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Del Rockefeller Center en Estados Unidos, pasando por Lafayette en Francia hasta la Plaza de San Pedro en el Vaticano, la tradición del árbol de Navidad como lo conocemos hoy se inició un par de siglos atrás.
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Algunas referencias nos llevan a la época de los antiguos celtas quienes tenían por tradición colocar ornamentos como frutas y velas en los robles como símbolo de regeneración de la vegetación y la vuelta al sol. Un poco más adelante, alrededor de la década de 1510 Riga, Letonia, fue una de las primeras ciudades en erigir un árbol de Navidad en la plaza pública. Aunque Tallín también se disputa ser la ciudad pionera en esta tradición.
Otra fuente atribuida a History, mencionada en National Geographic, habla de que el árbol navideño tal y como se le conoce en la actualidad, tiene su origen en Alemania, durante el siglo XV. Agrega que todo comenzó como una representación que el pueblo de este país hacía del “árbol del paraíso”. Esta tradición se desarrollaba, específicamente, el 24 de diciembre, fecha que se dedica al recuerdo de Adán y Eva. Al inicio, en la planta conmemorativa se colgaban obleas, signo cristiano de la redención. Posteriormente, estas fueron sustituidas por galletas de diversas formas.
Por otra parte, a Martín Lutero (S. XVI) se le atribuye la colocación de velas para decorar los árboles navideños representando las estrellas del firmamento. Cuenta la anécdota que el reformador protestante se maravilló al ver las estrellas a través de las ramas de los árboles y quiso emular el efecto con los elementos que tenía.
Dos siglos más tarde, la tradición se extendió entre los luteranos de Alemania llegando a Inglaterra, escabulléndose en los palaciegos salones mediante la reina Carlota, quien se casó con el rey Jorge III, e instaló la tradición en la casa real, hecho que fue emulado por el pueblo, posteriormente.
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Ahora bien, sostiene National Geographic que el verdadero suceso que logró difundir el árbol de Navidad estuvo relacionado con la reina Victoria y el príncipe Alberto. Refiere que The Illustrated London News publicó en el año 1848 una fotografía de la familia alrededor de un árbol decorado por cuya consecuencia la costumbre fue adoptada por los monarcas británicos.
De ahí, la tradición ya extendida por toda Europa, se introdujo en el siglo XIX a Estados Unidos y llegando posteriormente a estas latitudes. En la actualidad, el árbol de Navidad es un elemento central de las celebraciones navideñas en Paraguay. Las familias se reúnen para decorarlo con adornos coloridos, luces brillantes y estrellas en la punta.
Sin embargo, es importante destacar que, en nuestro país, la tradición del pesebre sigue siendo muy arraigada y convive armoniosamente con el árbol de Navidad y el abrigado Papá Noel que marca presencia en esta tierra calurosa semitropical.
Las características principales de los árboles navideños del Paraguay son las luces, las esferas o globos, guirnaldas o cintas, figuras religiosas, ángeles y otros. En cuanto a colores predominan el rojo, verde y dorado, colores característicos de la Navidad, aunque hay opciones para todos los gustos. Al pie del árbol suelen estar los pesebres, como una representación de la Natividad, no falta la característica flor de coco y elementos de barro hechos por artesanos nacionales.
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El árbol de Navidad es mucho más que una simple decoración. Representa la unión de tradiciones antiguas y modernas, de culturas diferentes y de la fe cristiana. En Paraguay, esta tradición se ha adaptado a nuestra
Los más famosos
Alrededor del mundo existen varios árboles significativos cuyo encendido es también una esperada tradición. Son famosos por su tamaño, belleza, historia y tradición. Entre ellos se encuentran: el del Rockefeller Center en Nueva York, Estados Unidos, probablemente el más famoso del mundo erigido en el corazón de Manhattan. El árbol de Gubbio, Italia, único en su tipo formado por miles de luces que iluminan la ladera de una montaña, lo que le convierte en uno de los más grandes del mundo. El árbol de Dortmund, Alemania, es una atracción turística en la época navideña. El de las Galerías Lafayette, en París, montado bajo la espectacular cúpula de cristal. El de la Plaza de San Pedro, Vaticano, que es bendecido por el Papa.