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Digamos que nos ubicamos en su estudio en una media tarde invernal. Desde su ventana se pueden apreciar los encantos de Asunción a esa hora, inundada del trino de las aves, y de un sol empeñado en abrigar con sus cálidos rayos sus frías calles desnudas. Ana Martini mantiene su típica amable sonrisa que invita a conversar. Licenciada en Letras, escritora, docente, asesora cultural, comunicadora, es, esencialmente, poeta.
La poesía es lo que la define desde que empezó su affaire con la escritura, pues lo primero que escribió fueron poemas. “Aún conservo algunas, como a los cinco años y medio, cuando comencé a escribir mis primeras palabras”, confiesa.
Supo que sería escritora aun cuando no sabía escribir ni leer, cuando no sabía qué era la escritura. “Lo supe porque rememoraba mis vivencias, mentalmente, una y otra vez, para no olvidar lo que me impresionaba, lo que me emocionaba”, explica. Publicó su primera obra a los 17 años en una revista mural de su colegio, con el seudónimo Alicia, desde su país.
Y es que la poesía la atrapa, aun cuando narra. “La poesía es parte de mi estructura misma, está en mi hablar, en mi movimiento, es la música, es mi música. El ritmo de la poesía siempre me subyugó”, revela y recuerda que su abuelo Ramón, español, los mecía (a ella y a sus hermanos) para hacerlos dormir, recitando a autores españoles. “También nos cantaba. Esos instantes de amor, palabras y canciones imprimieron un sello interno, y por ello considero que la poesía es tan familiar, es tan consustancial a mi persona”.
Inspiración poética
Y la conversación nos lleva a qué cosas la inspiran para volverlas poesía. “Cuando escribo me inspiran la vida, el tiempo, las presencias, realidades y ausencias que existen más allá de lo aparente, los ‘otros’ mundos desconocidos o ignorados que pueblan nuestro mundo, nuestra breve existencia. Me inspiran los misterios”.
Entonces surge la pregunta: ¿cuál es su mejor hora para escribir? “Al levantarme; sin embargo, por mis actividades, lo hago a la siesta-tarde, y a la noche cuando todo está tranquilo. Aunque, lo mejor para escribir es la disciplina de sentarme cada día, de manera regular y comprometida con la tarea creativa. Siempre leo antes y después de escribir; la lectura es tan apasionante como la escritura”, explica y añade que hay mucho más por escribir. “Algo, bastante ya lo tengo, y está la vida que me resta para seguir contando”.
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Las primeras lecturas
Mientras los rayos del sol que se meten como mariposas doradas por la ventana y con su alegre vuelo llenan de color oro los cabellos, nos remontamos a sus primeras lecturas en poesía. “¡Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, María Elena Walsh. ¿Influencias? ¡Qué difícil definir! Pero por citar autores importantísimos para mí hasta hoy, puedo nombrar a Alfonsina Storni, Miguel Hernández, Paul Éluard, Pablo Neruda, Idea Vilariño, Mario Benedetti, T.S Eliott, Walt Whitman, Emily Dickinson, Clarice Lispector, Julio Cortázar y por supuesto Jorge Luis Borges, sin duda alguna. Góngora, Quevedo fueron experiencias tempranas”, recuerda.
Martini tiene publicados tres libros, dos de narrativa, uno de poesía, y numerosos cuentos en antologías. Hace pocos días lanzó en la FIL Asunción dos obras: Por si acaso el tiempo y Descontando cuentos. “Presentar estos libros en la FIL me produjo felicidad. El hecho de sumar mis publicaciones a otras, de enlazar mi mensaje con el de otros escritores, de participar en un colectivo creador y de un pacto con los lectores significó una inmensa satisfacción. Es como ratificar que no estamos solos, que la palabra nos une”, detalla.
El hilo conductor
La pregunta casi obligada es qué tienen ambas obras como hilo conductor. “Dos elementos: mi condición de mujer, un hecho ineluctable que me obliga a repensar y a reflexionar sobre mí misma y sus congéneres, y lo que significa plantar nuestra impronta en un mundo todavía desigual y que precisa un cambio de un sistema perverso que excluye a muchas voces, miradas, vidas. Y el otro elemento es el tiempo, esa desgarradora herida, que está siempre presente y que a la vez es siempre pasado, ese destino que nos condena, pero al que no lo podemos asir, no lo podemos atrapar y del que no podemos huir; es enemigo y cómplice, presente e invisible, nos acompaña y nos gana siempre”.
Y mientras el sol se prepara para reponer sus brillantes dones, añade que el tiempo desafía a la vida aunque el tiempo no existe y atraviesa como una lanza nuestras vidas, amenazando y recordándonos que este tiempo brevísimo de existencia es un recreo frente a la eternidad insondable. “Solo podemos dejar un registro, huellas que no pueda borrar el tiempo y esas son las palabras. Como estas mías que hoy quedan en dos libros, para que ‘por si acaso el tiempo’, intente decir que nunca estuve, que no existí”. Contundente.
“¡Un lugar central! ¡Son para mí placeres absolutos!”, responde a la pregunta del lugar que la escritura, la literatura y la lectura ocupan en su vida. “Han otorgado sentido a mi existencia; han acompañado momentos desafiantes y han constituido refugio y calma en instantes inciertos. Y me han abierto la puerta a la libertad y a la comprensión de un mundo que muchas veces me resulta ajeno e infame. Me permiten ser feliz y desear la felicidad a lo que me rodea”. Y así es Ana, desde su país.
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Por si acaso el tiempo y Descontando cuentos
“Los dos libros nacen casi con la pandemia, aunque varios cuentos y poesías ya los tenía como proyectos o ideas. La pandemia, con ese misterio insondable que conllevó el encierro, el dolor, la muerte, la distancia, afinó mi trabajo y me predispuso a recorrer los temas que ya había planteado, desde una perspectiva diferente”, revela.
Bio
Ana Josefina Martini Escolar (es correcto), Asunción, Paraguay, 1961. Egresada de la Universidad Católica como Licenciada en Letras. Es escritora, docente, asesora cultural, comunicadora. Miembro correspondiente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, miembro de la Fundación Augusto Roa Bastos, miembro de Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA). Asesora del Centro Cultural de la República, directora de la Casa Bicentenario de las Artes Visuales y el Audiovisual Ignacio Núñez Soler.