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Los humanos separamos nuestra existencia en dos campos: lo consciente y lo inconsciente, la cultura y la naturaleza, el orden y el caos. Lo consciente, cultural y ordenado proveen de seguridad y estabilidad; lo inconsciente, la naturaleza y el caos son fuentes de desorden e incertidumbre.
La tendencia al pensamiento dualista es reflejo de la relativa economía que esta visión representa. Mantener una visión dividida del mundo permite ahorrar la energía y el esfuerzo de conocer cada fenómeno y objeto en su particularidad, en su lugar optamos por guiarnos con base a estereotipos y preconcepciones construidas sobre discursos sociales. La búsqueda de una concepción del mundo que trascienda esta dualidad, es el objetivo de muchas vías mágicas, religiosas y místicas. Dicha trascendencia es encontrada a través del desarrollo de la capacidad para mediar entre ambos polos de la realidad, no escogiendo uno de los dos lados.
Ya sea un meteoro, una explosión volcánica, un terremoto o un relámpago, existen fenómenos que perturban la paz mental de la gente de todas las épocas, sobre todo aquellos fenómenos para los cuales no hay una explicación.
Las fuerzas de lo perturbador producen miedo. Sin embargo existen seres que pueden manipularlas: chamanes, curanderas, brujas, hechiceras, magos, sacerdotes. Profesionales que ejercen su conocimiento en los límites que bordean lo desconocido, el caos. Su condición determinada por el saber que poseen los transforma en personas aisladas, a las que puede ser peligroso acercarse.
Sagrado también es todo aquello que, en función de poseer una cualidad perturbadora del orden establecido, es expulsado del campo de lo mundano. El campo de lo mundano es un plano de repetición y estasis, esto último se refiere a la estabilidad en el proceso evolutivo de las especies. Sin embargo, los objetos de la vida profana están sujetos a los embates del tiempo, del desgaste. Lo sagrado, lo perturbador, es también aquello que tiene el poder de brindar renovación y renacimiento tanto a los individuos como al cosmos. Por ejemplo el tema del bautismo: se trata del retorno a las aguas primordiales de lo inconsciente, para resurgir de las profundidades como un ser humano recién nacido.
Lo sagrado lo asociamos a un altar. Hay muchas formas de altar cotidiano, altar doméstico, altar personal, como las que podemos encontrar encima de los tocadores femeninos, junto a los objetos valiosos que solemos colocar allí como joyas, regalos, ramilletes, fotos o perfumes, como yacimientos arqueológicos. Transformar elementos básicos en otros más sublimes es alquimia.
Desvalorizar las creencias religiosas desde la superioridad intelectual es irrespetuoso de las experiencias religiosas y las creencias de otras personas.
Recordar lo que se supone que no debemos recordar se convierte en un compromiso sagrado con nuestros antepasados. Cuando los celebramos, cuando los honramos, nos celebramos y honramos a nosotros mismos.