Cargando...
Supongo que la palabra fue inventada cuando gestos y sonidos guturales empezaron a resultar cortos para comunicarse. Así habrá nacido el diálogo desarrollado luego por ociosos inteligentes como Sócrates y Platón.
Lanzo un alerta sobre la posible extinción de la conversación inteligente. Ya no se dedica el tiempo suficiente a la plática amena, matizada de genialidades y alimentada por la ilustración que cultivaban en las sobremesas nuestros padres y abuelos. Hoy recurrimos a los audios de WhatsApp que, por la urgencia y falta de tiempo, tienen que ser cada vez más breves.
Poco se busca el encuentro de la pura amistad para compartir un café, té, mate o tereré, por no decir un almuerzo, cena o un buen asado, para disfrutar de la camaradería practicando el diálogo cara a cara, la conexión directa del contacto visual, el acercamiento de almas para intercambiar ideas y emociones, explorar en las conciencias, curiosear e investigarnos mutuamente. La mayoría de las reuniones están marcadas por el interés social monetario, el disimulo, la cháchara del descuereo al prójimo y los comentarios sobre los groseros vaivenes de la corrupción política.
Actualmente llenamos nuestros huecos y conformamos nuestras dudas consultando a Google o al ChatGPT y su inteligencia artificial. Ya no se busca la palabra y el oído amigo. Hoy chateamos, hecho bastante cómodo y práctico que no debería reemplazar al encuentro real.
El diálogo puede llevar a abrirnos a la discusión de nuevas ideas y opiniones, incluso aquellas con las que no estamos de acuerdo. A través de una buena conversación logramos una comprensión más profunda de temas y cuestiones que de otro modo daríamos por sentados. La información compartida podría cambiar nuestros puntos de vista o validar nuestra postura original.
La falta de una buena conversación, de una buena comunicación puede tener consecuencias desastrosas en cualquier tipo de relación. Ya sea con una amistad, con tu cónyuge, tu jefe, tus colegas de trabajo, tus parientes, la comunicación es esencial para lograr que nuestras relaciones sean fuertes.
Hablando con propiedad se resuelven confusiones y se evitan las conjeturas. Más que la cantidad de palabras lo importante es la calidad de la comunicación.
Gracias a los conocimientos que nos aporta la neurociencia hoy sabemos que las conversaciones activan ciertas partes del cerebro. Conversar nos hace sentir bien, incluso si se trata de una conversación difícil. Una buena conversación también puede catalizar o congelar nuestras acciones, evitar que cometamos actos equivocados, prevenir y resolver conflictos.
Vale tomar en cuenta lo que dice el filósofo español Ortega y Gasset: Toda conversación tiene un momento favorable en que poder terminarla. No lo desperdicies. Las últimas palabras son de efectos más duraderos que las primeras, por lo que deben ser particularmente bien ponderadas. Pocas actividades sociales son tan útiles como conversar y hacerlo con respeto.