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Antes de la pandemia del covid hubo un esforzado intento por hacerlo agradable y útil. Una feliz iniciativa lo convirtió por dos años consecutivos en un atractivo escenario de la religiosidad popular con la recordación de la Semana Santa. Los actos fueron multitudinarios. Se creyó que la pausa impuesta por el covid sería pasajera pero se abandonó el cerro a su suerte, no obstante haberse realizado el hermoseamiento con varias y costosas obras para comodidad de los visitantes.
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El cerro había sido víctima por muchos años de la codicia empresarial que le dio un enorme tajo, una irremediable mutilación en muchos años de extracción despiadada de sus piedras. Fue un imperdonable atentado no sólo contra la belleza del paisaje, también contra la personalidad misma de Ñemby.
El drama comienza cuando en diciembre de 1989 se decretó el arrendamiento para la explotación de la cantera a Concret-Mix “por un período de 10 años”. En marzo de 2000, el alquiler se extendió por otros 10 años. En octubre de 2010, al cabo de 20 años del desmedido beneficio a la empresa explotadora -nunca mejor dicho- por otro decreto se le prorroga por dos años más, no obstante el clamor de los pobladores terriblemente perjudicados por dos hechos: la explosión de dinamita que causaba rajaduras en las paredes de sus casas y la acelerada pérdida de un bien público.
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Con todas las protestas, en mayo de 2013 se le permite a la empresa tres años más de arrendamiento. Se llegó a 2016 y el Poder Ejecutivo, por fin a favor de la sufrida población, no extendió la constante prórroga que se venía dando. Con el contrato vencido, el valioso recurso natural volvió a su propietaria: la ciudadanía de Ñemby.
La vuelta a los dueños
Por decreto el cerro regresó a su dueña pero bastante magullada: perdió siete millones de metros cúbicos de piedras que representan unos 150 millones de dólares. Aun con esta enorme herida, Ñemby ama a su cerro y desde siempre se propuso cuidarlo. Es parte esencial de su paisaje. Sin su cerro, Ñemby perdería su rostro y su alma. Por ello, y por lo que queda del cerro, seguirá peleándose contra la codicia feroz que intenta dejar el sitio sin un gramo de piedra que por lo menos recuerde que, alguna vez, ha habido un cerro hermoso y querido.
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El Ejecutivo, por decreto del 4 de julio de 2017, devolvió el cerro a la Municipalidad de Ñemby. Ya había vencido los 30 años de concesión que sólo benefició a una empresa. Para sorpresa de todos, la empresa recurrió a la Corte Suprema de Justicia con la intención de lograr la inconstitucionalidad del citado decreto. ¿Qué documentos presenta la empresa para seguir explotando el cerro? Nada, o peor, unos papeles que para nada sirven para demostrar supuestos derechos. ¿Derechos sobre un bien comunal? ¿Derechos sobre una riqueza natural que, por otro lado, ya la habían rapiñado?
El documento presentado por Concret-Mix es un contrato de alquiler del 2 de julio de 2016 que lleva la firma de Salyn Buzarquis, entonces ministro de Obras Públicas.
El documento presentado a la Corte por Concret-Mix es un contrato de alquiler y no el decreto respectivo como corresponde, tal como se venía haciendo desde 1989. ¿Por qué esta vez no? Porque el contrato expiró y el Poder Ejecutivo hizo lo que tenía que hacer: devolver a la Comuna de Ñemby un bien que le pertenece. Y la Comuna de Ñemby no tiene ningún interés que se siga destruyendo más todavía un patrimonio del pueblo.
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El anterior intendente Municipal, Lucas Lanzoni, dijo a ABC Color: “Sabíamos que iban a recurrir a la Corte como última instancia, porque perdieron todas las acciones judiciales que promovieron en el juzgado de Lambaré, pero no creo que tenga mayor relevancia porque no se violó ningún artículo de la Constitución Nacional”.
Por muchos años los ñembyeenses asistieron impotentes ante la destrucción de su cerro. La codicia iba acabando con la identidad del pueblo, convertida en mercancía. Recién hace dos años concluyeron una parte de los trámites judiciales a favor del municipio. Hay otra que sigue su curso “normal”. O sea, quien sabe cuántos años más habrá de esperarse para que la comunidad vuelva a ser la propietaria de la integridad de su cerro.
De la tragedia al arte
De todos modos, lo que ha sido una tragedia ecológica se convirtió en una ocasión para vigorizar la fe religiosa, las tradiciones, el arte único de los estacioneros. El pedazo que dejó la empresa que explotaba la cantera, sirvió para que el ingenio, la voluntad, la perseverancia, fuese el escenario por segundo año de un suceso asombroso.
Recuerdo otro acontecimiento que hace muchos años había unido el pueblo: la construcción de la torre de la iglesia, que nunca la tuvo. No se contaba con un centavo más que lo que pudiera obtenerse de una feria dominical: mandioca, maíz, poroto, gallinas, patos, etc. Era la contribución voluntaria de los fieles que empujaban el proyecto. Al cabo de mucho tiempo y sacrificio económico, al fin concluyó la torre que se levantó majestuosa, desafiante. Cuando solo faltaba coronar la obra con una cruz reluciente, la torre se vino abajo. Nada quedó más que un cerro de escombros. De esta tragedia doy detalles en mi novela Función Patronal.
Suavizado el dolor, se comenzó de nuevo. Esta vez con mejor suerte, como puede verse desde lejos.
En las dos dramáticas ocasiones –la caída de la torre y la destrucción del cerro- Ñemby dio muestras de ejemplar entereza para sobreponerse de su desgracia con serenidad. Un personaje del dramaturgo español, Alejandro Casona, cuenta la muerte de sus hijos en una mina y termina con esta frase: “Los lloré de pie, trabajando”.
El pueblo volvió a ponerse de pie y trabajó con entusiasmo para hacer de su cerro –o lo que ha quedado de él- un escenario de su fe religiosa, creatividad artística, capacidad de sostener y realizar un proyecto común que demandó discusiones, debates, disensos, pero nunca la intención de abandonar la idea de coronar la propuesta por una sencilla razón: se trataba de un bien común, de un beneficio para todos.
La situación actual
La abogada Gloria Barrios tuvo a su cargo una larga y difícil pelea judicial y nos da el itinerario de los hechos y la situación actual en la justicia:
Luego de más de 50 años de explotación, en junio de 2021, se logró titular el Cerro Ñemby, llegando a 48 ha tituladas.
Hubo muchos conflictos jurídicos e intentos de posesión, no solo por la empresa Concret Mix, también por ocupantes precarios que decían ser ex dueños del Cerro.
Luego de asumir el nuevo intendente, Tomás Olmedo, en noviembre de 2021, se ha desistido bajo su administración de 8 ha cuya reivindicación se había solicitado en su oportunidad.
De las 72 ha que figuran en el decreto presidencial se recuperaron 48, tituladas debidamente e inscriptas en Registros Públicos, en junio de 2021. Quedan pendientes de recuperación 16 ha, que siguen en poder de la empresa Concret Mix, y 8 ha que están para ser reivindicadas.
También pendientes de Resolución en la Corte, el juicio de incumplimiento de contrato planteado por Concret Mix contra la Procuraduría, que en ese entonces se buscaba hacer valer la adenda contractual para una nueva explotación.
Veo con preocupación el desinterés por todo lo relacionado al Cerro Ñemby, no solo a nivel jurídico sino ambiental y como potencial económico.
Desde la intendencia actual se habló de la idea de un hospital en el mismo, a mi parecer, es riesgosa, teniendo en consideración que aún no existe un Plan de Cierre Ambiental, en donde se deje a punto el lugar, luego de la indiscriminada explotación sufrida a nivel ambiental, ese lugar es un potencial económico inigualable del departamento Central pero invisibilizado y poco utilizado para el desarrollo económico y social de la comunidad.