíamos dejar de hablar del parentesco que la une con la poetisa y escritora argentina del modernismo Alfonsina Storni Martignoni. "¿Qué sabés de ella o qué te contaron?". Su respuesta, directa y sin tapujos, fue: "Nada. Yo soy tan no sé cómo se dice... pues poco me interesa. No sé nada de ella", expresa con una entonación mexicana. "Tan sincera", le ayudamos, y ríe. "Pasa que ve muchas telenovelas mexicanas", nos sopla Esperanza, sobrina e "hija postiza" de Odolia, justificando su tono al hablar.
Los familiares presentes se refieren a este linaje y mencionan que, efectivamente, los documentos conducen a la poetisa. "Tomamos contacto con unos parientes en la Argentina y, conversando e investigando, llegamos a esta conclusión. Desde luego que nos llena de orgullo saber que formamos parte de una de las voces más relevantes del modernismo español. Alfonsina Storni está considerada como una de las voces femeninas más potentes de la poesía en lengua española de las primeras décadas del siglo XX. La fuerza de su voz y la cadencia de sus versos, que pueden ser grito de protesta, canto a la vida, amor a la naturaleza o reivindicación del derecho de la mujer a convertirse en sujeto del deseo, en una tentativa de conquistar la libertad para decidir su destino, definitivamente superan la leyenda del suicidio. Sin duda, nos llena de orgullo saber que forma parte de nuestro árbol genealógico", expresa don José.
Agradecida con la vida por tantos años, la simpática, aunque temperamental y sincera Odolia nos cuenta su secreto para mantenerse en pie tantos años: la leche de cabra que tomaba de chiquita en el barrio Cachinga, en las inmediaciones del Hospital de Clínicas, donde pasó los primeros siete años de su vida, hasta que fue al Asilo Nacional. "Kavara kamby, como se decía antes, upeante jau; creo que es eso, no lo sé", afirma. A esa dieta le agrega locro, poroto, fideo, arroz. "Gracias a Dios, nunca nos faltó nada, hasta hoy día, y gracias a mi hija".
Tiene una jubilación privada de la venta de sus propiedades, que le sirve para vivir holgadamente sin que le falte nada. "Tampoco es de pedir muchas cosas, no es exigente. Además, ella administra su plata, no es porque no queramos, ella prefiere así".
En su reciente cumpleaños, la alegría no faltó, al igual que la música y los agradecimientos por tantos años vividos. "Ella es nuestra mamá, siempre quedábamos a su cuidado; nos educó. Era brava", dice Esperanza. "Supo mantener la unidad familiar", aporta don José. "El ejemplo que recibimos de amor y hogar. Su carácter es fuerte, eso sí, pero mi esposa dice que los Storni somos así", continúa. Esperanza asiente y sonríe. Odolia interrumpe y dice: "Siempre le digo a Dios: Para qué me hiciste llegar hasta esta edad, no quiero quebrantar a nadie, y fíjese que ya llegué a los 100; parece que Dios me castigó". Lo cierto es que llegar a esta edad con la lucidez de Odolia es una bendición. Pasa su vida tranquila viendo "la tele", conversando con Esperanza, reuniéndose con los familiares, a veces arreglando el jardín. Feliz.