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No hay definiciones que especifiquen con claridad a qué nos referimos cuando hablamos de bien común. En su acepción tradicional, tal como lo encontramos en pensadores como Platón y Aristóteles, y posteriormente en Santo Tomás, el concepto sigue ambiguo en relación con su contenido. No obstante, el concepto fue haciendo historia, y en la actualidad sigue siendo utilizado, sobre todo en el ámbito de la política.
Para Aristóteles, la formación de cualquier comunidad requiere un bien común, porque el fin de la ciudad es el vivir bien.
El aire, el oxígeno, la buena calidad visual, el paisaje sonoro de una ciudad, son un bien común. Por lo que resulta un atentado al bienestar de la ciudadanía la proliferación desorganizada de edificios torres que afean el panorama, contaminan la vista y atropellan la eco-tranquilidad de barrios de casas bajas familiares. Así la gente es expulsada de su hábitat y se ve obligada a un éxodo injusto.
En el siglo XX, Friedrich A. Hayek ( escuela austriaca) propuso que en una sociedad libre, el bienestar general consiste principalmente en facilitar la persecución de fines individuales que no se conocen.
El aspecto principal de esta visión es el reconocimiento de que cada persona tiene sus propios valores y busca alcanzar sus propias metas, de modo que ninguna autoridad está en condiciones de conocer cuáles son tales aspiraciones individuales, y por lo tanto, son incapaces de provocar un bienestar general o un bien común.
Digamos que el bien común es una multiplicación. Si una persona tiene 20 mil y otra cero el resultado de la multiplicación es cero. El Estado debería estar para velar por una igualdad en la diversidad, porque todas las personas, toda la ciudadanía formamos una nación, y vivimos en el mismo país.
El Estado es la institución política que persigue la satisfacción de las necesidades administrativas y de orden público en el seno de la sociedad. En cambio nación puede definirse como una comunidad unida por vínculos culturales, históricos y económicos que habita en determinado lugar geográfico.
Con los procesos de globalización, surgen nuevas relaciones locales, regionales e internacionales, nuevos movimientos sociales y nuevas formas de producción, de enriquecimiento y de combate de la pobreza. También aparecen nuevas formas de poder y de dominación, de marginalidad y de exclusión. Todos estos fenómenos producen condicionamientos inéditos para la acción individual y colectiva, y presentan nuevos desafíos para la formulación de una ética pública en los ámbitos de la economía, la política y la cultura. También ponen de manifiesto el alcance y los límites del concepto tradicional de bien común y abren un horizonte de posibilidades para su rehabilitación en el contexto de sociedades pluralistas y democráticas.