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En el 2013, hace 10 años, Alcibiades González Delvalle obtuvo el Premio Nacional de Literatura, máximo galardón al que puede aspirar un escritor en nuestro país, con su novela Un viento negro (Servilibro) que también había ganado el Premio de Novela Inédita Lidia Guanes en el 2012.
Con el Premio Nacional, Alcibiades pudo haberse sentido satisfecho con su trayectoria y con su producción, y darse a una especie de vida literaria contemplativa. Sin embargo, el guerrero no optó por el reposo. Siguió creando con una periodicidad y una calidad dignas de admiración.
De aquel tiempo, 2013, a esta parte, Alcibiades escribió dos novelas: El dolor de Barrett (Servilibro, 2019) y Noticias de la Guerra del 70 (Rosalba, 2021); las obras teatrales Proceso a Elisa (Servilibro, 2017) y Un jardín desolado y Después de la vida: Blas Garay (Rosalba 2022). Todo esto, además de cuatro libros de periodismo: Estudiar Periodismo, ¿para qué? (Reedición El Lector, 2015), Diccionario de la prensa paraguaya (Servilibro 2016), Periódicos y periodistas (El Lector, 2020) y ahora Cartas al futuro periodista (Servilibro, 2023).
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Exquisitamente diseñado, este volumen de Cartas… contiene, en modo misivas dirigidas a jóvenes que optan por estudiar periodismo, una abundante cantidad de información, de reflexiones, de análisis, de historias, de lecciones y juicios de grandes maestros de distintas partes del mundo y de experiencias propias recogidas a lo largo de un andar periodístico que se inició en 1958 en el viejo diario El Independiente, de otro prócer periodístico, Víctor Simón, que tuvo efímera existencia por dictados de la dictadura.
De qué va la cuestión
En este epistolario, Alcibiades va contando, con la pericia de quien ya anduvo el sendero y la sabiduría del que tiene las respuestas a las preguntas acuciantes de la actualidad, de qué va esta cuestión del periodismo.
Esta es una particular manera que eligió Alcibiades para guiar a la juventud por los entresijos de la carrera. En estas cartas fechadas específicamente no se habla únicamente de medios de comunicación y del trabajo en ellos. También se habla de filosofía. El libro está lleno de filosofía, de la pasión por el conocimiento que debe anidarse en todo buen periodista.
Más que consejos altisonantes, Alcibiades expone una serie de consideraciones basadas en sus propias observaciones y comprobaciones como periodista y como docente de periodismo. Una primera recomendación para los estudiantes es la de “disponerse a tener una biblioteca básica”, en la que no debe faltar un ejemplar de la Constitución Nacional.
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Una lúcida advertencia en una de las cartas del libro es que la carrera no termina nunca. Hay un camino continuo hacia la idoneidad, y esta es el fruto “de la actualización constante en la técnica periodística que incluye las nuevas tecnologías que pronto serán viejas” nuevamente.
A Alcibiades no le sorprenden los avances tecnológicos, por más que los actuales sean sumamente vertiginosos y provocan cambios constantes frente a los cuales hay que estar atentos para asimilarlos y aprovecharlos. Y les hace saber a los estudiantes que la tecnología va a seguir teniendo avances acelerados que incidirán en la forma de producir y transmitir material periodístico, pero que la esencia del periodismo como un servicio público, como una labor destinada a que el público esté informado de lo que pasa, no variará.
Cartas de abril
Para la elaboración de las cartas, el autor utiliza un lenguaje coloquial, cercano a quien las lee. Con ello logra el efecto de una conversación presencial. Cada carta va fechada, de manera que este recurso suma otra sensación más, la de que la carta es particular, privada, personal.
Al escribir una fecha, aprovecha para resaltar las efemérides. Así, por ejemplo, en la misiva del “22 de abril” avisa que “mañana se recordará el Día del Libro en homenaje al escritor español Miguel de Cervantes”. De ahí enlaza para referirse a Don Quijote de la Mancha y al valor fundamental de esta novela, escrita precisamente por don Miguel.
Otra recordación esencial de abril es el 26, Día del Periodista conmemorando la apertura de El Paraguayo Independiente, el periódico a través del cual Carlos Antonio López entabló su batalla dialéctica con el dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, en pro del reconocimiento de la independencia del Paraguay.
Son lecciones que va dando Alcibiades mediante las cartas escritas en fechas precisas, una técnica que instala información poco conocida o, a veces, desconocida o mal conocida por estudiantes y otras personas.
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En la carta del 27 de abril, el autor rescata la memoria del gran periodista polaco Ryszard Kapuscinski, “considerado el mejor reportero del siglo XX”. A la vez, Kapuscinski fue un estupendo escritor:
“¿Por qué este periodista y escritor fue tan admirado y respetado? Por el talento y su método de trabajo, el cual consistía en estar en el lugar de los hechos y en buscarlos, olfatearlos, sopesarlos, distinguir lo importante de lo secundario. Y lo principal: hablar con la gente, escudriñar en su interior, solidarizarse con ella, con los más necesitados”.
De esta manera amena y didáctica a través de los ejemplos, Alcibiades va señalando al estudiante los valores que sustenta un verdadero profesional del periodismo. En este caso, Ryszard Kapuscinski, un hombre que se ganó la celebridad con su talento, su trabajo tenaz y su sentido de la ética.
Este método de Alcibiades rompe con el obsoleto recurso de la enseñanza solemne del profesor adusto y sin matices.
El valor del libro
Periodista y escritor, Alcibiades, en sus clases de periodismo, no ceja en inculcar la lectura como una actividad insoslayable en el periodista. El libro es un instrumento insustituible en la formación de un buen profesional.
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La lectura, que debe comenzar por ser un placer, tiene efectos que la persona joven los va a ir “sintiendo sin sentirlos” poco a poco, con la acumulación casi inconsciente de conocimientos y de formas de escribir. Y de corrección ortográfica y gramatical en la expresión escrita. Así, el profe Alcibiades, como lo llaman en la facu, se dirige a un incorpóreo alumno en la carta del “22 de mayo”:
“Sin sorpresas, encontré en tu texto dos errores ortográficos. La ortografía y la escritura son un problema nacional. No te digo para tu consuelo ni para desvincularte de tu responsabilidad. La ortografía es completamente salvable con un poco de perseverancia. Además, hoy tenés al alcance de tu mano —nunca mejor dicho— los instrumentos para corregir tus errores. El ordenador y el celular te advierten a tiempo. El problema es que no fijás en tu memoria la corrección, entonces en el examen, sin el celular encendido, volvés a los errores. Por enésima vez: en los libros y en tus ganas encontrarás la solución”.
A través de las cartas que van apareciendo a lo largo de los meses, Alcibiades exhibe en este libro su enorme erudición en temas no solo relativos al periodismo, sino también en lo atinente a la historia universal, a la historia de nuestro país, a la literatura, a la vida y obra de personalidades que han influido en la vida de la humanidad. Pero no lo hace con la afectación de quien se cree sabihondo. No. Expone su sabiduría de una manera natural, hasta con modestia, sin atisbo alguno de jactancia. Eso lo hace tan querible y querido por sus estudiantes. Me consta, por tenerlo como compañero de docencia en Uninorte. A veces se me acercan a preguntarme de él, de aspectos legendarios de su carrera; de sus épicas crónicas periodísticas, sus series de reportajes, sus apresamientos. Chicas y muchachos se refieren a él con una mezcla de jovialidad y reverencia. Y eso no es fácil de lograr.
Un desmitificador
Por otra parte, Alcibiades es también, y lo demuestra en una de sus cartas, desmitificador de ciertos aspectos que se suelen resaltar en cuanto al papel del periodismo, como, por ejemplo, eso de que supuestamente es un poder (“el cuarto poder”), cosa absolutamente imprecisa. El periodismo no es un poder, sino un contrapoder.
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Las cartas van sumando reflexiones: la ética, el lenguaje, la necesidad de insistir en la educación y en la lectura, la finalidad de la labor periodística, las relaciones de la prensa con el gobierno, la diferencia entre ser famoso y ser ilustre en los medios, referencias a figuras insoslayables como Rafael Barrett, Blas Garay y otras; la tentación de la soberbia y el exhibicionismo en ciertos periodistas, el peso de la corrupción en la prensa, la subestimación de la inteligencia del lector.
Alcibiades no rehuye a ningún tema en este libro epistolario, pues sabe que estas cartas serán fundamentales en el sentimiento del estudiante de periodismo que las lea, y también serán guías para periodistas ya profesionales. Al mismo tiempo, darán al público en general que acceda a esta obra algunas respuestas válidas a las preguntas que tenga sobre el ejercicio del periodismo.
Alcibiades es periodismo. Alcibiades es literatura. Alcibiades es el maestro tenaz. Alcibiades es leyenda y la leyenda continúa. Tiene siempre en mente un libro a escribir, libro que no tarda en llegar a la imprenta, pues la impronta alcibiadeana es no tardar en pasar de la idea a la acción.
Mientras esperamos el próximo libro de Alcibiades González Delvalle, vamos a disfrutar y a aprender, junto al futuro periodista, concentrándonos en estas páginas que contienen enseñanzas valiosas del Maestro acerca del mejor oficio del mundo: el periodismo, motivo que suscitó este tributo bibliográfico magistral integrado por cartas plenas de amor y humanidad.