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Tras la procesión de la figura de Jesús montado en un burro al son de la Bandita al Señor de las Palmas arrancó la Semana Mayor en el templo de la Encarnación. La procesión partió de la Plaza Italia en medio de la algarabía del vecindario.
Los programas siguieron con el Lunes, Martes y Miércoles Santos con misas en las que también se cantaron los salmos y los himnos de las vísperas solemnes, acompañados por el sonido del órgano tan emblemático que posee la iglesia de La Encarnación. “El cántico de las vísperas en la misa antiguamente era muy frecuente, hoy se reduce casi al ámbito de los monasterios y seminarios”, detalla el cura párroco de La Encarnación, padre Hugo Fernández, principal impulsor del rescate religioso y tradicional de estas fechas santas para el Cristianismo.
Hasta la comisaría
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El Jueves Santo, además de la acción litúrgica propiamente tal, se realizó la procesión del Señor de la Columna hasta la comisaría tercera, donde quedó “arrestado”. “Este acto antiguamente formaba parte de las varias procesiones que quedaron en desuso poco a poco en el Paraguay, los relatos de Semana Santa de principios del Siglo XX aún nos cuentan que el Lunes Santo se sacaba en procesión las imágenes de la Virgen dolorosa, el Martes Santo las procesiones eran del Cristo Nazareno, el Miércoles Santo se dedicaba a la devoción y procesión del Señor de la Paciencia y el Jueves Santo en la noche las procesiones del Cristo de la Columna hasta los puestos de los Juzgados o comisarías. Este acto era un recuerdo del apresamiento de Jesús en la noche de aquel Jueves Santo, cuando fue llevado para ser Juzgado ante el Sanedrín y las demás autoridades”, explica el sacerdote.
“Nosotros hemos aprovechado para rezar por los presos, los los agentes de la seguridad y la justicia y sobre todo pidiendo a Dios el cese de las injusticias”, acota.
Desde esa noche los sonidos de las campanas se detuvieron para dar paso a los golpes de matraca que anunciarían todas las demás celebraciones hasta entrada la noche del Sábado Santo.
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Algunos devotos repartieron esa noche chipa, como antiguamente se hacía, como un signo de compartir el pan para el sustento del ayuno del día siguiente.
El calvario
En su recuento de la Semana Mayor, el padre Fernández relata que el Viernes Santo en la mañana una inmensa cantidad de gente fue recibida en el templo que abría sus puertas a las 7:00 de la mañana. Quienes cumplían con el ritual de visitar las 7 iglesias también encontraron en La Encarnación al cura párroco que desde el confesionario les impartía el sacramento de la reconciliación.
A mediodía, a semejanza de lo que indican los Evangelios, los hermanos de la Hermandad de Jesús, con mucha solemnidad y piedad realizaron el acto de la crucifixión del Señor, en un calvario armado en la nave central del templo.
“El Cristo Yacente que posee la parroquia es una imagen de madera de talla popular de finales del siglo XIX y cuyas articulaciones ayudan aún más a la dramatización de aquel evento que arrojó algunas lágrimas en los participantes. A las dos de la tarde se reflexionó las Siete Palabras de Jesús en la Cruz para luego dar lugar a la liturgia oficial de la Pasión del Señor”, comenta el pa’i Hugo Fernández.
Procesión del silencio
Otro signo tradicional de antaño que ya muy pocas veces se aprecia en la Semana Santa en nuestras parroquias es la Procesión del Silencio. Una vez terminada la liturgia de la pasión se procedió al descenso del cuerpo de Jesús de la cruz y se lo colocó en un féretro ricamente adornado, para proceder a salir en procesión por las calles del vecindario. “Profundo silencio, piedad y emoción se vivieron durante esas horas. Posteriormente, a las 19:00, se rezó el oficio llamado Liturgia de las Tinieblas, que consiste en rezar y cantar todos los salmos e himnos que estipula la liturgia mientras se van apagando las velas y las demás luces del templo hasta quedar a oscuras, simbolizando la oscuridad que llegó al mundo con la muerte de Jesús, quien descendió al infierno. Con esa liturgia se culminó el día dando paso al silencio mayor”, sigue el recuento del cura párroco de La Encarnación.
El Sábado Santo, en un clima de silencio a la mañana, varios feligreses realizaron el Saludo a la Virgen María, meditando los dolores de ella en un acto llamado Mis Pésames Tupasyme.
Al caer el sol se dio lugar a la tradicional y solemne Vigilia Pascual, que es la celebración del anuncio de la Resurrección del Jesús. Terminada la liturgia tuvo lugar el Tupasy Ñuguaiti, un acto en donde se representa el encuentro de Jesús Resucitado con María, su madre, quien, según una antigua tradición, guardó en silencio el acontecimiento de ser la primera en ver a su hijo resucitado, cambiando las lágrimas de tristeza por lágrimas de alegría, un gran regocijo, aplausos, abrazos y el estruendo de fuegos artificiales dio fin al solemne Triduo Pascual en La Encarnación.
De este modo, la iglesia diseñada por el arquitecto Giovanni Colombo, la primera que tuvo Asunción desde la Casa Fuerte, la que soportó el gran incendio en 1889 y actualmente está ubicada en su quinto emplazamiento, una colina que la eleva más hacia el cielo desde 1912, recuperó parte de su mística, religiosidad y tradición.