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Estudios afirman que tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o nula confianza en sus gobiernos. Y alrededor de un 80% cree que la corrupción está generalizada en las instituciones públicas. La desconfianza ciudadana crece y está llevando a una desconexión entre sociedad e instituciones públicas, poniendo en riesgo la cohesión social y debilitando el contrato social.
La confianza es el eje del progreso de la humanidad: es la base sobre la cual evolucionamos porque genera un juicio de posibilidad y esperanza. Cuando hay confianza la comunicación es instantánea, efectiva, sinérgica, promueve la cooperación y la retroalimentación. Si esto no se da, la comunicación se hace difícil, incómoda y defensiva, lo que dificulta conseguir los objetivos propuestos.
Las comunidades con un fuerte sentido de confianza están mejor capacitadas para responder a las crisis, ya que la confianza se asocia con un crecimiento económico más fuerte, una mayor innovación y estabilidad.
En los países donde la ciudadanía posee una base de confianza y solidaridad es donde se cumplen con mayor responsabilidad las medidas propuestas por las autoridades.
Es la buena persona quien está en disposición de afrontar un riesgo trascendente como implica confiar. Lo que significa que hay valentía y eso constituye la virtud, el justo medio, respecto a aquello que suscita confianza o temor.
La confianza es la voluntad que te permite ser vulnerable a las acciones de otra gente, cuando creemos que esa otra gente tiene buenas intenciones y que se comportará de la manera adecuada. Así, la confianza social e institucional hace referencia a la confianza en otras personas de la sociedad, creando vínculos interpersonales que son la base de las relaciones dentro de una comunidad. Y la confianza está influenciada por diversos factores, siendo la transparencia y el sentido de comunidad los más relevantes. La transparencia, a través de la promoción de información oportuna, creíble, basada en evidencia y en tiempo real.
En situaciones de decisión, la ciudadanía elige la confianza y el respeto por el otro, si se enfoca en destacar a las personas como protagonistas de acciones cotidianas, no como héroes de su comunidad, sino como parte de una ciudadanía que confía y genera confianza, cumple normas y acuerdos, y encuentra nuevas formas de construir convivencia.
La confianza supone una suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás. Cuando alguien confía en el otro, cree en la transparencia de sus palabras y comportamientos. Los entornos de confianza hacen que las personas admitan sus debilidades y errores, pidan ayuda con facilidad, aprecien las capacidades y experiencias de los demás, ofrezcan y acepten disculpas que generen un buen ambiente y eviten las luchas de poder. Para construir confianza se necesita establecer posiciones claras, ser coherentes y firmes con las creencias, los principios y los valores.