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“No sé si puedo hablar de todo, soy extranjera, prefiero siempre ser cautelosa”, aclara Cristina Bitiusca (39). Nació en Brasov, “a pocos kilómetros del castillo del conde Drácula”, especifica.
Desde muy joven cantó blues y jazz en bares de su ciudad. Luego, trabajando en un crucero internacional, conoció al arpista paraguayo Alcides Ovelar. Se enamoraron, se pusieron de novios y Alcides le propuso venir a Paraguay.
Tienen dos hijas, Adela Victoria (13) y Bárbara Micaela (8). “Estos 14 años pasaron tan rápido, pero a la vez sé que son toda una vida”, afirma.
Desde su hogar, en Lambaré, la cantante gestiona su vida como mamá y profesional. Tiempo y amor para sus hijas, metodología en su trabajo como coach vocal y profesora de canto, organización de su agenda de presentaciones y ensayos como solista, con el grupo Eurolatin y con la Orquesta Sinfónica Nacional del Paraguay.
Además, es profesora de canto en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, y flamante fonoaudióloga.
—Vivir en otro país influye en muchos aspectos, ¿qué adquiriste viviendo en Paraguay?
— Yo estoy en una revolución constante conmigo misma; en mi interior trabajo mi carácter y personalidad. Estoy viviendo ahora el famoso “despertar de la conciencia”, hace un año que estoy dedicada a mí. Salí del piloto automático.
Tuve la suerte de que mi familia política me recibiera con los brazos abiertos. Dicen que uno no se casa con la familia de su pareja, pero a mí me ayudaron muchísimo.
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—Formar pareja con alguien de otra cultura siempre aporta cambios, a veces muy buenos, otras no tanto.
—(Piensa) Estoy leyendo un libro que me abrió los ojos respecto a mi manera de amar, me di cuenta de cuánto nos postergamos las mujeres cuando formamos familia. Yo llegué a un punto que ni sabía decir qué me gustaba. Por eso decidí cambiar.
—¿Venís de una familia tradicional?
—Sí, mis padres son jóvenes todavía, pero llevan 40 años de matrimonio, a la antigua, muy rutinario. Mi mamá hace como 15 años atrás me dijo que había tomado la decisión de separarse. Yo me puse a llorar como una niña, me parecía una tragedia, y eso que ya tenía 24 años.
Al final, no se separaron, siguen juntos, jubilados, no sé si felices… Con el tiempo aprendí que cada uno toma sus decisiones y eso hay que respetarlo.
—¿Compartís que el artista no debe mezclar su carrera con su vida personal?
—Debería ser así. Yo sigo cantando con Alcides, somos pareja en el escenario, es un músico excelente. Seguimos juntos en Eurolatin y luego cada uno con sus proyectos particulares.
—¿Proyectos volcados siempre al folclore paraguayo?
—En gran parte sí, pero no todo. Estoy cantando más jazz que antes, con varias agrupaciones. También estoy iniciando un proyecto de etnojazz que se llama WMC, con Wladimir Woitas, Marcelo Ortigoza y Carlos Centurión.
—Son músicos reconocidos. ¿Cómo trabajan hoy en la música? Ya no se sacan CD.
—Se sacan CD si hay pedido. Pero hoy todo se reproduce en internet a través de empresas de servicios multimedia como Spotify, Deezer o Apple Music, alzás y te retribuye si tenés tantos millones de oyentes.
—No todos escuchan música así. ¿Será que eso podría favorecer a las presentaciones en vivo?
—Puede ser. Lo importante es que es música de la buena, aunque no siempre haya valoración del artista. Creo que todo radica en la falta de educación; hoy la sociedad se vuelca hacia el materialismo y poco hacia los valores intangibles como los artísticos.
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Soprano en la OSN
Desde 2015 Cristina forma parte del plantel del conjunto folclórico de la Orquesta Sinfónica Nacional y se muestra muy orgullosa.
—¿Nunca te cuestionaron el no ser paraguaya y estar en la Sinfónica Nacional?
—La verdad que no. Dios me quiere (sonríe). Ellos me llamaron para decirme que estaban muy contentos de que yo cantara música paraguaya, me dijeron que pronunciaba muy bien. De hecho, gracias al guaraní tenía ganados dos premios, uno de la Academia de la Lengua Guaraní y el otro de la Secretaría de Políticas Lingüísticas.
Yo nunca dije ni me creí la mejor, ni la indicada, ellos lo creyeron en el momento de contratarme. Para mí cantar en guaraní es expresar sentimientos. El que canta, ora dos veces. El pueblo paraguayo es muy creyente y lo traduce en su folclore.
El arte de ser mamá
“Como mamá soy exigente, pero aprendí a ser más tolerante y disfrutar cada momento. Antes venía cansada del trabajo y no disfrutaba estar con mis hijas”, detalla.
—¿Tus hijas no quieren irse a vivir a Rumania?
—Vicky sí, Bárbara no. Creo que Victoria, en plena adolescencia, quiere poder hacer cosas sola, salir sin miedo, ir a los campamentos de verano, busca su independencia, por eso le gusta Brasov, una ciudad con inseguridad 0 (aún con la guerra que se libra en el país vecino, Ucrania). Esta seguridad se logró mejorando el nivel de vida de la gente.
El ambiente folclórico
“Por supuesto que hay talento en Paraguay. Hay gente que nace con él y no lo educa, y hay gente que no lo trae al nacer, pero lo educa y logra grandes metas. Comparo mucho el arte con el deporte, les digo a mis hijas (ahora están con el deporte) que si quieren competir en las olimpiadas, tienen que esforzarse todos los días, solo la preparación las hará llegar”, menciona.
—En tu vivencia, ¿el ambiente folclórico es abierto o cerrado?
—Creo que es bastante abierto, pero carente de nuevos talentos que hagan folclore auténtico. Los jóvenes quieren fusionar el folclore con otros estilos sin tener la base folclórica como iniciación. Creo que esa carencia radica en que, lastimosamente, los maestros quedan en el olvido o son considerados anticuados.
—Entonces, más que choque generacional es de estudio, preparación.
—Hay diferencias, como en cualquier otro ámbito, pero en compensación el ambiente del folclore es bastante amigable. No hace falta estar de acuerdo en todo, pero sí hacer lo tuyo con respeto a la música y a tu público.
—¿Qué consejo les das a los artistas emergentes?
—Solo digo que todo artista tiene que concentrarse en mejorar su voz, esto es lo importante, más allá de los concursos. Los concursos televisivos distraen mucho al artista.
—¿Vale la pena concursar afuera?
—Yo creo que sí si se quiere surgir. Paraguay tiene poco mercado. Mirá los Kchiporros, Tierra Adentro y tantos otros, tuvieron que salir.
—Te vi muy contenta viajando
—¡Sí!, viajé en abril con Eurolatin, fuimos al Festival Arpas al fin del Mundo, en Concepción, Chile. En mayo estuvimos con la Sinfónica en Bs. As., en la Feria del Libro. A la par del libro paraguayo, están incentivando mucho lo referente a José Asunción Flores, y nosotros cantamos varias de sus canciones. La guarania está postulada ante la Unesco para ser reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
—A quién considerás un referente folclórico en el ámbito nacional
—Muchísimos. Entre ellos los dúos Méndez-López, Mongelós-Torales, Pérez-Peralta. Los grupos Surgente, Generación, Los Indios y Los Indianos. Los solistas: Betty Figueredo, América Ferreira, Lizza Bogado, Rolando Ojeda.
—¿Qué valores resaltás del Paraguay?
—Empatía, generosidad y amistad.
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—¿Qué cambiarías del paraguayo?
—La hora paraguaya y la falta de perseverancia a la hora de trabajar por sus sueños.
—¿Qué canción paraguaya te llega más?
—Tres: Ñane aramboha, Mis noches sin ti y Canto al Paraguay.
—¿Cuál es tu debilidad en la comida típica?
—Chipa guazú.
—¿El lugar más lindo que conociste en Paraguay?
—La Basílica de Caacupé y los cerros.
—¿Qué costumbre paraguaya te conquistó?
—La ropa típica, el mate, la fiesta de San Juan.