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En la muestra temporaria “Japón, entre Oriente y Occidente” se han seleccionado grabados, tallas en marfil, grandes jarrones ornamentales y vajillas decorativas y utilitarias de la colección del mecenas. También se exhibe en préstamo un gran biombo japonés perteneciente a la familia Morimoto y dos espectaculares kimonos de la Embajada de Japón en Paraguay, obras que permiten una primera aproximación comprensiva al milenario arte japonés.
“Intentar explicar contextos artísticos orientales implica siempre un desafío para nuestra formación académica tradicionalmente europeísta. Comprender el minimalismo espiritualista del Japón es quizá uno de los mayores retos. Desde el Museo de Arte Sacro tratamos de abordar, con respeto, pero también con ejemplos y con toda la didáctica necesaria para hacer comprensible el arte japonés a nuestro público paraguayo que tiene, generalmente, parámetros estéticos muy distintos”, explica el museólogo Luis Lataza, curador de la exposición.
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La muestra invita a un recorrido en tres partes: los orígenes de la estética nipona enraizados en su arte sacro sintoísta y budista; la fuerte fascinación que generaron los japonismos de los siglos XIX y XX y el auge de la iconografía japonesa que estamos viviendo hoy en la cultura popular y un homenaje al país del sol naciente con la recreación de un jardín zen y una casa japonesa con el espectacular kimono furisode de la colección de la Embajada de Japón en Paraguay.
La riqueza del arte en Japón
La estética nipona tiene sus raíces en las dos religiones mayoritarias del Japón: el sintoísmo y el budismo, que a lo largo de los siglos se han practicado en forma simultánea e incluso con algunas creencias sincretizadas.
Conocidas en Occidente como “estampas japonesas”, el Ukiyo-e es un género de pinturas y de impresiones en xilografía que tuvo especial desarrollo en el Japón del periodo Edo (1603–1867). El Ukiyo-e significa literalmente “imágenes del mundo flotante”, un mundo feliz aunque efímero y fugaz en contraposición irónica al “Mundo Doloroso” de la religión budista.
El Ukiyo-e fue entonces una excusa para mostrar la vida de la ciudad con sus lugares de entretenimiento, con sus geishas, luchadores de sumo y actores de teatro más famosos. Solo tiempo después se popularizaron los paisajes como los que están expuestos en la muestra y que llegaron a ser sus temas más conocidos.
La “Gran Ola frente a Kanagawa”, de Katsushika Hokusai, es hoy una de las obras de arte más reproducidas del mundo, pero el artista más prolífico y que mayor impacto tuvo en Occidente fue Utagawa Hiroshige del cual la colección Latourrete Bo conserva cinco xilografías.
Utagawa Hiroshige (1797-1858) fue el artista que forjó la imagen visual que tenemos de Japón en el mundo occidental y fue también el último de los grandes maestros del Ukiyo-e, las estampas japonesas impresas con planchas xilográficas, comenta el museólogo.
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Fue un artista muy prolífico que a lo largo de su vida realizó unas 5.400 xilografías, pero su fama como paisajista se cimentó en la Serie de impresiones de 1832 titulada “Las cincuenta y tres etapas del Tōkaidō” –de la cual se exponen dos estampas– y en las que Hiroshige recreaba ceremonias, lugares y paisajes del camino que unía Edo con Kioto.
La cerámica es una de las artes más antiguas y propias del Japón en permanente cruce con China y Corea. En 1590 llega a Japón un grupo de alfareros coreanos que establecen varios hornos, algunos en Satsuma, que dio origen al tipo de cerámica japonesa más conocida y apreciada hasta hoy día. Pocos años después, Yi Sam-pyeong del mismo grupo de ceramistas, descubre en Arita los minerales de caolín, feldespato y cuarzo necesarios para crear la primera y verdadera porcelana en Japón.
En 1650, los hornos de Arita exportan enormes cantidades de porcelana a Europa y Asia por medio de la Compañía de las Indias Orientales Neerlandesas que era la única empresa habilitada y el único contacto con Occidente que tuvo Japón en el Periodo Edo (1603-1868).
Con la apertura en el Periodo Meiji (1868 a 1912) Japón participa en las exposiciones universales de Londres en 1862 y de París en 1867, 1878 y 1889 y el gran interés del público occidental hace que los ceramistas japoneses comiencen a producir porcelanas directamente para la exportación. “Desde ese entonces podemos distinguir dos tipos de productos de formas netamente occidentales: unos ornamentados con geishas y jardines con cerezos en flor como el juego de té en exposición y otros con delicadas decoraciones florales de la tradición clásica europea, como el caso de la porcelana Noritake producida bajo el Japón ocupado luego de la Segunda Guerra Mundial (1945 a 1952)”, explica Lataza al dejar el resto del relato para la visita guiada que representa un fascinante viaje por el arte japonés.