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No se admite una mamá que se equivoque, que sea impuntual o quede dormida. Incluso se espera que por el simple hecho de haber nacido mujer, ella sabe cómo es ser madre por el instinto maternal. ¿Qué sucede si una mujer no sabe ser madre? ¿Falla como mujer? ¿Falla como madre? Romantizar la maternidad es un error, lo mismo que hacer comparaciones con la vecina, la hermana, con la mamá de la película, ni con la propia madre. Cada época, cada hijo, cada hija, cada mujer es distinta.
La maternidad involucra cambios a nivel personal, psíquico, de pareja. Tiene alcances que se disfrutan y otros que no. Y no existe un manual de cómo ser madre. Al final siempre se carga con expectativas propias y ajenas. Esto solo hace que muchas mamás se sientan culpables, se sobrecarguen, olvidándose del autocuidado, de la autocompasión y de la autonomía.
Esto no solo debería de ser un ejercicio de toda mujer, sino de la sociedad, para dejar de presionar, criticar o juzgar a las madres que no son como se espera que “deberían de ser”.
En nuestra cultura, influenciada por la publicidad y las redes sociales, se creó una imagen de la maternidad que, casi siempre, es más un ideal que una realidad. Fotos de mamás radiantes con bebés sonrientes, hogares ordenados, impecables y una aparente facilidad para equilibrar la vida personal y familiar, pintan un cuadro que muchas mujeres encuentran difícil de replicar. Esta versión idealizada pasa por alto los desafíos diarios, como las noches sin dormir, las inseguridades y la constante adaptación a los cambios que implica ser madre y ese pequeño ser que llora y llora cuando más cansada está la mamá, casi siempre sobrecargada de tareas domésticas, de responsabilidades laborales, sociales y administrativas del hogar.
No se trata de rechazar las imágenes perfectas. Se trata de reconocer que esa visión idílica de la maternidad, representa solo unos instantes donde todo parece perfecto, y que es probable que estos momentos no reflejan la cotidianidad.
La maternidad real se aleja de la perfección y se traduce en un territorio lleno de amor, desafíos y autenticidad. Vestir ropa con olor a vómito infantil, lidiar con un llanto inesperado o simplemente disfrutar de unos minutos de calma mientras el bebé duerme. Todo esto también es ser madre.
La perfección es un mito. Nadie tiene una vida perfecta, una familia perfecta, un hogar perfecto, un estándar que parece ajeno a la experiencia común. La idealización de la maternidad lleva a crear expectativas poco realistas, que a menudo resultan en madres frustradas, que sienten culpa por no alcanzar un estándar, un modelo de ser mamá que les resulta estresantemente inalcanzable.