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Aquella campanilla agitada por la maestra en el corredor llamando a la fila para cantar el Himno nacional. Ese uniforme de impecable blancura que terminó enchastrado en el recreo, el pizarrón y la tiza, los dictados que iban al anotador con lápiz de papel y los deberes de primorosa caligrafía con lapicera para merecer un sello...
Quien más quien menos comparte estos recuerdos de generaciones pasadas por las aulas de escuelas públicas. Y aunque tal vez las lecciones esencialmente sean las mismas, los tiempos cambian y van evolucionando a través de generaciones.
Desde que comenzó la educación en el Paraguay en el momento mismo de la conquista y colonización el aprendizaje ha tenido sus pasos y momentos. Una evolución cronológica que refleja los principales acontecimientos y el contexto nacional e internacional.
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En el Museo Mbo’e, inaugurado en octubre del año pasado, en la Manzana de la Rivera con parte de la colección del historiador David Velázquez Seiferheld, quien también dirige la puesta de la colección, una narrativa cronológica y artística de la educación paraguaya.
La museografía de Osvaldo Salerno y Félix Toranzos se complementa muy bien con intervenciones propias junto con las de los artistas Celso Figueredo, Mónica González y Marcos Benítez. “La idea es estimular el repaso de la historia de la educación, no solo a través de los objetos expuestos, sino también a través del arte”, apunta David Velázquez Seiferheld al destacar el aporte de la Fundación Itaú en el proyecto.
Han sido parte de la formación escolar de varias generaciones, aparte de los libros, el ábaco para las matemáticas, el globo terráqueo –la representación más famosa de la Tierra– y el planisferio, aunque de menos uso.
Los portafolios de cuero repujado han quedado como reliquias y las paletas de castigo como vestigios de cuando el método era “la letra con sangre entra”.
Copistas y manuscritos
Antes de que apareciera la imprenta en la entonces provincia del Paraguay estaban los copistas y –antes de los libros– los manuscritos, elementos esenciales en la educación de la época colonial.
Entre los objetos más antiguos expuestos en las salas y que datan de ese tiempo se destaca un manuscrito de 1802 que perteneció a Eufrasio Villalba, joven seminarista del Seminario Franciscano que funcionaba en el entorno de la hoy Plaza Uruguaya. “Probablemente haya sido el último propietario porque en aquella época los libros se copiaban a mano y también pasaban de mano en mano entre los estudiantes. El contenido corresponde a un anotador de Lógica, Física y Teología, materias propias de un seminarista”, aclara Velázquez Seiferheld al mostrar otros como los Apuntes del Aula de Filosofía de 1843, perteneciente a Daniel Sosa, ordenado después sacerdote y que incluía Metaphysica y Lógica entre las lecciones.
Con envidiable caligrafía de pluma se puede apreciar otra joya escrita a mano en los tiempos de Carlos A. López: Apuntes del Aula de Derecho Civil y Político, de Juan Andrés Gelly, de 1850.
De la época de la imprenta tenemos un ejemplar muy antiguo y rarísimo del Catecismo de San Alberto, del acervo del Museo Eclesiástico Juan Sinforiano Bogarín.
Dos muebles marcan el contrapunto en la pedagogía paraguaya desde sus inicios a la etapa moderna. El enorme banco con caja para los útiles, fijo, mirando siempre hacia el profesor, del acervo del Museo Eclesiástico Juan Sinforiano Bogarín y la silla con pupitre, móvil, más moderna y maleable a las necesidades del aprendizaje y la integración en el aula de tiempos más actuales. Un salto en la educación a través del mueble.
La guerra y posguerra
Durante la Guerra contra la Triple Alianza la impresión de materiales no se cortó y se destacan los periódicos de trinchera, El Centinela y Cabichuí, también con ilustraciones realizadas a mano y copiadas en imprenta para su distribución, aunque limitada.
Terminada la hecatombe arranca un periodo de reconstrucción y modernización de los objetos de la educación, aunque con grandes dificultades económicas. En ese periodo, pese a las adversidades, aparecen dos obras paradigmáticas de las dos posiciones en conflicto con respecto al pasado: el libro Compendio de Historia del Paraguay por Teram y Gamba, antilopista, pero liberal, regeneracionista, y Compendio Elemental de Historia del Paraguay, de Blas Garay, quien sin ser lopizta hace un balance más ajustado del pasado con documentación que trabajó de manera sistemática en los archivos. “Estos dos libros fueron conflictivos en su momento porque tienen dos valoraciones opuestas entre sí del pasado”, comenta nuestro guía.
Entre otras rarezas de la época se cuentan el libro Historia de los Antiguos Pueblos de Oriente, del alemán Scholosser, traducido al castellano en el Paraguay, en 1897, por Rafael Lebrón.
Por esta época arranca la formación científica del magisterio a través de la Escuela Normal, etapa que se ilustra con una fotografía de 1906, en la que aparece con sus alumnas-maestras la directora de la institución, Concepción Airaldi, cuyo retrato es el que aparece en el billete de G. 2.000 y se atribuye erróneamente a Celsa Speratti.
Las correcciones de las maestras eran bien extensas y contundentes. Una prueba es la crítica de una clase de lectura que en 1925 realiza la maestra señorita María Flora Candia a una alumna en el grado Adela Speratti. “Entonces se acostumbraba a poner a las aulas el nombre de un personaje importante”, aclara Velázquez.
Un elemento importante para el aprendizaje de la lectura y la escritura eran las pizarritas de fabricación casera utilizada hasta mediados del siglo XX.
Prensa educativa
En el siglo XX aparecen entre las primeras impresiones la Revisa del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional, que junto con otras son una muestra de la Prensa Educativa, especializada en educación, separada de las noticias de los diarios. “Surgió en 1888 con la aparición de una revista la moderna enseñanza. Era una revista oficial del Consejo de Educación donde se va delineando este campo que llamamos periodismo educativo. Se sale de la noticia. Estaba destinado al público de la comunidad educativa”.
Kavure’i es la primera revista educativa paraguaya, que se produjo entre 1917 y 1921 dirigida por Juan Ramón Dahlquist. De la época son varios libros de textos como Historia de la Patria, del Padre Tavarozzi, salesiano; Nociones de Derecho Constitucional, que se utilizaba en las cartillas cívicas, con la educación cívica de los niños”, detalla el historiador.
El uniforme
El uniforme aparece en las primeras décadas del siglo XX y en la muestra se representa con un guardapolvos de muy buena confección. “La idea es mostrar que en este momento de la historia también surge la idea del uniforme. Primero fue el azul marino y, después, el guardapolvo blanco, por razones de higiene para que pueda notarse si los alumnos lo cuidaban o no. Aparte de ser un símbolo de igualdad, que es el significado original del uniforme, detrás del vestuario blanco está la higiene y el cuidado de las prendas de vestir que uno llevaba a la institución”, cuenta Velázquez Seiferheld.
Una mención especial merece un atuendo que replica la vestimenta del mariscal Francisco Solano López y que lo utilizó José Luis Ardissone, en 1949, para recitar la poesía La Noche Antes, de Goycoechea Menéndez, en la Escuela República Argentina en recordación al Día de los Héroes.
“El culto a los héroes, como lo conocemos hoy, comienza en la escuela. Pero en principio no fue López el homenajeado, sino el general José Eduvigis Díaz cuando el mariscal aún estaba vedado”, dice el docente.
Recién, a partir de 1936, durante el gobierno de Rafael Franco el mariscal Francisco Solano López fue reivindicado y elevado a la categoría de Héroe Máximo de la Nación y desde entonces las representaciones giraban en torno a él”.
Un par de zapatos de los años 40 cuentan toda una historia en la educación paraguaya, por los problemas de salud que implicaba a los niños andar descalzos.
Iglesia y Estado
Un capítulo se relaciona con la relación Iglesia-Estado que se reflejaba en la enseñanza y ha tenido sus etapas desde la época de la conquista y colonización, luego a través de las Reducciones Jesuíticas y con el Catecismo de San Alberto en tiempos de Carlos A. López.
Al amparo de la Constitución de 1870 había llegado la modernidad a la educación. Desde 1902 hasta 1957 la educación pública paraguaya había sido totalmente laica. Pero la influencia de la Iglesia católica reaparece a partir de la Reforma de 1957, cuando surge cierto ideario cristiano a los fines y objetivos de la educación paraguaya.
Las mujeres
La incursión de las mujeres que se daba tímidamente en la educación en el siglo XX da un salto y como muestra se tienen muy artísticos certificados, como los de la alumna Pabla Rojas, egresada de una Escuela Profesional Femenina dirigida por la señora María F. de Casati, donde primero se gradúa de Maestra Elemental de Corte y Confección y luego, años después, en 1930 es Profesora Superior de Corte y Confección en la Academia de Labores Femeninas, de la misma directora. “Con esto ella podía enseñar en Escuelas y Colegios sin pasar por la Escuela Normal tal como le acreditan importantes firmas de la época como la misma directora y la supervisora –entonces inspectora– Lucía Tavarozzi, autora de varios libros de matemáticas”.
La Guerra del Chaco trae cambios en la educación, pues influyó en el rol de la mujer al empezar ellas a incursionar en las oficinas, mientras los hombres iban al frente de batalla. Es así que en la Escuela de Comercio aparecen mujeres entre los estudiantes de dactilografía y que van a ocupar el lugar de oficinistas en los espacios dejados por los varones movilizados o reclutados.
La contienda también se libró en los libros de las escuelas, cuadernos y textos para los estudiantes, incluyendo los mapas del Paraguay con los territorios históricamente reivindicados por nuestro país.
El gran maestro Ramón Indalecio Cardozo
En las primeras décadas del siglo XX tiene lugar la Reforma de Ramón Indalecio Cardozo cuyo retrato a carbonilla resalta en la sala, donada por los descendientes de la familia. Con su primer libro se instala la Pedagogía Contemporánea y nacen los primeros libros de lectura sugeridos para estudiantes. Primero eran de autores extranjeros que vivían en el país como el caso de Fermín Domínguez (español) y W. J. Molins (uruguayo) con Lecturas Selectas Paraguayas que incluía textos no solo nacionales, sino de la literatura universal.
Grandes maestras de esa época fueron Catalina de Cáceres, Clotilde Bordón y una de las primeras poetisas del país HEBE, cuyo nombre era Teodosia Ramírez, maestra pirayuense que dejó huellas en Pirayú, Yaguarón y Carapeguá en tiempos de la Guerra del Chaco.
El magisterio también se involucraba en las actividades culturales como se puede apreciar con la revista Letras, dirigida por el maestro Manuel Riquelme. “Era una época de mucho involucramiento del magisterio en actividades culturales. Había mucho liderazgo, mucha influencia de los maestros en la cultura en general y la difusión cultural”, subraya Velázquez.
Por la falta de tecnología los textos escolares hasta mediados del siglo XX no se imprimían en Asunción, sino en Buenos Aires. La gran diversificación empieza a notarse con los textos de Concepción Leyes de Chaves, el uso de juguetes didácticos, calculadoras, rompecabezas y el aporte de la revista Farolito, que llegó a tirar 1.000 ejemplares en su mejor momento.
La presencia y el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos llegan a través de las publicaciones de la Alianza para el Progreso. “La contribución del Gobierno de EE.UU. llegó a representar el 66% del total presupuesto educativo en algún momento entre fines de los sesenta e inicios de los setenta”.
El periodo represivo también se refleja en el museo con los mapas en los que resaltan la fotografía de Alfredo Stroessner con las de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos A. López, el mariscal Francisco Solano López y el mariscal Estigarribia, que en algún momento desaparece por ser liberal.
La guinda es la ficha del docente José Parra Gaona cuyo original se halla en el Archivo del Terror y que marca la era represiva dictatorial que también afectó a los docentes.
¿Antes se aprendía más?
En educación no todo tiempo pasado fue mejor aunque pareciera. Mucha gente se pregunta si antes se aprendía más y mejor comparado con la actualidad.
Para David Velázquez “hay un poco de mito en esto porque los archivos dan cuenta de que los rendimientos no eran tan buenos. Pero también es cierto que es una época en que el medio privilegiado de contacto con el niño es el libro o el diario. Hasta los 60 la televisión no entra al país. El primer canal empieza en 1965 con repetidoras muy posteriores y un segundo canal que aparece en los 80. Entonces, el medio de aprendizaje por excelencia era la lectura. La gente leía, quizás menos textos, pero con mayor avidez porque era la forma de enterarse de lo que pasaba en el mundo”.
Un grupo grande de maestras ponía mucha atención a la lectura intensiva. “A lo mejor no leían una gran cantidad de libros, pero sí mucho, con intensidad. Entonces esa sería una de las razones por las cuales nos parece que mucha gente estaba más preparada antes que hoy. Pero había bajas calificaciones y muchos aplazos, muchos se retiraban antes de terminar el año escolar, suspensión de clases por una guerra civil o epidemias”.
Educación y voto
Una urna electoral de madera fechada en 1919 cuenta una historia muy ligada a la educación. “Ese año se realizaron por segunda vez en el Paraguay las elecciones mediante el voto secreto, pero la condición para sufragar era saber leer y escribir, pues había que agregar nombres a la boleta o si uno era parte de la mesa debía firmar”.
El objeto muestra la importancia que tenía la educación en el cumplimiento del deber cívico del voto. El analfabetismo era una barrera real para ejercer ciudadanía. Además el voto era exclusivamente masculino, pues recién en 1961 las mujeres votaron por primera vez en el Paraguay con la ley de los derechos políticos de las mujeres.
Más info
Para agendar visitas al Museo Mbo’e se puede llamar al teléfono (0976) 372-442