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Roberto Goiriz tenía solo 16 años cuando empezó a trabajar profesionalmente como caricaturista. “Estaba en quinto curso del colegio. A la mañana estudiaba y a la tarde salía a recorrer con mi carpeta de dibujo”, recuerda. Pero su romance con los trazos se inició mucho más temprano, “entre los cinco y seis años”, cuenta. Dibujaba todo lo que veía en las revistas de historietas argentinas, mexicanas y chilenas que llegaban en esa época. “Me fascinaban esos dibujos”, confiesa. Con el tiempo descubrió que los que publicaban en esas revistas eran los grandes maestros de la caricatura, como Harold Foster (Príncipe Valiente); Alex Raymond (Flash Gordon), Burne Hogarth (Tarzán), y los latinoamericanos José Luis Salinas y Ricardo Villagrán.
“Sin saberlo realmente, copiaba esos dibujos”, dice. Pero un día un amigo vio uno de sus trabajos. Evidentemente, estaban tan buenos que este no le creyó que Goiriz los hubiera hecho. Así descubrió que allí había algo interesante para explorar. Autodidacta, nunca pudo estudiar porque entonces no tenía posibilidad económica, aunque sí considera que tuvo grandes maestros. “Los que te mencioné me enseñaban sin hablar. Miraba sus trabajos, la forma en que hacían las líneas, cómo construían la figura y adivinaba su intención con respecto a la ilustración”, comenta.
Así comenzó a dibujar. Confiesa que fue un poco caradura. A los 15 años empezó a recorrer con sus dibujos las editoriales, los diarios y las revistas de la época. “Cada cierto tiempo iba con dibujos nuevos hasta que un día en el diario ABC Color consideraron que podía ayudar en el suplemento El Escolar y me contrataron. Fue en 1977”, recuerda.
Goiriz considera que también tuvo suerte. Pronto se hizo conocido y las agencias publicitarias comenzaron a buscarlo. Así fue alternando el dibujo para los medios con el diseño para los estudios y anuncios publicitarios. Así se mantuvo hasta 1986. “Ese año me cansé y decidí probar suerte en el Brasil”, evoca. Publicó sus dibujos durante tres años en la Editorial Abril, que producía cinco revistas mensuales de cómics.
En 1989 regresó y se dedicó de lleno a la publicidad durante 10 años. Trabajó en varias agencias, incluso abrió la suya en 1997. Hasta se dedicó a la docencia. “Pero el bichito de la historieta siempre me picó y en el 2000, lo retomé”, señala. Empezó a contactar nuevamente con las editoriales, específicamente con una de EE. UU. y así se reencontró con su antigua pasión. También trabajó 10 años con el guionista de historietas Robin Wood para una editorial italiana, Aurea. “Publicamos Hiras, hijo de Nipur y Warrior-M”.
Su trayectoria incluye varios proyectos locales, publicó para editoriales locales, en Brasil, Argentina, España, Italia y EE. UU. Un poco antes del Bicentenario, comenzó a interesarse en hacer algo para nuestro país. Entonces empezó a producir obras como Siete mitos guaraníes: los hijos de Tau y Kerana, que recrea leyendas sobre la mitología guaraní, en una versión libre; y otras de tipo histórico, como 1811, en colaboración con Robin Wood, Édgar Arce y Jorge Rubiani, que narra la saga de nuestra independencia.
Actualmente, trabaja con guiones que le envían, pero confiesa que trata de hacer historietas que relatan un capítulo trágico de nuestra historia: las guerras. “Ahora estoy con la Guerra de la Triple Alianza”.
El 18 de abril pasado presentó en el World Trade Center el libro Huellas en la tormenta, un volumen que recopila sus historietas. “Hay algunas antiguas, aunque no muchas porque algunos originales se me perdieron”, resalta. También se habilitó una muestra de sus obras que se extenderá hasta el 19 de mayo. “La gente puede ver en tamaño original, copias a color y en blanco y negro las historietas que dibujo”.
¿Por qué Huellas en la tormenta? “En la vida dejamos huellas con lo que hacemos, pero en un contexto muy difícil. Porque es una tormenta que va borrando todo lo que hemos realizado. Creo que lo que hacemos es efímero: dura un tiempo y después termina. La pretensión es que dure mucho tiempo, pero eso nunca se sabe. Por eso el título. Son 40 años de crear a pesar de todo, las dificultades y la tormenta que es este mundo, pero como es lo que me gusta hacer; al final, quedan las huellas aunque sea por un tiempo.
Fotos ABC Color/Diego Peralbo.