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Figuras arquetípicas con excelentes características como valentía, honestidad, empatía, generosidad, sentido de la justicia y la trascendencia, templanza y sabiduría, entre otras cualidades.
Hoy proliferan los ídolos que reciben la adoración de sus millares de fans. Un ídolo es la imagen de una deidad objeto de culto, según la RAE. Importa más la fama que la virtud. Para ganar popularidad es suficiente con llamar la atención de de la prensa escrita, la televisión, la radio y las redes sociales.
Suele suceder que aquello que más atrae de esos ídolos no son sus virtudes, sino sus vicios. El éxito concentrado en mansiones, autos lujosos, ropa de marca, viajes, amoríos y conquistas sexuales.
Todo el mundo puede aspirar a ser un personaje popular o una celebridad. Todos tienen el derecho a soñar que disponen de sus minutos de gloria. Ahora bien, a pesar de que sean muchos los que se sienten llamados por el brillo de la fama, muy pocos son los escogidos para entrar a formar parte del paraíso mediático. La fama es frágil: es producto de los rumores, los comentarios y las opiniones de los otros
Para entender nuestro tiempo, para entender la democracia de masas, la cultura de multitudes, el populismo mentiroso, hay que poner atención a este imperio de ídolos de barro, a esta tiranía del disparate, a este estilo que brota de los programas show de la televisión y que se imponen en muchos órdenes de la vida.
Algunos estudiosos creen que es posible aprender a ser héroes y que las personas que se convierten en héroes tienden a estar interesadas en el bienestar de los demás. La empatía y la compasión son variables clave que contribuyen al comportamiento heroico y es posible fomentar la “imaginación heroica” o el desarrollo de un ideal heroico personal.
Todos somos héroes potenciales en espera de un momento en la vida en el que llevar a cabo una acción heroica. Actuar de esta manera es una opción que puede presentarse en alguna oportunidad. Si esto sucede, mucha gente descubre que es capaz de realizar cosas inimaginables. Claro que no es lo mismo un acto heroico que llevar adelante una vida heroica.
Antes, a los héroes los consagraban los pueblos por las gestas que dejaban en su historia. Ahora son las encuestas y el número de páginas que se abren en Google con su nombre las que determinan la vigencia del ídolo. Buena falta hacen los auténticos héroes para rescatar valores verdaderos y desplazar a los ídolos de plástico que inundan los medios.
De todas maneras existe mucha gente buena que trabaja para los demás. Son hombres y mujeres comunes que, en silencio y despacito, hacen grandes obras. Y no les importa si después los llaman héroes, próceres o santos.