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Adriana Aquino Navarro (34) y Fernando Ezequiel Aquino Navarro (27) son los dos menores de una familia de cinco músicos. “Tradición musical siempre hubo en mi casa, con mis primos de parte de mi papá sobre todo, todos estudiamos música; primero en el Ateneo Paraguayo y luego pasamos al Conservatorio Nacional”, comenta Adriana.
A pesar de que sus padres no son músicos, siempre les inculcaron el amor por el arte: teatro, ballet, música, todo lo que sea posible conocer. Con seis años Adriana ya asistía a las clases de piano en el Ateneo y a los 11 empezó con la flauta en el conservatorio; por su parte, Fernando ya desde muy chico formó parte del taller infantil en el Conamu y en casa practicaba la flauta dulce y guitarra. “Toda mi infancia y adolescencia la pasé en el Conservatorio”, menciona.
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La flauta, una pasión
Para Adriana las cosas no estuvieron tan claras desde casi el comienzo en cuanto a la elección de su instrumento y esto no fue casualidad, ya que su hermano mayor también la ejecuta la flauta, por lo que estuvo familiarizada con ella desde antes y fue su primera opción. Al inicio -confiesa- hasta estuvo tentada de dejarla, ya que le resultaba un tanto tediosa de aprender.
En unas vacaciones se propuso interiorizarse al máximo e investigar más al instrumento, y fue así que se apasionó. Algo que le gusta mucho es el sonido de la flauta y su versatilidad; además, le encanta el repertorio para el instrumento y las posibilidades que ofrece: “Yo me dedico sobre todo a la música clásica, pero este es un instrumento que también da para la música popular”.
Ella forma parte del elenco de la Orquesta Sinfónica del Congreso Nacional (OSIC) y el Bach Collegium de Asunción; y antes tocó en la OSN (Orquesta Sinfónica Nacional).
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Además de su trabajo estable en orquestas se dedica a la enseñanza del instrumento en el Conamu y en la Universidad también, en la Licenciatura en Música de la FADA-UNA y en el Conservatorio Shostakóvich, un emprendimiento familiar.
El sonido a través del violín
Para Fernando el abanico de instrumentos disponibles en casa ya fue muy variado desde el inicio, por lo que pudo decantarse por el piano, el clarinete o la flauta pero el violín le gustó desde un principio, debido al timbre particular que tiene. “Que con las tensiones de la mano pueda cambiar el sonido del instrumento es algo que me llamó mucho la atención; cómo presionando el arco se puede tener una variedad impresionante de timbres”, rememora.
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Hoy se desempeña como violinista de la OSCA (Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción) y enseña.
El paso por Europa
Los hermanos acaban de regresar después de un año de estudios en el Conservatorio Superior de Música del Liceu de Barcelona. Confiesan que ir juntos fue casi una casualidad, ya que Adriana tenía en mente desde hace mucho realizar un máster en el extranjero para especializarse y traer un mejor nivel de enseñanza en el Paraguay, pero por diversos motivos no se dio antes; y Fernando había terminado la carrera de grado y nació la oportunidad de embarcarse al proyecto los dos al mismo tiempo.
Ambos hicieron las pruebas de aplicación y fueron aceptados para el posgrado. Luego, fue cuestión de tocar puertas para conseguir financiación, ya que estos estudios cuestan mucho dinero. Una vez que lo pudieron solventar se pusieron el marcha y realizaron un Máster en Interpretación de Música Clásica y Contemporánea, una especialidad muy amplia enfocada a sus respectivos instrumentos. Análisis musical, music bussines, música de cámara, proyectos orquestales, entre otras materias hicieron al día a día de un aprendizaje de calidad durante todo lo que duró la estadía en Barcelona.
También aprovecharon para enriquecerse musicalmente escuchando, asistiendo a todos los conciertos que podían, teniendo en cuenta la amplia oferta existente en la región. “El nivel de los profesores es excelente; es una experiencia sumamente enriquecedora”, afirma Adriana.
Ella llevaba años yendo a instruirse al Brasil, aprovechando cada vez las vacaciones. Fernando hizo lo mismo en Argentina, pero para ambos fue la primera vez tanto tiempo en Europa y hacerlo juntos tuvo un sabor especial también.
Shostakóvich: la tarea de formar nuevas generaciones
En el conservatorio familiar están enfocados en los niños: cuentan con clases de estimulación musical desde 0 años y a partir de los 3 años pueden comenzar con un instrumento, a través del método Suzuki. “Pero no hay límites, tenemos alumnos de hasta 80 años de edad”.
Este recinto de estudios es un sueño de su padre, cuenta Fernando, ya que los cinco hermanos se dedican a la música y además todos disfrutan enseñando.
Adriana está muy feliz de anunciar que inclusive gracias a su paso por el Liceu consiguieron un convenio a través del cual podrán venir profesores a realizar masterclasses para el Paraguay. “Será una forma de acortar distancias” dice en relación a los largos procesos por los que muchos tienen que pasar para poder acceder a una clase en el extranjero con profesores de primerísimo nivel.
La idea es hacer un intercambio más fluido, y que también sus alumnos puedan ir a formarse allá. Flauta, clarinete, violín, piano, batería y canto son las clases que ofrecen actualmente. Sobre el método Suzuki informa que se trata de una forma excelente de interiorizar a los padres en el crecimiento musical de los hijos, ya que estos los acompañan activamente en el proceso y pueden hasta tocar con ellos un instrumento y se convierte en una actividad que comparten.
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