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“Ingrid es una artista que propone un mundo intangible a través de la escultura. La temática en sus obras se plasma en la figura humana, las formas abstractas y los elementos en proceso de transformación. El bronce, hierro, la marmolina y la cerámica son los elementos con los que materializa sus ideas”, comentan desde el Centro Cultural del Lago y agregan que, en esta exposición, las esculturas de cerámica de la artista son el resultado de una nueva forma de crear con la arcilla y la quema, de alta temperatura en el horno Noborigama de la Asociación de Artesanos de Areguá, “que vitrifica las obras, dándoles un fascinante aspecto de troncos petrificados”.
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La muestra es una revisión de los elementos con los cuales trabaja, dice Ingrid. “Yo trabajo siempre la escultura a partir de la cerámica y paso después a la cera de abejas y después de la cera de abejas se transforma al bronce. Entonces, son elementos naturales muy esenciales que pasan por mi mano. En el caso de la arcilla, mucho tiempo la trabajé como un elemento para llegar al bronce, pero en realidad la arcilla es el primer paso y después de ir investigando la escultura en bronce quise volver a darle el protagonismo a la arcilla”.
En este caso comenzó a replantear la esencia de la conexión con la naturaleza, de qué manera esto se transforma constantemente, y hace como una analogía con la propia vida. “Siempre he vinculado a la mujer porque es el cuerpo que yo habito, y desde la fertilidad hasta la sensibilidad, creo que es a partir de ahí que puedo hablar. Mi experiencia de vida es la primera referencia que tengo, entonces hablo desde eso, desde mi ser mujer, desde mi ser madre, una persona consciente de que necesito volver a conectarme directamente con la naturaleza para encontrarme”.
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En interpretación de la creadora, recurrir a la naturaleza “es la forma más inmediata que tenemos de salirnos de la matrix y caminar hacia nuestra esencia”. Agrega que fue encontrando en estos últimos años, desde la pandemia hasta ahora, un montón de troncos que también eran para ella un recuerdo de que aquellos fueron vida, se transformaron, tuvieron una función, cayeron al lago o al río, transcurrieron otra vez sobre otra materia viva que es el agua y llegaron después a ella o ella los encontró y les volvió a dar un significado.
Eso que se está deshaciendo en el tiempo la artista lo une con el contraste del bronce, que en términos humanos es lo más eterno. “Sería como eternizar algo efímero”.
Las pinturas que acompañan la muestra parten de un recuerdo de visiones en el camino: algunos yuyos y hierbas. Son acuarelas en tonos acordes a las piezas de escultura y que recuerdan a la misma sutileza y femineidad.
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