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Hace exactamente 45 años, los astro-nautas Neil Armstrong, Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins (que no descendió porque pilotaba el módulo de mando) −foto de la página siguiente− quedaban en la historia al ser los primeros seres humanos en caminar sobre un cuerpo celeste que no fuera la Tierra. La misión Apolo 11 marcó un hito transcendental, porque significaba que teníamos tecnología suficiente para salir del planeta y volver sanos y salvo, luego de haber pisado suelo lunar.
Pero no fue algo logrado al azar. Se necesitaron al menos ocho años para conseguir la hazaña, desde que se inició en 1961, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy anunciaba la idea de poner a un hombre en nuestro satélite antes de que acabara la década. El esfuerzo reunió a unas 300.000 personas de todo el mundo, pero especialmente de las universidades, institutos de investigación, Gobierno y empresas. La NASA lideró el proyecto, que finalmente se concretó en 1969 y seguiría por unos tres años más, hasta que la organización finalizó el programa con el Apolo 17, en 1972, y tras un accidente grave, pero no mortal, con el Apolo 13, en 1970.
El 16 de julio de 1969 partía de Cabo Cañaveral, en Florida, el Saturno V, el gigantesco cohete (de unos 2.900.000 kg y cinco motores F-1) que llevaba el módulo de comando Columbia y el módulo lunar Eagle; este último desembarcaría el 20 de julio en el Mar de la Tranquilidad de nuestro satélite.
Blas Servín, responsable del Centro Astronómico Bicentenario y un divulgador de hace varios años, recuerda con emoción la transmisión por radio del evento. Tiene hasta un ejemplar extra del diario ABC Color, que salió horas después del gran acontecimiento. “Estuvimos muy emocionados en Paraguay. No teníamos comunicación satelital, por lo tanto no recibíamos señales televisivas. Seguimos el evento por la transmisión de La Voz de América. Fue algo fantástico. Escuchábamos a los astronautas conversando entre ellos y con el Centro de Control, en Houston. Los locutores, ubicados en distintos lugares de los Estados Unidos, iban comentando en castellano la cantidad enorme de datos que recibían”, resalta Servín.
Tres astronautas norteamericanos realizaron una de las viejas aspiraciones de la humanidad: posar en la Luna. Esto se concretó con un vehículo espacial, luego de un viaje de casi 380.000 km, y el hombre dejó sus huellas en ese desierto suelo lunar, abriendo una nueva era de descubrimientos. Muchos de los artefactos que utilizamos hoy fueron creados para uso de los astronautas.
Para Rubén Lovera, presidente del Centro de Difusión e Investigación Astronómica (Cedia), la llegada a la Luna fue muy importante para la humanidad, ya que se pudo demostrar la capacidad que se tiene de alcanzar un objetivo. Pese a las limitaciones de la época, se pudo hacer frente y fabricar elementos que aún no existían. Para él, la ciencia y tecnología vivieron días muy satisfactorios, pues, como nunca antes, se dio prioridad a investigaciones que quizás anteriormente no hubieran sido posible realizarlas.
Victoria de los Estados Unidos
Lovera señala que por razones económicas se dejó de enviar astronautas a nuestro satélite. “Se alcanzaron sobradamente los objetivos propuestos una década atrás y simplemente los números empezaron a pesar más en las personas que definían los destinos del presupuesto de los Estados Unidos. Otros dicen que el término de la misión Apolo se dio por la clara derrota del contrincante de turno: la URSS, y políticamente los Estados Unidos demostraron supremacía en ese campo”, sostiene.
Servín dice que debemos regresar, no para competir entre los países, como en la guerra fría, sino para colocar bases de lanzamiento de naves que posibiliten en un futuro los viajes a Marte, donde se supone que se establecerán colonias humanas. Además de ello, agrega que se podrían instalar radiotelescopios para realizar investigaciones, ya que no se tendrá la interferencia de las emisiones terrestres.
equintana@abc.com.py