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“Camino a los desaparecidos Saltos del Guairá, los hermanos Mirko y Stevo, integrantes de una Misión Científica Croata revelan datos, crónicas, comentarios y registros fotográficos. Esto, además de excelentes dibujos de localización o planos de relevamientos efectuados en aquella travesía de hace más de cien años. Desde su mismo embarque en el puerto de Corumbá (Brasil) y llegando a la Asunción de entonces (1904), nos permiten con sus testimonios imaginarnos cómo era aquel ambiente a poco más de treinta años de la devastadora Guerra de la Triple Alianza”, explica el arquitecto Gustavo Glavinich, organizador de la exposición, presidente de la Cámara de Comercio Paraguayo-Croata y Consejero del Gobierno de la República de Croacia, para la colectividad fuera de su país.
Nacidos en la histórica ciudad de Karlovac, fundada en tiempos de las luchas contra las invasiones otomanas, los hermanos Seljan –aparte de su valioso apunte de viajes plasmado en el libro– con su legado cultural revelan que eran grandes científicos, músicos, dibujantes, verdaderos artistas e intrépidos y valientes exploradores que anduvieron por varias partes del mundo recabando información para las generaciones futuras.
Colectividad croata
Se estima que en nuestro país la colectividad croata, entre originarios y descendientes, se compone de alrededor de 5.000 personas. No obstante, se está realizando un censo, por primera vez, a cargo del Club de Croatas del Paraguay.
El arquitecto Glavinich detalla que los Seljan no fueron los primeros croatas en llegar al Paraguay. En la Asunción de 1904 ya se encontraron, por ejemplo, con sus paisanos los Mihanovich, que los ayudaron. Estos eran originarios de Dubrovnik y tenían una importantísima empresa naviera en Buenos Aires, con oficinas en Asunción, en un edificio que estaba frente al Puerto y la Recova. También se encuentran con toda una familia croata, la de Víktor Zapútovich.
Para entonces los croatas ya tenían un fuerte arraigo en Asunción, tal como se puede ver con la Sociedad Eslava de Socorros Mutuos, que hizo construir y diseñar por el arquitecto Mateo Talia, de origen croata, en 1889 el Panteón Eslavo de la Recoleta. Entre otras obras importantes de Talia se citan la iglesia Virgen del Rosario de Sajonia, la Catedral de Clorinda, la Farmacia Catedral y la sede de La Tribuna.
Asunción pintada en 1904
Los apuntes de viajes de los Seljan –reproducidos por Glavinich– pintan tal cual era la capital paraguaya al comenzar el siglo XX: “El amplio y cómodo puerto de Asunción está abierto al comercio y tránsito universal. Esta ciudad empieza a transformarse, teniendo ya edificios modernos, calles empedradas por las que transitan vehículos de toda especie. De sus construcciones antiguas quedan todavía algunas que conservan recuerdos históricos, entre ellas, varias iglesias y edificios públicos, donde se destaca imponente el Palacio de López, hoy casa de gobierno.
La población se compone de 80.000 habitantes. La vida de la ciudad al par de otras importantes, un aspecto esencialmente comercial; pero existe una nota característica que se percibe a simple vista.
Las casas de negocios abren sus puertas de mañana muy temprano y el mercado va adquiriendo su movimiento peculiar a medida que llegan los animales de carga, carros y mujeres con los canastos puestos sobre la cabeza, llevando los productos de las quintas.
Verduras, flores y frutas a montones se mezclan con el tabaco y otros productos; mas allá pilas de artículos de alfarería como ser vasos, vasijas, platos y al lado bombillas, indispensables para tomar la infusión de yerba.
Mas allá se ven dulcerías y cocinas improvisadas donde se prepara el asado o bien el característico churrasco de carne trenzada, etc. En la parte inferior del mercado se exhiben a la vista preciosas manufacturas paraguayas, alhajas y objetos de oro y plata, hamacas y tejidos de ñandutí tan delicadamente confeccionados que pueden competir con los de Bruselas”.
Diáspora del pueblo croata
Los relatos se apreciarán mejor con las fotografías, todas del acervo del Museo Etnográfico de Zagreb, cuya directora, Goranka Horjan, estará en nuestra capital para el Sexto Encuentro de la Diáspora Croata Sudamericana en Asunción, de la que forma parte la muestra.
La actividad es organizada por la Cámara de Comercio Paraguayo-Croata con el objetivo de generar un mayor relacionamiento y propiciar el encuentro entre compatriotas, amigos y autoridades croatas. La sede será el auditorio del Banco Central del Paraguay con la presencia de comitivas de Argentina, Chile, Perú y Croacia.
El programa se desarrollará el 29, 30 y 31 de marzo con el apoyo de la Embajada de Croacia en Argentina, Paraguay y Uruguay a cargo de la ministra plenipotenciaria Mirjana Bozic. La exposición se habilitará el martes 30 a las 19:30 en la Casa Castelví de la Manzana de la Rivera.
¿Por qué diáspora? Diáspora –explica Glavinich– está asociada a la idea de exilio: “Hoy más se utiliza el término para designar a todo aquel pueblo, colectivo o grupo humano que se encuentra disperso fuera de su país de origen. En el caso de Croacia, muchos de sus habitantes desde siglos atrás y por diferentes motivos, sean políticos, económicos, bélicos (guerras), peste de la vid (o peste del vino) emigran a otros países, a EE.UU., Australia, Argentina, Chile, Brasil, Ecuador Bolivia (Santa Cruz de la Sierra) y en menor escala nuestro país, donde la colectividad se ha integrado plenamente a la vida de la sociedad paraguaya”.
Viajar en el ferrocarril
Los hermanos Seljan describieron cómo eran los viajes en el Paraguay de 1904. “El ferrocarril de Asunción a Villa Rica y Pirapó es, en lo referente a la sección de la Capital a Paraguarí, el más antiguo de toda América del Sur. Su construcción remonta a la época de los López, siendo esta línea la única del Paraguay.
¡En marcha! Los paisajes que se divisan desde el tren, los forman bosques y praderas donde habita el campesino y pacen los ganados. El viajero se deleita respirando el aire puro de la mañana impregnada de los deliciosos perfumes de los naranjales que ostentan sus árboles cargados de frutas y flores.
En pocos minutos se llega a Trinidad, donde gustoso el pasajero ha de tomar un vaso de leche fresca al pie de la vaca. Sucede la estación de Luque, lugar en que se fabrican y expenden los sombreros de paja que las mujeres ofrecen al llegar el tren, llevando en su cabeza una gran pila de esos quitasoles producto del ingenio indígena. De Luque se llega a Areguá y desde aquí a Patiñocué.
Para no perder ningún detalle de estos lugares pintorescos, conviene bajar en Patiñocué y tomar un tramway de rara construcción que corre sobre rieles de madera hasta la costa del lago Ipacaray donde el vaporcito “Flecha”, arrojando largos penachos de humo de su chimenea, dirige la proa en la dirección nord-este del lago y conduce hasta San Bernardino” .
La “Niza paraguaya”
Mirko y Stevo Seljan vieron a la villa veraniega de San Bernardino como la “Niza paraguaya” en su testimonio de 1904: “Los blancos chalets diseminados por las colinas alrededor del lago invitan al descanso, para lo cual se encuentran excelentes comodidades.
Es muy agradable una excursión por Bismarksch lucht, especie de recreo situado en el interior entre montañas accidentadas, para aquél que no prefiera quedarse a pescar, cazar pequeños cocodrilos o tomar baños entre las refrescantes olas. El Lago Ipacaray de 20 km. de longitud, 4 km. de ancho y de 1 a 4 metros de profundidad”.
La vida de los Seljan ha sido un incesante trajinar por el mundo, pasando por Etiopía, América, etc., recalando en el Brasil, donde fueron contratados para realizar estudios de navegabilidad de ríos en el Estado de San Pablo y Paraná, internándose incluso por la selva del Amazonas.
En nuestro país, exploraron gran parte de la Región Oriental, Villarrica, Yhú, Campos Morombí, los yerbales con los mensú, Caaguazú hasta Takurupucú (Hernandarias). Estudiaban las costumbres de la época, el modo de vivir, en cada lugar donde y sabían relatar y archivar según los documentos que pudieron ser conservados en el Museo Etnográfico de Zagreb.
Los hermanos se habían separado en 1912 cuando cada uno realizó emprendimientos diferentes. Mirko se internó en el amazonas peruano en una expedición y nunca más se supo de él, hecho sobre el cual se tejieron varias teorías. Stevo decidió radicarse en Ouro Preto, Brasil, donde falleció en 1937.
Fotografías: Acervo del Museo Etnográfico de Zagreb, Croacia /Gentileza del Arq. Gustavo Glavinich