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Los pesebres paraguayos puestos para la Navidad se retiran después del Día de los Reyes Magos. La tradición manda la preparación del belén en tres momentos de las fiestas, pero los pesebres de Año Nuevo, especialmente, corren peligro de extinción, advierte el cura párroco de la iglesia de la Encarnación, padre Hugo Fernández.
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El texto elaborado por el sacerdote resalta que “el signo indiscutible de la Navidad paraguaya son los pesebres, ataviados de signos y elementos muy peculiares que lo convierten en un símbolo de agradecimiento y peticiones al niño Jesús, a quien se le ofrecen, además de los frutos de la tierra, otros elementos como reliquias familiares, juguetes de los niños, fotografías de seres queridos difuntos y muchos otros objetos más. Pero una tradición de antaño que aún persiste en algunas localidades y familias en el país es el acto de armar el pesebre, no en la Navidad, sino para el Año Nuevo”.
Sin embargo, este pesebre que coincide con el recibimiento del nuevo año tiene varias peculiaridades.
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“Según la Iglesia, los pesebres o nacimientos deben estar armados hasta el día de Epifanía (Reyes) o, en algunos casos, hasta una semana después de Reyes, fiesta del bautismo del Señor. Y siguiendo el relato del nacimiento de Jesús, los pesebres en las iglesias iban agregando o sacando elementos por motivos catequéticos. Las familias en sus hogares también acompañaban los cambios en el pesebre”.
Muchas familias –comenta– pasaban las fiestas en los hogares maternos o paternos y se realizaba intercambio de lugar para celebrar la Navidad o el Año Nuevo. Así algunos matrimonios que pasaban Navidad en casa de la familia del esposo pasaban después Año Nuevo en su hogar propio o en la familia de los padres de la esposa o viceversa. Esta tradición aún se mantiene en varias familias paraguayas.
Pero cuando toca celebrar el Año Nuevo en la casa propia, surge la necesidad para el matrimonio de armar el pesebre para continuar con la festividad. Es así –refiere el padre Hugo– que muchas familias, poco a poco, tomaron la costumbre de armar el pesebre para el Año Nuevo y no en Navidad.
En otros casos lo que se hacía era “renovar el pesebre armado en Navidad” “ombopyahu niño pe”, agregando más ramas de Yvyra rove’i frescas, nuevas flor de coco, flores de caranday y nuevas frutas, en lugar de las que ya se han “arrancado” del pesebre navideño.
Como año nuevo cae siempre en la octava de la Navidad –prosigue el religioso–, el Evangelio que se lee en las iglesias coincide con el relato de los pastores que visitaron a Jesús en el pesebre de Belén y luego salen al mundo a anunciar lo que habían visto y oído (Lucas 2,16-21).
Es por eso que en los pesebres de las iglesias se daban vuelta las figuras de los pastores y las ovejas como signo de que ellos saldrán al mundo a contar la buena noticia.
Ya no están orientados hacia el niño, sino encaminándose hacia afuera. Al replicarse la acción en las casas, no solo los pastores y ovejas “salían” del pesebre, sino todas las demás figuras. “En muchos pesebres, inclusive los Reyes Magos ya se encaminan hacia el mundo después de haber dejado sus regalos al Niño Jesús”, relata el padre Hugo Fernández.
La figura del Niño Jesús, acostado en el pesebre, también experimentaba un cambio, pues se lo levanta como signo de poder desde el momento de su nacimiento. Entonces, la figura del niñito ahora se representa como El Salvador del Mundo, erguido y con el orbe en las manos, señal de su realeza. Estas figuras tradicionales del “Niño de Año Nuevo” quedaban de generación en generación y hoy son pocas las familias que deciden armar el pesebre familiar de Año Nuevo.
Para la fiesta de Reyes Magos, la tradición señala que el pesebre aparece ya desprovisto de las figurillas que lo adornan, dejando solamente las figuras de los Santos Reyes con sus camellos y, esta vez, convirtiendo la gruta del pesebre en un lugar de ofrendas de pasto, agua o algunas naranjas para los Reyes, que en la noche del 5 de enero dejarán ahí los regalos a los niños junto con esos dones.
Y para que los Reyes no se equivoquen, los más pequeños de la familia dejan sus cartas con un par de calzados u otro objeto personal.
Sobre todo en el interior, se mantiene la tradición de colocar agua y un poco de pasto para que los camellos de Melchor, Gaspar y Baltasar puedan retomar energías para seguir el viaje.
El padre Hugo recoge la reflexión del escritor José Luis Appleyard, de que el pesebre tradicional paraguayo no es una búsqueda de la representación histórica, estética o bíblicamente exacta del nacimiento en Belén, sino que es un altar de ofrendas, de sentimientos y pensamientos genuinamente populares y espirituales del pueblo paraguayo.
El Niño Milagroso de la Encarnación
En la majestuosa iglesia de la Encarnación se puede apreciar la histórica imagen del Niño de Año Nuevo. Es considerado doblemente milagroso por las situaciones que le tocó vivir.
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En 1889, cuando las mercaderas y burreras del Mercado de Asunción le hacían una novena, en un descuido, el 4 de enero de ese año, una vela provocó que el pesebre se quemara ocasionando el terrible incendio de toda la histórica quinta iglesia construida en tiempos de Carlos Antonio López.
El Niño se salvó de las llamas y fue ubicado en la actualidad, sobre una de las siete colinas de Asunción.
En una ocasión el Niño, muy querido por los dones que concedía a la feligresía, fue robado y hallado luego milagrosamente.
Desde entonces ocupa un nicho bien resguardado en el templo de la Encarnación.
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