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¿Es más valiosa la construcción de un supermercado que el vital oxígeno que aportan 117 árboles de un bosque urbano? ¿La especulación comercial es más beneficiosa que la preservación de la añosa arboleda del bosque San Vicente, que también sirve como regulador de los raudales que se forman en su entorno y protege al arroyo Ferreira? Defender un bosque no es estar en contra del progreso y sus inversiones. Se trata de la vida misma. Árboles y personas ¡Queremos vivir!
El bosque San Vicente da protección eficiente contra las inundaciones y la erosión de la zona. Los sistemas de raíces de los árboles estabilizan el terreno, contribuyendo a prevenir deslizamientos y la pérdida de suelo. Los ecosistemas forestales tienen gran capacidad para mitigar inundaciones, ya que la cobertura vegetal intercepta parte de la lluvia y el suelo tiene gran capacidad de infiltración y retención. También es menor en los bosques que en las áreas sin cobertura forestal el drenaje de las tierras durante eventos extremos de precipitación.
La doctora Rosa Martínez de Vacchetta y el vecindario del barrio San Vicente denuncian que el estudio de impacto ambiental tiene errores que pueden tener fatales resultados. Por ejemplo, no se consideró la cercanía del arroyo Ferreira y el previsible riesgo de futuros raudales caudalosos e inundaciones causantes de estragos. Esta situación no se tomó en cuenta en la zona de la calle O’Higgins, en el barrio Villa Morra, donde, bajo el asfalto, corre un arroyo que se desborda con cada lluvia y se convierte en una trampa fatal para vehículos y personas que son arrastrados por poderosos raudales. El vecindario del barrio San Vicente llevó sus reclamos hasta el poder legislativo, donde los diputados archivaron el proyecto de expropiación del sitio arbolado que proporciona calidad de vida a la comunidad. Aparte de proteger al medio ambiente, el lugar es ideal como espacio verde para disfrute de la ciudadanía y un lugar de juegos al aire libre para la niñez.
En los tiempos que corren, muchos habitantes de la ciudad de Asunción nos sentimos amenazados como los árboles del Bosque San Vicente. Precarias víctimas de lo deletéreo y lo inestable. Lastima el alma ver lapachos y otros árboles mal podados por la Ande que arremete contra la vegetación y nos deja a expensas del calor excesivo, sin oxígeno, sin sombra, sin flora.
Nuestros pulmones sufren en medio de una atmósfera contaminada, fuliginosa y sulfurosa por las combustiones automovilísticas y procesos industriales,
Es un privilegio vivir en esta hermosa Tierra, tan rica en voces y fragancias, en paisajes, pulsaciones y matices. Cuidemos la casa donde vivimos, esta patria Tierra que tan insensatamente despojamos de tesoros irremplazables como el aire limpio, las arboledas, los arroyitos transparentes. No es lo mismo talar un bosque y plantar árboles en otro sitio. Triste sería tener que usar la madera de los árboles asesinados para construir un nuevo arca de Noé.