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Palabras... A quienes circulamos entre ellas nos quedan dos recursos. Hacer lo habitual. Usarlas como herramientas en la vida cotidiana y desentendernos de todo lo accesorio, o bien adoptar la actitud opuesta: Cazar las frases como mariposas y coleccionar las más llamativas, deformar ciertos fonemas para inventar nuevas palabras. Si mirón es quien cultiva el hábito de fijarse en todo, la propuesta es transformarnos en escuchónes. Desarrollar al máximo un tercer oído para descubrir qué tantas sorpresas puede deparar a nuestro tercer tímpano. Desde el hola –esa apertura al ajedrez de la charla- comienzan las perplejidades. ¿Cómo es que nos tratábamos con la profesora de inglés? ¿De vos o de usted? Casuística intrincada esta de los pronombres y los tratamientos. ¿A la gerente de la óptica la tratamos de señora, señorita o acaso doctora? ¿Con el arquitecto que está dirigiendo la reforma de la casa, cómo y cuándo decidir el momento de pasaje de lo ceremonioso a lo familiar? Entre lo espero Gómez al te espero Gómez media una tierra de nadie, a veces muy ardua de franquear.
Tarea de escuchólogos sería también desentrañar los distingos a veces sutiles a veces nada sutiles de ciertos títulos que la gente dispensa. Para los hombres el don fulano, el jefe, maestro, proesor (entre el respeto y la tomadura de pelo). En la otra punta de la escala aparece el cariñoso hermano, brother, bro. En cuanto a las mujeres, cómo reaccionar ante el sorpresivo trato afectuoso impregnado de ninguneo de la cajera del supermercado que te sale con un ¿querés factura mamita? Yo he llegado a responder: pero por supuesto mijiita. Es muy divertido observar el descoloque de la profesional del pos y del vuelto. Que los tratos se prestan por igual al halago y al menoscabo. Todo depende de la mala o buena intención de quien los emplea. Las jergas grupales son radiografía del yo colectivo, es casi lenguaje de tribu, al cual, en el caso local, se accede usando palabras palabras como mataburro, vaí-vai, radio so´o, bolaterapia, etc. Conversamos, dialogamos, departimos, perorateamos, platicamos, discurrimos, debatimos, comentamos y sin falta aparecerá la belleza icónica de la mesa bien puesta, la épica de la cerveza bien helada, la virulencia de los haters, la mención al roomie antes llamado compañero de cuarto. Al frenillo ahora se le dice bracket y machirulo, machirula a quien antes se tildaba de machista. También son casi obligatorias algunas frases como por ejemplo, que la situación de las ONG admite muchas lecturas, y alguien suma que todo depende del punto de escucha. Una palabra lleva a la otra, rodeos a que obligan las fobias, la timidez, la autocensura. Al final se puede sugerir que cuanto sucede molesta porque está fuera de contexto.