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“Carlos Colombino, en un momento determinado, había tomado como una figura de Meliá, que es como un poco la figura de imaginar un país difícil de ser vivido, como para reimaginarlo, reinventarlo. Y en cierto sentido, el arte es eso lo que hace, reinventa la realidad, la reimagina, incluso a veces para peor”, comienza explicando Ticio Escobar sobre la muestra que tuvo lugar en el Museo del Barro bajo el nombre de Arte para (imaginar) un país.
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El mismo relata que Bartomeu Meliá tiene un libro que se llama El Paraguay Inventado, y Colombino había hecho una exposición, no exactamente con ese título, pero sí con esa idea de inventar un país, y eso se basó en lo siguiente: ir mostrando el patrimonio, el acervo creciente del museo, lo que se había acumulado en un número de años, las nuevas adquisiciones, enriqueciéndose también con el aporte de artistas, de coleccionistas, de instituciones, etc.
“Esta exposición reúne dos décadas de silencio, de ir trabajando en otras cosas del museo, la infraestructura, los guiones de las exposiciones, publicaciones, y luego de dos décadas le dedicamos un tiempo de curaduría, de expografía”, aporta Osvaldo Salerno y señala que esta muestra nació también de la idea de mostrar lo que se reunía en el museo, lo que se colectaba, clasificaba, estudiaba, lo que se enfocaba, en últimas, para un país.
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El Museo del Barro –agrega– es un centro abierto a la ciudadanía, incluso para mostrar otro perfil del paraguayo, y es en esa línea que entra el arte indígena, el arte campesino, mestizo, y el mestizado. “Esa es otra forma poliédrica de mostrar un país que tiene muchas caras, que tiene muchos aspectos oscuros, feos, no gratos, tiene también zonas luminosas que el arte nos trae”.
Aclaran que no se trató de rendir cuenta con un inventario, sino de rendir cuenta con una apuesta necesaria. Por eso el acercamiento que hacen al patrimonio que se muestra en el Museo es desde lo artístico, ya que no se trata de un museo etnográfico. “Sobre todo el arte contemporáneo es un arte que cruza en diagonal muchos campos; aunque no sea un museo de historia, ni un museo de ciencias naturales, ni un museo de antropología ni de etnología, cruza también material de antropólogos, historiadores, sociólogos”.
Esta exposición reunió todo tipo de técnicas y, cada una de las exposiciones, condensan un poco el guion del museo que es justamente poner en un mismo nivel de equivalencia el arte popular, el arte indígena, el arte contemporáneo, y que también tiene su historia y sus pasiones el arte en cierto sentido colonial, o el arte republicano del siglo XIX.
En una primera sala se dispuso una exposición de fotografías de obras que escapan de lo puramente fotoperiodístico, aunque sí se haya insistido en poner situaciones de denuncia, incluso la situación indígena, pero todo desde el punto de vista de la buena fotografía. Se mostraron obras de Alejandra Mastro, Javier Valdez, Bjarne Fostervold y otros. “Muchas de las fotografías están hechas para comunicar y asomarse al Paraguay también desde afuera”.
También se pudo observar una colección de fotografías de comienzos del siglo XX, con el texto original de Robert Lehmann-Nitsche, quien las publicó. El mismo era el editor de Boggiani, comentan.
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La muestra continuó con una sección sobre la muerte, la misma consta de piezas donadas por un imaginero, una especie de chamán, un santero argentino que talla con huesos humanos. También se mostraron piezas precoloniales de la cultura de Centroamérica, piezas de cerámica colonial y actual, en un juego de formas que se vinculan.
Enfatizan el concepto de arte que comunican, que no es un arte encerrado, encapsulado, sino que sus dominios están siempre a puertas abiertas, de entrada y salida, a veces en el límite. La muestra también incluyó fotos de Freddy Casco, quien hace una reflexión política, histórica, manipulando fotografías con la figura del dictador Stroessner. “Hay piezas muy contemporáneas, muy modernas”. Se mostró una donación de muñecos zapatistas, de parte de Ida Rodríguez, una gran historiadora de arte mexicana, que vino y quedó encantada con el museo, por lo que decidió donar su colección.
Trajes del artista Rolando Rasmussen lucieron en comunicación con un recorrido que incluyó, además, sillas ceremoniales guaraníes, piezas de tejido indígena y obras de artistas como Marcos Benítez, Lilian Cameli, Bettina Brizuela, Claudia Casarino, Karina Yaluk, entre otros. También se incluyeron “algunas rarezas”, como, por ejemplo, anteojos a través de los cuales veían el mundo Ricardo Migliorisi, Ignacio Núñez Soler, Josefina Plá y otros. “Son cosas que no son arte, pero que tuvieron que ver con el artista”. En este contexto también se mostraron objetos como los mates payaguás originales que Josefina Plá había regalado en vida al museo. “Hay cosas que tienen que ver más con el afecto”, subrayan.
Más info
Museo del Barro: Grabadores del Cabichu’i 2716 y Cañada
https://www.museodelbarro.org
Instagram: @museodelbarro
Facebook: CAV/Museo del Barro