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Todo el año habrá actividades de recordación a Aimé Bonpland, un personaje famoso en nuestra historia, pero a la vez poco conocido. El sabio, médico y botánico francés vivió casi una década recluido en el Paraguay de la era francista, pero su cautiverio fue muy beneficioso para el desarrollo de las ciencias y el impulso de nuestros saberes ancestrales.
Las celebraciones de los 250 años de Bonpland arrancaron con el descubrimiento de un busto y placa, recientemente, a iniciativa del francófilo Nicolás Latourrette Bo, frente al Museo de Historia Natural del Jardín Botánico de Asunción.
La obra había sido encomendada por el mecenas al destacado escultor ya fallecido Gustavo Beckelmann (1963-2017) para su acervo particular, sin embargo, ahora ya forma parte del patrimonio asunceno.
Obras similares, también propiciadas por Latourrette Bo se tienen con la escultura Libertad, en la plaza 14 de Julio del barrio Las Mercedes de Asunción, también obra de Beckelman.
“Más preciso imposible, el lugar escogido para este homenaje: el jardín del Museo de Historia Natural del Jardín Botánico de Asunción. El naturalista francés Bonpland que recorrió con su amigo el barón alemán Von Humboldt gran parte del continente americano, se estableció en la zona de las antiguas misiones jesuíticas. Allí se dedicó principalmente a la investigación y clasificación de plantas. Fue confinado por casi diez años en Paraguay por orden del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia y, sin embargo, más allá de sus circunstancias personales, realizó una fecunda labor tanto en la medicina como en la investigación, sobre todo de la yerba mate (Ilex paraguariensis). Bonpland o karai arandu (hombre sabio) como lo llamaban, se adaptó perfectamente al país y a su gente; aprendió el guaraní, los saberes sobre plantas medicinales y formó familia con la hija de un cacique de la zona”, detalla el embajador de Francia en nuestro país, Pierre-Christian Soccoja.
Apunta que en una grata coincidencia con los 250 años del nacimiento de Bonpland se celebran los 170 años de las relaciones diplomáticas (1853-2023) entre Francia y Paraguay.
¿Quién fue Aimé Bonpland?
Aimé Bonpland nació el 23 de septiembre de 1773 en La Rochelle, Francia. En su país se formó en medicina, pero lo dejó para dedicarse de lleno a las ciencias naturales, lo que le permitió entrar en contacto con varios científicos y conocer América, tierra de la que quedó prendado, dice Luis Verón en un reportaje publicado en ABC Revista en 1993.
En 1799, cuando tenía 26 años, Bonpland conoció al científico alemán Alexander von Humboldt y emprendió con él un viaje de exploración científica por Venezuela, Colombia, Ecuador, México, Estados Unidos y Cuba.
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Cautivado por el continente americano siguió en contacto con ilustres americanos, y entre 1805 y 1814 se dedicó a ayudar a la emancipación de las colonias de la América Meridional, pues conocía y frecuentaba en ciudades europeas a figuras como Simón Bolívar, Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia, entre otros.
En su segundo viaje a América llegó al Río de la Plata, específicamente a Buenos Aires, en 1817, y trajo consigo al menos 150 especies de vid, cítricos, sauces, algarrobos españoles, perales, manzanos groselleros y frambuesos, menciona Luis Verón. En las provincias del Plata realizó una fructífera labor de investigación y fue designado profesor en el Instituto de Medicina de Buenos Aires.
Juan Francisco Pérez Acosta relata que a Bonpland no le atraía tanto las ciudades como el campo. Es así que viajó a Corrientes, en 1821, y de allí emprendió viaje hacia las antiguas misiones jesuíticas “en una carreta de cuatro bueyes, acompañado de su compatriota Voulquin y tres peones”.
En Santa Ana, Misiones, lado argentino, organizó un centro agrícola con cultivos diversos, realizó diversos estudios de botánica y también experimentos para mejorar la elaboración de la yerba mate.
En varias ocasiones intentó llegar hasta el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, a través de su amigo el rico comerciante don Tomás Isasi, pero el dictador se rehusaba a recibirlo, pues consideraba que Bonpland estaba en una zona sobre la cual existían derechos del Paraguay y la preparación de yerba mate afectaría gravemente el comercio local.
De un día para el otro, el Dr. Francia dispuso su detención, pues dada su gran desconfianza no era raro que pensara que el verdadero objetivo que estaba detrás de las investigaciones del botánico francés era una invasión del Paraguay. El apresamiento del sabio se produjo el 8 de diciembre de 1821 por un contingente que cruzó el río Paraná y se lanzó sobre la colonia.
La situación es de difícil explicación, pues meses antes Francia había dado asilo al prócer uruguayo Artigas. No obstante, la detención de Bonpland coincidía con la prisión y ajusticiamiento de muchos de los próceres de la independencia. El naturalista fue confinado a la localidad de Cerrito, entre Santa María y Santa Rosa (Misiones), donde se conserva el pozo que se dice fue hecho por él y se llama Ykua Bonpland.
Como dijimos, Aimé Bonpland había simpatizado muchísimo con el proyecto emancipador de América y fue de gran ayuda para Simón Bolívar en su empresa libertadora, abriéndole puertas en París. Ni bien se dio su detención en Paraguay, en retribución de su amistad y cooperación el prócer americano envió una rotunda carta al Dr. Francia en la que le advertía: “Sería capaz de marchar hasta el Paraguay solo para libertar al mejor de los hombres y al más célebre de los viajeros” (ABC Revista, del 17 de enero de 1993, artículo de Luis Verón).
Feliz en su cautiverio
El naturalista completó casi diez años en el país desarrollando sus cultivos, un hato ganadero y ejercía la labor de médico para la comunidad a la que se había adaptado sin inconvenientes, cuando de nuevo sin mediar explicación alguna, en 1832, fue emplazado por el dictador Francia a abandonar el país. Debió dejar sus cultivos de algodón, batata, caña de azúcar, vid, cítricos y yerba mate, cuatrocientas vacas, bueyes, yeguas y caballos. Bonpland había aprendido a convivir con los paraguayos y era feliz en esta tierra, donde cumplía su confinamiento.
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Carlos Zubizarreta en su libro Cien Vidas Paraguayas cuenta que Bonpland realizaba en Misiones sus investigaciones botánicas y clasificaba las plantas. Desarrolló medicinas, mejoró los conocimientos de los guaraníes y preparó jarabes. Además, tenía montado un pequeño hospital donde se formó el célebre médico del mismo Dr. Francia, Vicente Estigarribia. Tenía también montado un aserradero con carpintería y una destilería de caña y licores.
Para muchos historiadores es inexplicable la “libertad” y expulsión de Bonpland del Paraguay tanto como su secuestro. Francisco Wisner de Morgenstern considera que el Dr. Francia decidió dar por terminado el cautiverio del sabio luego de que este le enviara una receta que resultó muy eficaz para sus dolores reumáticos.
Cuentan que Bonpland al saber que debía dejar el Paraguay se echó a llorar junto con su carcelero, el mismo que lo había apresado y custodiado durante tanto tiempo. Volvió a cruzar el Paraná hasta Santa Ana y ya anciano aceptó el cargo de director del Museo de Historia Natural de Corrientes.
La última visita al Paraguay
Aimé Bonpland visitó por última vez el Paraguay en 1857, en pleno gobierno de Carlos A. López, según relato de Arturo Nagy.
“En una apacible tardecita del mes de marzo de 1857, John Alexander, maquinista del vapor de guerra Tacuarí, pidió permiso al oficial de guardia para ir a pescar, en compañía de algunos tripulantes paraguayos del mismo vapor. El permiso fue concedido tanto más fácilmente, cuanto que a poca distancia estaba anclado el cañonero francés Bisson, que bajo el mando del comandante Mouchez había venido para explorar los ríos Paraguay y Paraná. Desde el incidente del Water Witch que tantas complicaciones había causado, el presidente Carlos Antonio López se había vuelto más precavido aun y es natural que siguiera con inusitado interés los movimientos del barco de guerra francés. Tanto más, sabiendo que el comandante Mouche había traído consigo desde Corrientes al anciano Aimé Bonpland, gran conocedor del Paraguay y antaño prisionero del doctor Francia (...).”
Prosigue el relato que “los franceses reconocieron las piedras más abajo de San Gerónimo, continuaron sus sondeos en la costa de la batería Saturno y se dirigieron a la boca del riacho que entra al Chaco. La lancha, avanzando con el menor ruido posible, volvió al Bisson alrededor de la once de la noche. A la mañana del 6 de marzo, el comandante del Tacuarí, Pedro Ignacio Meza, dirigió un parte detallado al ciudadano Francisco Solano López, ministro de Guerra y Marina. El Presidente de la República quiso todavía dar una prueba más de la moderación que ha empleado en el decurso de los desagradables acontecimientos que habían tenido lugar con relación a la Francia, con motivo de la desocupación voluntaria de la Colonia Nueva Burdeos, y mandó guardar silencio en obsequio a la conservación de amigables relaciones con el gobierno de Su Majestad el emperador de los franceses”.
El 17 de marzo del mismo mes el Bisson practicó también reconocimientos militares de la fortaleza de Tacumbú y luego marcó hacia el sur, según los informes de las “autoridades ribereñas” y echó ancla en Itapirú (...). Esto tras un breve incidente.
Nagy describe que una vez concluida la misión y zanjados los malos entendidos, el Bisson desembarcó de nuevo a su famoso pasajero y colaborador en Corrientes.
Deseos de volver que no se dieron
“El 7 de junio de 1857, Bonpland –aprovechando la cortesía del viajero alemán Julio Fischer– escribió una carta a su viejo amigo y compañero de viajes, Alejandro von Humboldt. Entre otras noticias, hablaba también de su viaje a Asunción, diciendo que en pocos días pudo reunir gran cantidad de plantas, unas muy raras y otras, desconocidas: Me atrevo a decir –escribió Bonpland– que durante tu inmortal viaje no hemos encontrado ningún lugar que nos hubiese ofrecido una vegetación tan hermosa, paisaje tan variado y tan encantador, como los alrededores de Asunción. (...). Es raro para mí, después de tantos años, encontrar una planta que yo no haya estudiado. Sin embargo, en Asunción más de la mitad de ellas me son desconocidas. Después de lo dicho, ardo en deseos de volver al Paraguay y recorrer todas aquellas regiones de esta República que aún no he visitado. Este viaje me produciría tesoros de botánica y probablemente también de mineralogía. Me es grato creer que hacia diciembre próximo podré volver al Paraguay y estoy seguro de que gozaré de la protección del gobernador (sic) López y de su familia”.
Bonpland no pudo realizar su sueño de volver al Paraguay. Al año siguiente, en 1858, murió apaciblemente, cumpliendo el presagio enunciado a Humboldt en su mencionada carta: “En Santa Ana, mi ilustre amigo..., moriré y mis tristes despojos serán sepultados a la sombra de los numerosos árboles frutales que yo he plantado y que me dan naranjas de inapreciable dulzura”.
“A los pocos meses de su última visita al Paraguay y con el alma embargada por las bellezas de este país, el exdirector de los jardines de la emperatriz Josefina fue a encontrar el espíritu dominador y severo de su antiguo secuestrador”, concluye el relato de Nagy.