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Siendo niña ya bocetaba algunas imágenes o líneas. Dibujar y pintar fue una constante en su vida, de hecho, conserva algunas pinturas realizadas en esos tiempos. “De niña era muy enfermiza”, evoca Esperanza. “Y mi papá, Juan Bautista Gill Aguinaga, me llenaba de lápices de colores, hojas, y yo me abocaba a los dibujos. Quizás esos hechos influenciaron en mi carrera artística, aunque siempre me gustaron los colores, las formas”, agrega.
Esos primeros trazos no tardaron en acrecentar su interés y afición por la creación plástica, y poco a poco su estilo personal, su conjugación de colores y formas le hicieron despuntar. “Recuerdo perfectamente esos comienzos”, exclama con orgullo. “Mi primera muestra fue con Enrique Careaga, Edith Jiménez, Hermann Guggiari, Guillermo Federico Ketterer y otros”, añade sentada en la sala de su casa, del barrio Las Carmelitas. Nos recibe vestida de pantalones negros, blusa en tono fucsia con delicados bordados e importantes accesorios. No pierde su elegancia con los años. “Esta es una moneda de la época de los López”, comenta hacia el final de la entrevista sobre las joyas que rodean su muñeca.
Dice que el arte se percibe en todas las facetas de la vida: “En la alta costura, en los detalles, en la cocina, en la calle al ver una arquitectura, en las flores, en la decoración, en todo se distingue talento”. Y en su casa se respira arte, en los muebles, objetos, las pinturas y en toda ella, pero donde más aflora su genialidad es en los lienzos y así surgen la Asunción de ayer y las flores, los crisantemos, las amapolas, las margaritas. “Con esta muestra que estamos preparando en la galería de arte Técnica pretendemos acercar a los jóvenes el arte con la historia. Con cada obra va a ir una explicación de lo que se está viendo”, adelanta la artista.
A Esperanza le gustan todas las expresiones artísticas. “Llegué a realizar restauraciones, esculturas, grabados, murales, cerámicas; mi veta artística no tiene límites”, dice sonriendo. El día para ella se queda corto. “Puedo pasar horas y horas pintando, no tengo un espacio específico para desarrollar mi arte; me pueden encontrar pintando en cualquier rincón de mi casa”, cuenta.
Tuvo el placer de aprender con el pintor español Francisco Torné Gavaldá y con Cira Moscarda, grandes maestros. “En mis estudios tenía que realizar los trabajos y dibujos obligatorios, como todos los niños y adolescentes, pero además realizaba numerosas pinturas con otras características llenas de fantasías, tonalidades, figuras, diseños, en las que se pueden apreciar otras intenciones, otros planteamientos expresivos, más allá de los académicos y de formación... Desde muy joven tomé conciencia de dedicar mi vida a la plástica, fuesen cuales fuesen las circunstancias; de hecho rompí con los esquemas familiares: fui la oveja negra de la casa, nací extraterrestre”, bromea y ríe alto.
En tono más serio afirma que vino al mundo con un don. “Es cuestión de tomar lo que Dios te da y ya”. Y ese don, más que un trabajo o vocación, también lo asumió como una forma de vivir. De vivir de la pintura. Desde entonces, su dedicación, más que una mera y afortunada actividad profesional, devino en una parte sustantiva unida al proceso vital. Artista prolífica y polifacética: pintura, escultura, cerámica, acuarela, mural... ¿con qué se queda? En las diversas facetas, lo verdaderamente interesante, para ella, son los procesos creativos. “Como artista, en el impulso creativo hay una relación intuitiva y emocional en equilibrio con el conocimiento racional de los lenguajes plásticos, no con palabras, sino con formas y colores”, expresa.
Y a 52 años de entregarse al arte, ¿llegó a su meta? “Permanentemente estoy en mi meta”, afirma. “Siempre llegué adonde quise; me proponía algo y lograba. Esta actitud tengo con la vida”, manifiesta en otro momento.
Habla con entusiasmo de su trabajo, de su familia y esta muestra que se abre el 3 de junio. “Se van a ver más edificios como la casa de los gobernadores, que ya no está, pero vamos a recordar el Palacio de López y otras arquitecturas. Le vamos a rendir un homenaje a Rafael Squirru”.
Squirru es un abogado, poeta, conferencista, crítico de arte y ensayista argentino a quien debe mucho de su carrera. “Recuerdo que me daba indicaciones y me decía que él iba a hacer conocer mi arte por el mundo, y en una ocasión paseó por toda la calle Florida con una obra mía. Me siento muy agradecida con él, así que le vamos a rendir un pequeño homenaje”.
¿Cuál fue la exposición que le supuso más emoción o expectativa? Esperanza confiesa que la verdadera emoción siente en su estudio o donde le toque pintar, cuando su pintura va surgiendo. “Todas me emocionan cuando van tomando forma; todas son especiales”.
Sobre el arte actual, dice que hay diversidad y aconseja a los jóvenes a buscar su verdadera identidad y no copiar o apropiarse de ideas ajenas. “Hay que mostrar lo mejor de uno”. Esperanza Gill deleita con sus pinturas que la identifican plenamente y se encuentran en importantes colecciones privadas, Palacio de Gobierno, instituciones, museos y en el Palacio Imperial de Japón. Los premios y las menciones de honor nutren su carrera. Disfruta y aporta arte. Una maestra.
Salpicadas de colores
Un escultor: Michelangelo Buonarrotti. (Arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista, considerado uno de los más grandes artistas de la historia).
Un pintor: Salvador Dalí. (Pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español, considerado uno de los máximos representantes del surrealismo).
Un libro: todos los relacionados con la historia.
Un artista paraguayo: Jenaro Pindú. (Destacado dibujante, escultor y arquitecto paraguayo).
Un museo: el Louvre.
Su concepción del arte: la vida.
Un objeto de la historia: las monedas paraguayas; conservo algunas.
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• Fotos ABC Color/Celso Ríos.