La canasta mecánica

INTERIORISMO—Alguna vez sentí compasión por esos muebles modernos, impecablemente nuevos, que ocupan los espacios de ciertas casas. Aparte de seguir una tendencia que se supone es minimalista, dan la impresión de extraña frialdad. Parecen muebles que se ven obligados a estar juntos cual incómodos desconocidos, sin lazos ni historia en común entre ellos ni con los habitantes de la vivienda. Calculada y fríamente seleccionados por gustos extraños, componen un ambiente no teatral sino falso.

La canasta mecánica
La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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También me tocó ingresar a casas donde la vida está presente en cada centímetro. Sillones desgastados que palpitan historia de travesuras infantiles, de gatos apoltronados, de perros juguetones. Sofás que respiran parejas besándose, mecedoras que hablan de abuelos leyendo cómodamente, mesas que evocan crucigramas hechos en silencio, o alegres juegos familiares sobre la madera noble.

Hoy se usa mucho el hierro, el vidrio, el aglomerado, la melamina. Los vidrios son transparentes pero no muy amistosos, son fríos al igual que el hierro, se ensucian con facilidad y alejan la intimidad. Prefiero siempre la madera, los manteles blancos confeccionados en tela de algodón rústico, o los delicados con randas bahianas antes que los manteles de plástico. O por qué no manteles de encaje de Bruselas, de esos que se heredan, resisten el tiempo calladamente y siguen quedando en las familias donde han escuchado tantas conversaciones, brindis de alegría por un nacimiento, una boda, un ascenso, bienvenidas, despedidas y últimas cenas. No consigo adaptarme a la comodidad del poliéster. Me encantan el aho poi, el encaje ju, el ñandutí.

Los interiores de una casa definen a sus ocupantes. Lo que se ve en la decoración de casas y departamentos son colores neutros, aburridos, sin personalidad, tonalidades de gris y beige, cuando en el mundo la tendencia marca el color peach fuzz, un melocotón suave mezcla de rosa y naranja.

Reductos copiados de internet, estériles e impersonales. En toda casa acogedoramente cálida existe un agradable desorden.

Casi una década después desde que Marie Kondo introdujera en el mundo el hábito del orden en los hogares, doblar los pantalones como pequeños sobres, hasta conseguir su propio programa de Netflix, parece que tener tres hijos ha cambiado radicalmente su estilo de vida.

Según informó el diario The Washington Post, una casa súper ordenada ya no era su principal prioridad.

“He renunciado a eso en el buen sentido. Ahora me doy cuenta de que lo importante para mí es disfrutar del tiempo que paso con mis hijos en casa”, dijo la gurú japonesa del orden.

Sin llegar a las tazas de café abandonadas sin lavar ni a las botellas de agua medio vacías tiradas en el piso, lo hogareño es encantadoramente desordenado. Unos anteojos al lado de un libro abierto, algún juguete por ahí, un cuaderno escolar, un baño social con toallitas de mano usadas. Con el interior de las casas sucede lo mismo que con las personas; los ambientes cálidos, sencillos, honestos, reflejan eso y hacen que nos sintamos en confortable comodidad, como si estuviéramos en nuestra propia casa.

carlafabri@abc.com.py

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