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Nos esperaba en su acogedora casa en el barrio Manorá. Muy guapa, Pilar Mallen estaba sentada en la sala. “Por fin llegaron –dijo- y apenas comenzamos las preguntas, con temperamento puso un ‘estate quieto’: “No me hagas tantas preguntas juntas, me confundís todo, acordate que esas cosas pasaron hace 70 años”.
Mbejú riquísimo de por medio, la charla fue muy amena, un par de amigas compartieron la entrevista y la ayudaban precisando algunos datos, aunque Pilar se mostró muy segura en sus recuerdos e incluso las corrigió varias veces. “Podés poner que estoy gagá si querés”, dice en son de broma. Lejos de tal estado y salvando los desgastes normales de su edad, nuestra entrevistada goza de una salud privilegiada.
-Cuéntenos sobre el asilo de Perón en la Embajada Paraguaya en Bs. As.
Yo estaba como secretaria diplomática y el embajador en Bs.As. era Juan R. Cháves. Perón llegó a la Embajada porque una turba lo quería linchar. Llegó él solo con su chofer, quien se veía que era su hombre de confianza. Perón vestía de traje y traía una metralleta. Yo lo recibí.
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-¿No sintió temor? ¿cuántos años tenía usted entonces? ¿lo reconoció enseguida?
Yo no llegaba a los 40 años. No tuve miedo, solamente hice lo que tenía que hacer. Claro que lo reconocí, ¡quién no le conocía a Perón en esa época!
-Pero fue un golpe de Estado, la turba estaba armada y dispuesta a todo.
El no aparentaba tener miedo, me dijo con firmeza: “Dígale a su embajador que vengo a asilarme”. Era de madrugada. Me fui a llamar por teléfono al embajador y le hablé en guaraní porque teníamos a los enemigos de Perón hasta en el techo: “Embajador, oîma ko’ápe” (ya está aquí) /Ha máva piko? (¿Y quién es?) /Ha ndéngo reikuaáma mávapa (Y vos ya sabés quién)” Yo me sentía segura; había un agregado naval, Cáceres Zárate, ese era un py’a guazú, salió y les dispersó a todos.
-¿Perdón, Pilar, qué hacía de madrugada en la embajada?
Es que el embajador tenía su casa llena de asilados y les dio incluso el dormitorio de sus hijos (que eran adolescentes), entonces los chicos fueron a quedarse en el pequeño monoambiente donde yo vivía y yo me quedé en la embajada.
Trabajar para ayudar a su madre
Pilar nació el 11 de julio de 1923 en Rosario, San Pedro. Su padre se llamaba Pedro y su mamá Braulia, en total eran 5 hermanos, ella es la mayor y la única con vida.
Eligio Ayala era el presidente del Paraguay cuando ella llegó al mundo, y luego, en sus 100 años, vivió gobiernos de todos los colores (completo el stronista, la dictadura más larga de América Latina), en total 28 presidentes de la República del Paraguay, incluyendo al actual, Santiago Peña, en quién, confiesa, deposita sus esperanzas de cambio.
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“A los 16 años entré en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fui haciendo carrera hasta que llegué a ser Directora de Protocolo del Ministerio de RR. EE.; gracias a mi trabajo, me enviaron a distintos países: Estuve en Argentina, Chile, EE. UU. y Brasil”.
Una de sus amigas, interviene: “El de Directora de Protocolo fue un puesto muy bien logrado para Paraguay y para ella también; su eficiencia fue muy agasajada por los diplomáticos, que en aquella época eran todos de carrera”
-¿En ese puesto había realizado un sueño?
No tenía ningún sueño, yo empecé a trabajar por necesidad, quería ayudar a mi mamá que era muy sacrificada.
-Con un puesto importante, más aún se tenía que ser pro-gobierno. En ese entonces únicamente colorado y stronista.
¿Qué te puedo decir? Comencé muy joven, y como te dije, por necesidad económica. Con Stroessner no tenía más contacto que el estrictamente necesario, el saludo o él mandaba decir algo a doña Ligia (porque él no llegaba a la casa de ella, pero la respetaba).
Yo era muy cercana a doña Ligia y su familia, más que amistad le tenía a ella un gran respeto (“Pilar era tan cercana que llegó a ser madrina de confirmación de Graciela Stroessner”, comenta una de sus amigas).
-¿A qué edad dejó la cancillería?
Casi tenía edad para jubilarme, más de 20 años trabajé. Pero me cesaron y me borraron del presupuesto.
-¿Por qué?
No había razón, siempre cumplí con mi deber. Me sentí tan mal y fui a contárselo a doña Ligia, ella me dijo: “Eso, Pilar están haciendo por mí, no por vos”.
-¿Y doña Ligia no podía revertirlo?
Doña Ligia no hablaba mucho, pero era poderosa. No volví a ese puesto, pero nadie lo ocupó, no hubo más ese cargo.
-Volvió a empezar a eso de los 40 años, ¿cómo lo hizo?
Empecé un negocio de importación-exportación. Me fue muy bien. Conocía a todos los diplomáticos, ellos me encargaban lo que querían. Traía de todo: platería Camusso, cristalería, porcelana fina, todos conocían mi local “Cirilo”. Nadie puede decir que me haya hecho plata de mala manera.
La calma de una nueva etapa
Pilar logró salir adelante, se hizo esta linda casa, donde hacemos la entrevista. Nunca quiso irse a vivir a otro país; como funcionaria del ministerio de RR. EE., vivió en Chile, país que le pareció fabuloso, pero jamás se le cruzó por la cabeza quedarse a vivir fuera de su tierra, “le quiero a Paraguay”, afirma.
Actualmente no ve las noticias por televisión “muchos canales, pero noticias muy pobres, prefiero leer, compro el diario todos los días; y también siempre me encantó leer biografías”. Esta paraguaya de 100 años, come de todo, nunca tuvo vicios, “alguna vez habré tomado un poco, pero dejé”.
Fue generosa con sus parientes y amigos. No se casó, ni tuvo hijos; aunque cuentan que tuvo buenos candidatos, “nunca estuvo en mis proyectos casarme y no me arrepiento, completamente”.
Sobre la morocha en el cañonero
“Después que le dimos asilo a Perón, al embajador y al ministro de RR.EE se les ocurrió llevarlo al cañonero Paraguay (que estaba anclado porque lo habían traído para ser reparado) y ahí Perón estuvo por 11 o 12 días, estuvo tranquilo, no pedía nada especial.
Era un lugar seguro, había guardias que lo cuidaban. Ese cañonero estaba con su dotación completa de hombres (no de armas), eran como 60, además venían muchos oficiales de alta jerarquía, (argentinos y paraguayos), se conocían todos por haber hecho cursos de posgrado para los capitanes”, rememora Pilar.
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-Se publicó una vez que una mujer alta y morocha estuvo en el cañonero, cerca de Perón
Puros cuentos. En el cañonero solo podían estar varones.
-Pero una mujer dio su testimonio
¿Y yo qué culpa tengo? Le habrán querido sacar así en el diario.
-¿Entonces Ud. fue la única mujer que presenció y activó en aquel suceso?
No había otra mujer en la embajada, pero qué iban a creer nada de lo que yo contara. El mismo embajador me dijo: “No podemos decir que a Perón le recibió una mujer, vamos a decir que fue un hombre”. Y le contesté: “¡Pero claro embajador!”, era muy joven y no me importaba en absoluto, estaba en la mejor etapa de mi vida.
-¿Hoy hubiera contestado lo mismo?
En la embajada, en aquel tiempo, no querían saber mucho de las mujeres. Yo tenía temperamento, pero era callada y, sobre todo, prudente. Era otra época, difícil para todos. Tenía un compañero en la oficina, los dos nos callábamos la boca de todo lo que escuchábamos o sabíamos.
-¿Qué pasó en la Embajada después de que Perón vino al Paraguay?
Toditos los funcionarios que estábamos en Bs. As. fuimos llamados, y vinimos a Asunción. De acá, a mí me enviaron a Chile.
La vida a los 100 años
Cada día es un día más, a veces de cansancio por alguna molestia propia de la edad, pero casi siempre de plena serenidad, de un esperar la partida cuando Dios lo disponga. Tiene visitas todos los días, sus amigas incondicionales y de décadas y/o sus sobrinos.
Tras una hora de entrevista, está cansada, no quiere hablar más, ha recordado más que suficiente.
-¿Nos va a dejar su receta para llegar tan bien al siglo de vida?
¡Socorro! ¿Querés? Bueno, digamos que cambiaron muchas cosas para las mujeres desde mi época, felizmente mejoraron a pesar de que siempre se puso –en puestos de poder- a los peores hombres.
-¿Se siente feliz con lo que ha vivido?
Yo cumplí con mi conciencia, con lo que tuve que hacer.
-Armemos una frase linda que resuma su vida
¿Una frase? No sé... ya mi vida pasó. Ya viví todo. Ya cumplí 100 años.