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A fines de agosto, el comité inició sus tareas de amedrentamiento, bajo el nombre de: Comisión Conjunta de Investigación de Carácter Transitorio para la Investigación de Hechos Punibles de Lavado de Activos, Contra el Patrimonio del Estado, Contrabando y otros Delitos Conexos.
Por lo que se sabe de las actividades de esta comisión garrote, se deduce que no les importa un comino la transparencia. La verdadera intención de esta junta es hostigar a las Organizaciones No Gubernamentales que denuncian, justamente, la corrupción, la falta de transparencia y defienden los derechos humanos. El cartismo está decidido a demonizar a las ONGs que le molestan. Habla despectivamente de oenegeros mercenarios, a través del senador Gustavo Leite, quien sorprendió a la ciudadanía porque resultó ser un oenegero más que recibe dinero de Itaipú y Tabesa e invierte en carísimas oraciones para sanar a gente adicta a las drogas. Al verse pillado, Leite convocó a una conferencia de prensa en las instalaciones públicas del Congreso, para dar explicaciones sobre una entidad privada -su ONG Cenáculo- y demostrar con pruebas su transparencia administrativa, cosa que no pudo conseguir. Cuanto más quería aclarar, las cuestiones administrativas se veían más turbias.
La persecución macartista liderada por el senador Joseph McCarthy, surgió en Estados Unidos durante la década de 1950. Se caracterizó por una intensa cacería de personas sospechosas de simpatizar con el comunismo. Aunque el macartismo terminó oficialmente a mediados de esa década, hay observadores que señalan que algunas de sus dinámicas han reaparecido en diferentes formas en el mundo contemporáneo. Una especie de nuevo macartismo mundial fusionado con un neofascismo y fenómenos similares brotan en los países en los que las élites gobernantes usan la acusación de ser enemigo de la patria como forma de control autoritario. Incriminan de estar alineados con ideas contrarias a la tradición nacional a quienes piensan diferente, e inventan justificaciones absurdas para censurar o reprimir a disidentes. Persiguen a activistas, a medios de comunicación, a minorías y denuncian, sin pruebas, la existencia de ideologías extranjeras, acusándolas de subvertir el orden o de representar un peligro para la soberanía nacional. Para desacreditar o silenciar a quienes consideran adversarios políticos, acuden a la exaltación del nacionalismo extremo, al desprecio por el pluralismo y las libertades civiles.
Aunque desarrollen un trabajo inteligente y meritorio al servicio de la ciudadanía, las ONG que reciben fondos del extranjero son el blanco preferido de estos ataques. Son vituperadas por la retórica oficial que cuida sus negociados, presentadas como infiltradas por potencias extranjeras que quieren desestabilizar al país y socavar su soberanía. Este discurso persecutorio busca minar la legitimidad de las ONG, poner a la opinión pública en su contra, hacerlas desaparecer de la galaxia y de se ser posible de todo el universo. Un satélite advierte que, un resentido delincuente del crimen internacional, desde un quincho, quiere vengarse desestabilizando al imperio del norte que le retiró la visa, mostrando su podercito en forma de persecución a unas simples ONG. Nada que ver con la Guerra de las Galaxias.