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Manuela Peña de Rockhold, “Manuelita” o “Tita” nació el 30 de mayo de 1929 en San José de los Arroyos, departamento de Caaguazú, distante a unos 50 km de la ciudad de Caacupé, capital espiritual del Paraguay. Este lugar se convertiría años después en el centro de su trabajo solidario por más de 50 años en el predio conocido como “El Descanso del Peregrino”. Ella también fue conocida por su trabajo como coordinadora de la construcción del proyecto e integrante de la Comisión Nacional Pro Santuario de la Virgen de Caacupé en el año 1974.
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Luciendo un vestido celeste turquesa de encaje de hilo calado, “Tita” se acomoda en el sofá aterciopelado y mira fijo a la cámara con una sonrisa afable, la misma que brinda a los peregrinos que buscan refugio en el terreno de poco más de media hectárea que tiene por nombre “El Descanso del Peregrino”, que en estos días se llena de gente que va a venerar a la Virgen de los Milagros, “madre de todos los paraguayos”.
Flashback
Entre flashes y flashes, y cambios de pose, Tita retrocede en el tiempo y busca el momento exacto en el que le nació la vocación solidaria, le brillan los ojos. A su mente llega la imagen de su madre, doña Rolendia, quien gerenciaba un almacén de ramos generales en su San José de los Arroyos.
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Tita aun era una niña que correteaba en el patio de tierra roja y pasto verde pero pese a su corta edad ya cumplía ciertas responsabilidades en el negocio familiar… “durante esa época, con mis hermanos, todos ayudábamos (en el almacén); los vueltos en moneda colocábamos en una cajita destinada a los más necesitados de Caacupé para el 8 de diciembre… Así se formó nuestra cultura de voluntariado”, recuerda.
La cajita de diciembre
Cuando llegaban los primeros días del último mes del año, “el acontecimiento” al cerrar el almacén era contar y saber cuántos “níqueles” se habían juntado, tintineo tras tintineo, en la cajita de la esperanza. El entusiasmo crecía y la meta era tener la mayor cantidad posible de dinero para concretar el plan solidario. Tal vez de ahí le nació el amor y la vocación por la contabilidad, profesión que guiaría sus pasos laborales por toda la vida hasta hoy.
“Papá (Jaime R. Peña Cardozo) y mamá con mis seis hermanos (Veri, Edelmira, Ramón, Genaro, Luis Esteban y Víctor) caminábamos los 53 km desde nuestra casa hasta Caacupé. Nuestro hospedaje era la sombra de un árbol a la entrada de ciudad. En esa época repartíamos lo que teníamos a los más necesitados”, refiere. Hace una pausa en la sesión fotográfica y luego se dirige hacia otra parte de la casa para mostrar su altar.
“La Virgen de Caacupé está en mi altar… en mi lugar de oración y (también) me gusta San Francisco”, añade Tita devota de ambas figuras católicas, al igual que parte de su familia. Hablando de familia, en su árbol genealógico tiene a Rosa Peña (primera educadora del Paraguay) y a Domingo Martínez de Irala, fundador de la ciudad de Asunción. En una rama un poco más lejana de ese árbol se encuentran también de parientes a Juana Pabla Carrillo y a Francisco Solano López.
En las alturas
Pasaron los años… Tita creció y los avatares de la vida la alejaron de su San José de los Arroyos natal. La familia en pleno se mudó a la capital de tal forma que ella pudiera estudiar en el colegio secundario Carlos Antonio López. En el año 1947, recibió su título de contabilidad, “nuestra promoción tuvo siete egresados”, dice orgullosa.
Cuando fue un poco más grande, acompañó a su padre a un viaje de negocios de petitgrain a los Estados Unidos. Fue así que un día estando en Baton Rouge, Luisiana, conoció a Loyd Rockhold, quien tiempo después se convertiría en su esposo. El flechazo fue fulminante y sellaron su amor con una boda celebrada en Asunción ante el altar de la iglesia Oblatos de María.
En todo ese tiempo, Tita mantuvo intacta su devoción a la Virgen de Caacupé hasta que un día le tocó estar muy involucrada en la construcción de la nueva Basílica. Y luego en la creación de “El Descanso del Peregrino” en un terreno donó su padre a la iglesia caacupeña.
-Usted integró la comisión de la construcción del santuario de la Virgen de Caacupé…
-Si, desde 1975 a 1982. Como se imaginarán, fue un trabajo de enorme escala. Una vez que mi padre Jaime R. Peña fue nombrado como miembro de la comisión con el caacupeño don Venerio Ortega y Carlos Amarilla (los tres presidentes de la Comisión Nacional Pro Santuario de la Virgen de Caacupé, yo participé y fui nombrada coordinadora de la construcción del proyecto.
-¿Cómo fue la experiencia de ver caer el antiguo oratorio para luego pasar a una obra más grande?
-Era muy triste para mí ver caer la iglesia vieja (suspira). En ese entonces la base de lo que es la iglesia hoy ya estaba a medio terminar.
-Usted paseó por entre los andamios de lo que es hoy la Basílica ¿cómo fueron esos tiempos?
-Fueron tiempos emocionantes, de mucho aprender sobre construcción, del valor del trabajo humano que posibilitó esta grandiosa obra. El subirse en montacargas y ver como se alzaba en carretilla el cemento…
-Con casi un siglo de vida en sus alforjas, ¿qué mensaje de solidaridad le da a los jóvenes?
-En estos momentos difíciles en el mundo, es importante apoyar a los que más necesitan, como lo haría Jesús ayudando en lo que uno puede. Cuanto más uno da más recibe con amor.
-¿Usted peregrinaba a Caacupé o el trabajo solidario ya era su peregrinaje?
-Me dedico más al trabajo solidario ayudando cuando puedo. Pero peregrinaba cuando era joven. Tuve la oportunidad de ayudar de cerca de diferentes congregaciones. Éramos muy amigos con el Monseñor Ismael Rolón, primer obispo de Caacupé.
-¿Qué actividades específicas realiza ahora en El Descanso del Peregrino?
-En “El Descanso” hay un espacio de aproximadamente 6.301 m2 donde (los peregrinos) pueden quedarse. Hay un arroyo al fondo de la propiedad, hay baños y se distribuye agua. Todo es gratuito. Antes (los peregrinantes) dormían sobre pirí en las calles y en las plazas. También, hace como 25 años que los miembros de los Pueblos Originarios utilizan el Descanso cuando vienen para el Novenario a la Virgen. Ofrecemos agua, mate cocido con panificados y almuerzos, gracias a los voluntarios que vienen a ayudar y que colaboran. No hay una fundación detrás. En la parte espiritual, tenemos el rezo del santo rosario y celebración de la palabra. Finalmente vienen los sacerdotes líderes de cada grupo para la celebración de la eucaristía y ensayan el día sábado la celebración que será en la Basílica el día domingo.
-¿A qué se dedica cuando no está en Caacupé?
-Sigo trabajando en una empresa familiar de servicio de encomiendas. Fui fundadora de RYSA, Cambios Asunción S.A. y participé en el directorio de Hogar Propio S.A. de Ahorro y Préstamo para la Vivienda y Banco Finamerica.
Colágeno y el hobby de la tablet
Cuando tiene tiempo libre, el hobby de Tita es revisar su tablet para saber qué pasa en el mundo. “Me gustan mucho las aplicaciones de Instagram y Facebook”, reafirma y en ambas redes tiene su perfil.
Su comida favorita es el caldo casero de hueso, que le proporciona un buen colágeno, y también le encanta el mbeju. Doña Tita tiene dos hijas: Gloria Maria Rockhold y Meli Rockhold, conocida artísticamente como Meli Peña.
Antes de despedirse con una última pose fotográfica, piensa en los días previos a hoy, 8 de diciembre, y busca de alguna manera de que no se le escape ningún detalle, porque las necesidades son muchas. Así sea con una monedita en una caja o con la ayuda de seres anónimos que ofrecen su aporte para que “El Descanso” siga por muchos años más, Tita se despide con una enorme sonrisa, tan grande como la esperanza que lleva desde que era una niña y que llevan hasta hoy a andar en los andamios de la fe con equilibrio espiritual.