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Está comprobado que viajar reduce el estrés, despeja la mente, aumenta la creatividad y ayuda a desarrollar la capacidad de adaptación.
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Cualquier lugar del globo terráqueo tiene su encanto. La experiencia aconseja tomar en cuenta tres variables cuando se visitan otros países: comunicación, tolerancia y sentido del tiempo horario. Nuestra hora paraguaya no corre en Nueva York, y nuestra mala costumbre de conducir un vehículo a mínima velocidad circulando por el carril izquierdo puede funcionar en Ciudad del Este, pero no en Punta del Este ni en Clorinda y mucho menos en California.
La tolerancia implica reconocer que nuestras costumbres no son las del resto de la humanidad. Árabes y occidentales consideran correcto mirar largamente a los ojos de una persona, pero el japonés jamás lo hace. Un japonés educado fijará la vista en el cuello de la dama o en la corbata del caballero para no parecer descortés. Mover la cabeza de derecha a izquierda es una negación casi universal. En Grecia, Turquía y Bulgaria se refuerza chasqueando la lengua. Para llamar al mozo, en los Estados Unidos se lo hace con el dedo índice dirigido hacia arriba. En África hay que golpear la mesa con el puño y en Medio Oriente, batir las palmas.
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Los avances en la tecnología, las nuevas formas de viajar y de explorar el mundo son el punto de partida hacia transformaciones significativas en el turismo, considerando la inteligencia artificial, que ahora se está convirtiendo en la espina dorsal de la industria turística. Con su poder para interpretar meticulosamente los datos obtenidos sobre la gente que viaja, la IA puede ayudar a tomar las mejores decisiones, todas ellas basadas en información concreta y no en meras suposiciones.
El turismo sostenible pasa de ser una opción a una necesidad. Se comprueba una integración más profunda de prácticas ecológicas en todos los aspectos del viaje. Los alojamientos ecoturísticos, los tours responsables y el énfasis en la conservación no son solo buenos para el planeta, sino que también ofrecen experiencias más auténticas y enriquecedoras. El turismo slow propone “no más estrés, por favor”; viajar disfrutando del momento, del lugar y, sobre todo, de la calma. Ritmo pausado, conexión auténtica y cuidado del medio ambiente.
El turismo slow no es solo una forma de viajar, es la respuesta a un mundo que va demasiado rápido. Así que, en tus próximas vacaciones, dale un respiro a tu alma y viaja más despacio. Porque, al final, los mejores recuerdos no se miden en kilómetros recorridos, sino en momentos disfrutados.
carlafabri@abc.com.py