Cargando...
En este momento la vida en sus variadas formas se encuentra muy amenazada. El predominio total del mercado coloca al ser humano y a la naturaleza como simples apéndices de un movimiento delirante que puede conducirnos a la autodestrucción. Pareciera que nadie puede existir sin integrarse a las exigencias de competencia-eficiencia, participando de algún modo en el aplastamiento de la vida.
El pensamiento dominante se caracteriza por su condición estática e ideológica, resultado de ideas cerradas de izquierda y de derecha, surgidas de prejuicios y concepciones simplistas de la realidad que indican la pobreza discursiva, la inmadurez política y la mezquindad del pensamiento. En todos los aspectos de nuestra vida social notamos la deplorable división entre buenos y malos, retrógrados y progresistas, pobres y ricos, señal del intento de aplicación de un modelo que fracasó en el pasado.
Estas ideologías estáticas y cerradas: la izquierda y la derecha, los de arriba y los de abajo, los de adelante y los de atrás, consiguen una posición maniquea que destierra la tradición de libertad, de justicia y de profundo respeto por la dignidad humana.
Un pensamiento abierto, dinámico y compatible, crítico, plural y anti dogmático, puede ser el recurso que responde a la realidad de las cosas y permite superar las ideologías cerradas, porque abre el horizonte y marca un espacio de pensamiento que rompe la bipolarización derecha-izquierda. Este pensamiento receptivo, transparente y complementario es, por supuesto, un pensamiento más complejo, más profundo, más rico en análisis y matices y más cercano a la realidad, además enriquece el discurso democrático. Si prevalece el pensamiento único, estático e ideológico, el discurso político se repliega, se cierra y se concibe como un instrumento de poder, de dominación, de guerra, que aplasta la pluralidad y la apertura connaturales a la democracia. Siempre será necesario expresar que el poder tiene sentido en la medida en que facilita el bienestar integral de las personas. Esto es algo que hoy brilla por su ausencia, porque los principales actores políticos solo piensan en el poder, o en cuestiones electorales para obtener o mantener el poder, sin sensibilidad hacia los problemas que aplastan la vida de la gente.
El pensamiento realista, empático y diverso pretende que el poder político cumpla el papel que le corresponde y deje de manipular lo público, excluyendo todo lo que impida su modelo de dominación ideológico-partidista. Es lento avanzar en este sentido, pero son las transformaciones culturales las que dan cimiento sólido a cualquier proceso de cambio importante.