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Sin embargo, es la falta de aceptación a estas diferencias la que genera los grandes problemas sociales. La intolerancia ante quien es diferente física o ideológicamente, nos lleva a poner etiquetas para referirnos a grupos minoritarios que son seres humanos antes que nada, más allá de ser personas gordas, gente negra, gay, indígena, con capacidad diferente, etc. Esta intolerancia ha sido el pretexto para violentar los derechos humanos de mucha gente que, por el simple hecho de pertenecer a un grupo social minoritario o de encontrarse geográficamente en el lugar equivocado, sufre abusos de todo tipo o privaciones del ejercicio de los derechos que todo ser humano merece para vivir con dignidad.
Por eso es sumamente importante la participación de la sociedad civil como observadora, promotora y defensora de los derechos humanos, exigiendo a las autoridades el respeto de estos y la sanción correspondiente a quienes violan estos derechos, al tiempo que se crea conciencia ciudadana para fomentar una cultura de respeto e igualdad. Tenemos la obligación de conocer nuestros derechos y también hacernos responsables de hacerlos valer. Involucrémonos en acciones ciudadanas que se organizan para conseguir el respeto por los derechos de la gente indefensa, para que se respete y se rescate la dignidad e igualdad de derechos de la que cada persona es merecedora. Nuestra esencia como seres humanos es igual.
Desde el punto de vista de la ética, las creencias del ser humano y las tradiciones que se viven en la familia y escuela son moralmente impasibles mientras no sean fuente de conflictos. Lamentablemente en la sociedad actual la educación dogmática y autoritaria, fundada en los tabúes y creencias tradicionales, sí crea angustias, agresividad y conflictos de comunicación y convivencia en todos los niveles. Por eso bien cabría proporcionar una motivación que permita tener a raya el egoísmo y el descontrol pasional, para evitar que algunas normas contribuyan aún más a frustrar al ser humano, pues con esto se aumenta la dosis de odio y agresividad del mundo.
Una nueva ética podría estar al servicio de intereses auténticamente humanos: liberación del ser humano, de la angustia de los tabúes innecesarios; disfrute correcto de los bienes y satisfacciones de la vida, conciencia viva de responsabilidad social, de los deberes para con la generación futura y para con la naturaleza.
Los miembros de una comunidad, la ciudadanía de una sociedad, han de estar dispuestos a acatar ciertas normas que, por una parte, subordinen los intereses individuales y grupales al bien de todos, y en último término, al bien y a la felicidad planetaria de cada persona y de todos los seres humanos.