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Originada en la época de la colonia, en el siglo XVII según registros atribuidos a Carlos Colombino, la fiesta del kamba ra’anga se enmarca en la recordación de San Pedro y San Pablo, a finales de junio. Una de las compañías cordilleranas que mantiene fuertemente esta tradición es Itaguasu, donde se erige el Kamba Róga al lado de la iglesia.
Esta fiesta junina caracterizada por las máscaras satíricas hechas en madera de timbó y los guaicurúes vestidos de hojas de banano seco generó mucha expectativa en su versión 2022, ya que como casi todo, no hubo kamba en los dos años que duró el encierro y restricciones para evitar que se propagara el virus del covid-19.
“Mantenemos la tradición de nuestros abuelos y bisabuelos. No cobramos entrada y todo lo hacemos a pulmón”, dice orgulloso Néstro Cañizá, presidente de los Kamba.
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Según estimaciones de la organización, unas 10.000 personas pasaron por el lugar en los tres días de la festividad en su versión 2022, que no estuvo exenta de mensajes de crítica social y política.
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Un avión con vacunas, medicamentos y hasta el arribo de un presidente brasileño se presentaron en los “cuadros”. Fueron protagonistas Lugo, Marito y Kalé, reunidos para acordar la venta de la represa a los brasileños.
Tampoco faltaron los kamba ra’anga que representaban las tradiciones, las marchas, las situaciones jocosas y también hubo el esperado kamba kuña.
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Kamba kuña: empoderamiento inconsciente
Lo del kamba kuña nació como una especie de empoderamiento inconsciente, ya que las mujeres habitualmente trabajaban exclusivamente en la cocina elaborando las comidas típicas para la fiesta. Hasta que un grupo de ellas pidió también ser partícipes actuando en las representaciones.
Así, unos 80 guaicurúes y kambás más las voluntarias para la rúa amenizaron la fiesta. Las rúas son un ritual en el que en el centro del korá se enciende una fogata y las doncellas (voluntarias) juegan con pajas encendidas y son sorprendidas por los guaicurúes que están al acecho.
Así los guaicurúes las toman por asalto, las pasean en volandas y luego las sueltan para perderse furtivamente en un aparte del korá. El ritual se repite una y otra vez y pese a esa repetición, siempre es una sorpresa que corta el aliento de los espectadores y también de las protagonistas al ver el momentáneo “secuestro giratorio” de fuego, misterio y adrenalina.
La tradición en Itaguasu es muy fuerte, tanto que los niños piden ser guaicuruíes probando suerte y pagando promesas a los Santos Pedro y Pablo.
En los preparativos, la clave es la vestimenta de los kamba, son coloridas y van de acuerdo al tono de la pintura de las máscaras. “Las prendas que se utilizan son donadas por la comunidad. Nosotros nos mantenemos vigentes con la ayuda desinteresada de personas que saben el valor de esta tradición.
También obtenemos fondos de presentaciones que hacemos en clubes y otros lugares a los que nos llaman para mostrar nuestra cultura”, finaliza Cañizá.