La canasta mecánica -

PALABRAS - La gente inculta, desconocedora de los secretos del lenguaje, hablamos con prisa y sin pausa, a troche y moche. Hablamos porque sí y abundamos en errores. Por suerte están alertas estos comunicadores que nos corrigen y son verdaderos genios del idioma. Aunque en materia de palabras no todo es página tal o cual del diccionario.

La canasta mecánica
La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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Al emplearlas, las hacemos nuestras, les imprimimos nuestro sello. Y cada frase que pronunciamos nos identifica, como el timbre de voz o las impresiones digitales. Por eso decís que Ayelén Alfonso “te copa”, que tal periodista es un facho, un plomo, un boca sucia, que “no te bancas” la persecución a las ONG, que la camioneta “se hizo pelota”. Son parte de jergas grupales, porteñas en este caso, aunque parezca argel decirlo y yo me abongo.

Los comunicadores bien hablados son esos que se expresan con palabras sabias, pensadas y siempre acertadas. Son como vigilantes del lenguaje y se alarman cuando se señalan los indicios de la existencia de un neofascismo que se está organizando en nuestro vecindario. Vociferan condenando nuestra ignorancia, porque tildamos de fascistas o neofascistas a las conductas totalitarias de nuestros políticos que están en medio de una campaña feroz de desprestigio de las ONG (Organizaciones No Gubernamentales). De pronto y con llamativa urgencia, surgen legisladores cartistas muy patriotas, que de repente nomás, por su cuenta y sin que nadie les sople un discurso foráneo descubrieron que las ONG socavan nuestra soberanía, vienen a pervertir nuestra perfecta incorrupta democracia, en un trabajo financiado con el dinero de los satánicos Soros y Bill Gates. Y que como profetizó Lizarella, uno de sus más abyectos objetivos es homosexualizar a su prole. Por qué se les puede llamar fascistas o neofascistas a este grupo de “patriotas”.

El neofascismo es una ideología de extrema derecha y de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial que incluye importantes elementos del fascismo: ultranacionalismo, antifeminismo, xenofobia, homofobia y oposición a la inmigración, así como oposición a la democracia liberal; copan las bancadas del parlamento y las manejan a su arbitrio, en nuestro caso para beneficio particular para crear puestos con sueldos siderales e instalar nepobabies, parientes y vecinos.

Reconozcamos que se produjo una banalización del término fascismo. No obstante, la creencia en esta banalización como tópico puede llevar a una incapacidad o reticencia de identificar a tiempo a los movimientos fascistas modernos como tal, en la medida en la que exista alguna diferencia con el fascismo original.

El autor de Anatomía del Fascismo, Robert Paxton, por ejemplo, se negó a tildar de fascista a Donald Trump, hasta que el asalto al Capitolio del 2021 le hizo cambiar de opinión.

Uno de los muchos elementos en común de esta ola de ultraderecha es una agenda de comunicación y política constante contra las organizaciones sociales que luchan contra la desigualdad estructural de nuestras sociedades occidentales. Algo que forma parte de los derechos fundamentales de cualquier estado democrático y la propia Carta Europea de Derechos Fundamentales ampara el derecho a organizarse libremente para poder defender las ideas.

carlafabri@abc.com.py

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