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Mito o realidad, cuando susurra sin parar el pitogüé, la primera en recibir las escrutadoras miradas de reojo son las jóvenes. Los vecinos malpensados aseguran que alguien está en la dulce espera. Para nuestros abuelos era un casi infalible test de embarazo. Pero en una ciudad con tanto ajetreo y ruido la leyenda tal vez se pierde un tanto. El pitogüé “canta con claridad su nombre”, tiene una dieta muy variada que incluye insectos, caracoles, arañas y ratones. No solo eso, es muy buen pescador.
Todos estos datos están contenidos en el libro de Francisco Capli, Sergio D. Ríos y Oscar Rodríguez, quienes se dedicaron a observar las aves existentes en Asunción, captar sus imágenes y compilar fotografías realizadas por otras personas e investigar sobre ellas con el asesoramiento científico de los biólogos Paul Smith y Rob Clay.
Y aquello del hornero o alonsito (Furnarius rufus) que alimenta los pichones del guyraû (Tordo renegrido) también se recoge en las páginas profusamente ilustradas, así como mitos y leyendas como la del karaû o la tragedia de la golondrina.
Y bueno, antes de seguir spoileando la guía uno de los autores, Francisco Capli explica sobre la interesante obra.
–¿Cómo surgió tu afición por las aves y la consiguiente idea de preparar este libro?
–Surge en mi niñez. En aquella época –cuando no había televisión ni internet–, todos los chicos nos divertíamos jugando con honditas. Una siesta, y por casualidad, le acerté a un san francisco (Cachilito) que cayó fulminado. Era común entre los chicos creer que si se le soplaba el culito, el pajarito revivía. Estaba haciendo eso cuando apareció mi papá preguntando qué estaba haciendo. Ni bien le conté, me dio un par de sopapos como reprimenda y me dijo claramente que era la última vez que tenía una hondita en la mano. Luego de eso me explicó que los pájaros son un regalo de la naturaleza y que su vuelo representa la libertad y los sueños de todos los hombres. A partir de ahí empezó el respeto y la admiración por las aves, que fue creciendo a partir de observarlas, conocerlas, estudiarlas y, finalmente, intentar, de alguna manera, protegerlas. Este libro, cuyo lema es “Solamente se quiere y se cuida lo que se conoce”, pretende, a partir de hacerlos conocer más de cerca y más profundamente, generar nuevos observadores, amantes y cuidadores de las aves y, por ende, de toda la naturaleza.
–¿Cuántas especies de aves se incluyen? ¿Las has visto todas?
–Esta guía incluye 351 especies entre residentes habituales de la ciudad que pueden ser observadas con cierta facilidad; aves migratorias que en sus vuelos viajeros pasan por Asunción donde se alimentan para seguir su camino (ej., los playeritos, golondrinas, etc.) y las aves vagantes, que ocasionalmente, debido a algún fenómeno meteorológico u otro motivo, atraviesan o aparecen en la ciudad. El listado fue elaborado con base en la nómina de las aves vistas por quienes cargaron sus listados de observación en E bird, base de datos de observadores de aves de todo el mundo, dirigida por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, en los Estados Unidos. Se tomó en cuenta el total de aves observadas en la ciudad, aproximadamente en las últimas dos décadas.
–¿En qué momento te dedicas a la observación? ¿Cuál es el mejor lugar para el avistamiento y cuáles son las aves infaltables en nuestros patios o jardines?
–En nuestros jardines, habitualmente, se pueden ver entre 15 y 25 especies de aves, dependiendo de la cantidad de árboles y plantas que haya en los mismos. Cuantos más árboles frutales y plantas con flores haya, más aves se van a acercar. Es importante también que haya agua y, en algunos casos, las personas las alimentan con semillas y frutas. Es seguro que van a venir a visitarles. Entre otros, los más comunes son: el sái hovy (chogüy), el havia korochire (zorzal mandioca), el havia korochire pytã (zorzal colorado), los gorriones, el bendito sea, el pitogüé, el masakaragua’i (ratona), la tortolita colorada (pyku’i pytã), los guyra tiri (cardenal), el guyraû (tordo renegrido), el picaflor verde y el picaflor bronceado; las yerutí, las pykasu óga (palomas domésticas). Las más difíciles de ver, en la guía están identificadas como “buscadas”, como ser el picaflor negro, el picaflor de garganta blanca, la gaviota capuchón gris, etc.
–¿Cuáles son las especies más raras que tenemos en Asunción?
–El libro trae la información organizada en forma de ficha para cada ave, donde se incluyen los nombres comunes en castellano, en guaraní, en inglés y el nombre científico. Se presentan datos sobre hábitat, tamaño, frecuencia de avistamiento posible, si es residente o no, si presenta dimorfismo sexual, algunas notas sobre hábitos y un estudio de la etimología del nombre científico, además de contar con al menos dos fotos de cada una en las que se incluye el macho y la hembra cuando hay diferencias y juveniles, en los casos en que fue posible. Es básicamente un libro visual, con más de 900 fotografías realizadas por los autores y otros amantes de las aves, que colaboraron gentilmente con este proyecto.
–También rescata curiosidades...
–Curiosidades hay muchas respecto a las aves que podemos ver en Asunción. Por ejemplo, los playeritos, que son aves migratorias que se las puede ver cuando vienen migrando desde Alaska o Canadá donde anidan y procrean, en su viaje hacia el sur escapando del invierno, suelen tomar la Bahía de Asunción y las costas del río en general, para alimentarse, “cargar combustible” y seguir su vuelo. Algunas suelen quedarse unos días, otras unas semanas y otras solamente pasan volando. Otro caso, el de las golondrinas, que también son migratorias, viajan detrás de enjambres de insectos de los cuales se van alimentando en su trayecto. También el milano boreal sigue los enjambres de langostas.
Otra curiosidad: en Asunción, es que a partir de que algunos ejemplares escaparon o que fueron liberados por sus dueños, los gua’a pytã (guacamayo rojo) y los kaninde (guacamayo amarillo), empezaron a reproducirse y con suerte se los puede ver, después de mucho tiempo, en la zona del Jardín Botánico y varios barrios aledaños, aunque el kaninde no es un ave típica de Asunción.
–¿Cuántas especies tenemos a nivel nacional?
–En todo el país existen aproximadamente 720 especies de aves, siendo este número bastante variable, debido a que algunas aves ya no se ven en Paraguay, y otras nuevas aparecen y son observadas y registradas. Esto está aumentando debido a que también existe un aumento importante de observadores.
–¿Se puede estudiar ornitología en Paraguay?
–¿Carrera de ornitología en Paraguay? Como carrera en sí, no existe, pero sí a partir de estudiar biología o veterinaria, existe la posibilidad de especializarse en el área. El libro, a partir de la semana pasada, se encuentra en venta en las principales librerías de Asunción.
Formar observadores
Uno de los principales objetivos del libro –dice Capli– es que, a partir del conocimiento, crezca el número de observadores y, por ende, la cantidad de gente que cuide y proteja a las aves y sus hábitats, lo cual finalmente va a contribuir en mejorar el medio ambiente de todos los seres que habitamos la ciudad.
Existe un proyecto que ya está en marcha. El objetivo es regalar a todos los alumnos de quinto grado de todas las escuelas de Asunción, para así formar a toda una generación de observadores y protectores de las aves y que a partir de la Capital se pueda replicar esto en todo el país.
Con el apoyo de WWF, que donó un importante número de libros, este año empezó el plan piloto con 25 escuelas.