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Como consecuencia de las ideologías cerradas, que parten de la presunción de solución de todos cuantos problemas jalonan la existencia colectiva de la humanidad, surge la necesidad, para quienes así operan, de situarse en la vida política y social con un sentido cerrado: la izquierda y la derecha, esto trajo consigo el olvido lamentable de una tradición de libertad, de pluralismo y de profundo respeto a la dignidad de la persona.
Tal y como crítica Lewis Mumford, “Con el fin de reducir la vida a un único y claro modelo intelectualmente coherente, un sistema tiende a olvidar los diversos factores que pertenecen a la vida en razón de sus complejas necesidades orgánicas y sus cada vez más desarrollados propósitos. Cada sistema histórico ético, ya sea racional o utilitario o trascendental, pasan por alto los aspectos de la vida que son cubiertos por los sistemas rivales: y en la práctica cada uno acusará al otro de inconsistencia precisamente en esos imprescindibles momentos, cuando el sentido común interviene para salvar el sistema de la derrota. Esto representa un fracaso general en todos los sistemas rigurosamente formulados para satisfacer todas las diversas y contradictorias ocasiones de la vida.”
En el caso del pensamiento plural responde a la realidad de las cosas y tiene tres aspectos: creatividad, juicio y acción. La creatividad depende de una deliberación cuidadosa y de ideas audaces que permite superar las ideologías cerradas, porque rompe la bipolarización izquierda-derecha y se caracteriza por su naturaleza abierta, crítica, plural y antidogmática, que lleva a un enriquecimiento del discurso democrático. Justo lo contrario de esa educación pensada para disponer de ciudadanía en serie, cortada por el patrón de la sumisión, la manipulación y el miedo a la libertad.
Volvamos a recordar la centralidad de la persona, de sus libertades. Denunciemos siempre que sea necesario que el poder tiene sentido en la medida en que facilita el bienestar integral de la ciudadanía. Algo que está ausente porque los principales actores políticos parece que sólo piensan en cuestiones de poder, sin sensibilidad hacia los problemas reales que aquejan a la gente. Que el poder político cumpla el papel que le corresponde y deje de manipular el espacio público excluyendo todo lo que impida su modelo de dominación social. La educación libre y plural es una forma de romper ese modelo. Por eso, la lucha por la libertad de enseñanza es una prioridad en la que librar una gran tarea cívica: la libertad real de quienes conformarán las próximas generaciones. Es mucho lo que queda por avanzar en este sentido, pero son las modificaciones culturales las que dan cimiento sólido a cualquier proceso de verdadero cambio social.