Cargando...
¿Desde cuándo hay perros en América, específicamente en el Paraguay? ¿Formaron parte de la gran empresa colonizadora de España? ¿Marcaron presencia en la historia de nuestro país? ¿Qué representa el perro en nuestras vidas? Son algunas de las preguntas que nos llevaron a buscar respuestas en el historiador Hérib Caballero Campos y el biólogo José Luis Cartes.
“Un aspecto muy interesante es que los perros eran prácticamente desconocidos en la época precolonial en Paraguay, al menos, en el sentido de las razas de guerra que usaban los españoles en su avance colonizador. Las crónicas relatan que entre las razas de combate utilizadas como arma de guerra se encontraba la raza Alano español y los mastines. Estas razas, corresponden a perros molosos, o de ‘cara achatada’. El Alano español particularmente puede tener una coloración marrón atigrada, es decir, marrón pardo de base con manchas de líneas negras dorsales. Los guaraníes al ver semejante animal lo llamaron jagua, casi como en un paralelismo con el jaguar, que con su designación de jagua ete o jaguarete pasó a ser entendido como ‘la verdadera fiera’ para diferenciarlo del perro. Entonces, un término como jagua, que antes designaba a una ‘fiera carnicera’, hoy día evolucionó a prácticamente limitarse a su significado de ‘perro’. Esto denota la impronta y la importancia en que la sociedad tiene en relación al perro”, explica Pepe Cartes y agrega que el perro es un integrante más de las familias desde su llegada a estas tierras en el siglo XVI con los europeos, su difusión y su presencia ha sido permanente en la evolución de la sociedad paraguaya.
En términos sociales –menciona–, el perro Delmer es quizás el más popular, sin designar a una raza en particular, sino a cualquier cruza casi callejera.
Una estatua al barcino colí
En el Paseo del Centenario de la Plaza de la Constitución luce su figura desde hace varias décadas un perro cualquiera. Su contextura para nada dista del Alano español ni de nuestros queridos Delmer.
El doctor Alejandro Encina Marín (1931-2017) lo identificaba con el barcino colí, que para él era el “clásico perro paraguayo” al que Emiliano R. Fernández dedicara la canción Arribeño purahéi que finaliza con la frase: jha jhi’ariete barcino coli che racjhú yepe (Y, sobre todo, el barcino colí ya me quiso antes).
Como cualquier perro de la ciudad ese ha sido testigo de revoluciones, pues ostenta huellas de balas en su anatomía de las tantas revoluciones, 1947 o 1989. Se presume que fue agregado con los demás animales a las esculturas de las estaciones en el primer centenario de la fundación de Asunción en 1937.
Lea más: Herib Caballero narra cómo se incubó nuestra independencia
¿Autóctonos de América o introducidos?
José Luis Cartes comenta que existe mucho debate todavía al respecto, pero es aceptable que los perros, evolutivamente hablando, se originaron de una raza de lobos de Siberia que tenían la capacidad de digerir los almidones, hecho que les hizo tolerantes a convivir cerca de los asentamientos humanos, de donde buscaban alimento. Existen otras teorías de que existieron varios puntos de domesticación diferentes, pero sí, hay un acuerdo de que proviene de razas de lobos.
“Se calcula que esa domesticación pasó entre 20.000 y 40.000 años atrás, y más precisamente las evidencias paleontológicas apuntan a 16.000 años hasta hoy día. Cuando eso las comunidades humanas todavía se mantenían como cazadoras recolectoras, con una dieta paleolítica que consistía en carne de caza, frutos y raíces. Desde ese entonces se estableció una relación perro – humano que se puede definir como una simbiosis, un beneficio mutuo, ya que estos lobos sacaron ventajas en esos asentamientos, encontrando comida y refugio, y así mismo, los humanos se valieron de los perros para mejorar sus artes de caza y de defensa ante sus enemigos y depredadores naturales. El perro es considerado como la primera especie en ser domesticada por los humanos, incluso antes de cualquier tipo de ganado”, expone el especialista.
Lea más: Herib Caballero: Un mundo alucinante
En América –prosigue– se documentó la existencia de varias razas de perros precolombinos, principalmente en América del Norte, Centroamérica y los Andes. Por ejemplo, los Malamutes de Alaska o como se diría los Husky siberianos, el perro calvo peruano o perro orquídea de los incas, este último muy parecido al perro calvo azteca o Xoloitzcuintli, el perro nativo norteamericano, el Ratonero chileno usado para cazar roedores, el perro mapuche y, por último el tlalchichi, otro perro mexicano del cual derivaron los chihuahuas actuales. Los perros eran usados de diversas formas, tanto para la cacería, la vigilancia, las tareas domésticas, como transporte, e incluso como alimento o un elemento de religiosidad dependiendo de los distintos grupos indígenas.
“Actualmente existen evidencias de que existían razas de perros amazónicos, pero existe un acuerdo de que no abunda evidencia de ello. En nuestra región ocurre exactamente eso, existe mucha carencia de evidencias sobre la presencia y el uso de perros precolombinos. Aunque, atendiendo lo mencionado sobre los perros que fueron utilizados en muchas culturas precolombinas, es muy probable que tenían conocimiento de los perros de otras regiones, y que incluso los criaban o que se pudieron haber conseguido por intercambio. Pero no existen muchas evidencias de la presencia abundante de perros precolombinos aquí. Eso es un desafío grande para las ciencias paraguayas”, dice el investigador.
Arma de conquista de los españoles
¿Quién fue el primer español que trajo un perro a estas regiones? Y en qué momento se los introdujo? “Existen muchos relatos que mencionan el terror y la impresión que causaba el uso de los perros como arma de conquista, como un perro de ataque. Eso porque las razas europeas llevaban muchos años de cría para ese fin, y se obtenían razas descomunales y feroces que no se parecían mucho a los perros americanos que en su mayoría eran pequeños y medianos. Por ejemplo, el Alano español justamente proviene de una raza que se remonta al pueblo Alano, cuando los bárbaros invadieron el Imperio romano. Los romanos también tenían perros como el Molossus, que ya era criado por sus antecesores los griegos, como un perro colosal de ataque y de combate”, detalla Cartes.
“En América, sin embargo, los perros más bien eran pequeños, más dóciles, incluso muchas razas con poco o nada de pelo. Como mencioné arriba, eran utilizados con diversos fines, pero nunca se mencionó o documentó su uso como arma de guerra, como lo hicieron los europeos. Ver a los perros americanos precolombinos y compararlos con los Alanos españoles vestidos con armadura de guerra es algo radicalmente diferente. Imaginemos nosotros mismos, si solo conocemos al perro chihuahua y de repente encontramos un gran danés, algo así fue la experiencia de los nativos americanos al momento de la colonización europea”.
Miembros de la tripulación
El doctor Hérib Caballero Campos menciona que en el Río de la Plata las primeras referencias a la presencia de los perros se registra en el Memorial de Luis Ramírez, en la que refiere que los miembros de la tripulación de Sebastián Caboto en su exploración sobre el río Paraná, en 1527, consumieron debido al hambre a los dos perros que se encontraban en las naves comandadas por el veneciano.
“Pero los perros pronto poblaron las ciudades españolas en esta región, es por ello que el gobernador Juan de Garay, en 1579, ordenó que se mantengan atados a los perros, pues los mismos causaban grandes daños a los que criaban ganado caprino y ovejuno”, cuenta el historiador y apunta que “durante la conquista los perros fueron traídos como parte de las huestes conquistadoras, pues los mismos eran utilizados en el enfrentamiento a los pueblos indígenas; en ese sentido, en la expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca se menciona el hecho de que cerca del río Piqueri, a un tal Francisco Orejón nacido en Ávila, le mordió un perro, por lo que se quedó con otros enfermos más atrás del contingente principal”.
¿Los indígenas tenían mascotas?
A lo expuesto más arriba, los entrevistados añaden que también es conocido que “los pueblos indígenas precolombinos criaban perros para diversos fines, y entre esos estaba el de recurso alimenticio. Es decir, que los criaban para comérselos, dependiendo mucho de la región y del pueblo indígena en cuestión. Sin embargo, a la colonización europea, debido a las actitudes negativas que tenían los mismos hacia el hecho de comer perros, esta costumbre fue disminuyendo e incluso eliminándose de todas las regiones. En el caso de los pueblos indígenas de la región del Plata criaban loros, a veces monos o coatíes como mascotas, pero con la llegada de los perros, pronto fueron adoptados para ser utilizados principalmente en la casa como se ve en los grabados que realizó el padre jesuita Floriam Paucke”.
Los principales registros documentales –afirma Hérib Caballero– aparecen en las normativas que regían la convivencia de las personas en las ciudades, como la citada que dictó Juan de Garay en el siglo XVI; en 1805, el Alcalde de Curuguaty en un bando ordenó al jefe de la guarnición militar que proceda a la matanza de los perros vagabundos en dicha villa. En otros momentos de la historia no aparecen mayores referencias a los perros. “Estas medidas de matanzas de perros incluso se practicaron como medida sanitaria hasta fines del siglo XIX, cuando los medios de prensa solicitaban que no se realicen más en las calles, pues resultaba un espectáculo salvaje el de los soldados persiguiendo con chuzas a los perros callejeros”.
¿Y durante la Guerra contra la Triple Alianza dónde estaban?
“Durante la Guerra contra la Triple Alianza no hay mayores referencias al uso de perros por parte de las tropas contendientes, pero incluso cuando se produjo el ingreso de las tropas aliadas a la ciudad de Asunción se hace alusión a la gran cantidad de gatos no de perros que había en la abandonada capital paraguaya”, responde Hérib Caballero.
Culturalidad del <i>jagua</i>
Hay mucho de culturalidad –anotan nuestros entrevistados– en la figura del jagua, desde marcantes, ñe’enga (dichos) hasta casos ñemombe’u e historias. El término utilizado generalmente por los grupos de amigos calificándose de ‘los perro’ muestra esa simpatía y caracterización de dicho animal en su proyección humana.
Lea más: El barcino coli de la plaza
El famoso ñe’enga que está en jopara y que dice: “Ndofaltái jagua carrera hápe” es muy pintoresco y retratista de la sociedad rural, pues habla de que siempre hay un perro perdido que interfiere en las carreras dominicales de caballos. Es una forma metafórica de indicar una interferencia inoportuna en algún evento o momento circunstancial, coinciden historiador y biólogo.
Tal es así que una boda, un bautismo, un cumpleaños, una fiesta patronal o la procesión de un santo y hasta en los desfiles de asunción presidencial están siempre presentes estos amigos. Tampoco se ausenten del Te Deum.
Perros famosos en Paraguay
Un perro famoso que está embalsamado era el perro Pincho, que perteneció al dramaturgo luqueño Julio Correa. En Yo El Supremo Augusto Roa Bastos menciona al perro del dictador Francia con el nombre de Sultán.
Bío
Hérib Caballero Campos es licenciado y doctor en Historia por la Universidad Nacional de Asunción y magíster en Historia del Mundo Hispánico por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Presidente de la Sociedad Científica del Paraguay. Investigador categorizado en el Conacyt nivel II. Docente universitario.
José Luis Cartes es egresado de la Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, máster en Manejo de Vida Silvestre en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Con más de 30 años de experiencia en áreas como conservación de reservas naturales, biodiversidad, desarrollo de corredores biológicos y adecuación ambiental de actividades productivas. Presidente de la Asociación de Investigadores Científicos del Paraguay (Adicip). Director ejecutivo de la organización Guyra Paraguay. Docente universitario.