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El año 1981 me encontró de vuelta en el país en la recta final del estronaje. Pasado el espejismo de la construcción de Itaipú, la situación local volvía a su punto de equilibrio, con inflación, desempleo, emigración y una mentirosa tasa oficial de cambio de US$ 1 = G. 126. Después de jurar que no era comunista retomé mi cátedra en el Instituto Superior de Lenguas e ingresé como redactor del Suplemento Cultural de ABC Color. Desde esas páginas dominicales comencé una sostenida tarea de demoler los mitos nacionalistas del régimen. Y el momento cumbre llegó con la publicación de la tesis doctoral traducida con ayuda del economista Lorenzo Livieres Guggiari, La Segunda República Paraguaya, 1869-1906: Política, Economía y Sociedad.
Eran tiempos difíciles. Roberto Thompson Molina, jefe de redacción de ABC, fue preso, y Oscar Paciello fue prohibido de editar “La Tribuna”. Supongo que la cárcel no me tocó a mí porque lo agarré viejo al único Líder. En lugar de la Caperucita de la Policía, les mandó a Prieto Yegros y a Chamorro Noceda a contestarme. Prieto, de quien me hice gran amigo, fue formidable en la polémica, con alguna ayuda de Helio Vera. Pero todos los mitos militaristas fueron cayendo. Hice surgir la figura de José Segundo Decoud como excelente diplomático y verdadero fundador de la ANR.
En estas condiciones, el libro encontró varios obstáculos antes de salir a luz. El primer editor, el CPES, tuvo mariposas en el estómago cuando el borrador ya estaba listo, con una hermosa tapa, y le pasó la pelota a Arte Nuevo, de Hugo Duarte Manzoni, quien exhibió coraje. El lanzamiento tuvo que hacerse en el CCPA, para evitar sorpresas, y el valiente colorado que se animó a presentarlo fue el doctor Miguelángel Pangrazio Ciancio. El libro fue bien recibido y lo editamos unas cuatro veces más con distintas imprentas hasta que se agotó totalmente. Circulaba solamente en fotocopias. Es un verdadero clásico. No hace mucho, Humberto Rubín dedicó todo un programa educativo de TV a su contenido.
Siguieron las peripecias
La idea de reeditar esta obra provino de Vidalia Sánchez, de Servilibro, que previó un buen mercado. Sin embargo, cuando le indiqué que ni se le ocurra pedirme dinero para publicar y que yo solo querría cobrar derechos de autor en libros, ella dio por concluido el tema y nunca más, Argentina.
Pasó el tiempo y negocié con Tiempos de Historia idénticas condiciones para un acuerdo total. Excepto que le pedí no mostrar el original a Guido Rodríguez Alcalá. A partir de ahí, de nuevo, nunca más Argentina. Con Alejandro Gatti, de Intercontinental Editora, todo marchó sobre ruedas al asegurarme, “yo nunca muestro originales antes de la publicación”.
Contar sin prejuicios
La contribución original fue narrar los acontecimientos sin prejuicios, solo buscando la verdad. Y ahí vimos que Solano López no fue tan gran estratega militar ni político. En 1859, solidificó en el poder a su enemigo, Bartolomé Mitre, a expensas de su aliado, Justo J. Urquiza, quien nos había hecho la proeza de reconocer la independencia. Un lustro más tarde, Mitre comandaba la invasión destructora. Militarmente, Solano dejó que los aliados desembarcaran sin oposición en Itapirú y los atacó a pecho gentil en Tuyutí, cuando ya estaban fortificados. Con más de 13.000 muertos, nos quedamos sin ejército por el resto de la contienda.
De la Primera República mucho se ha hablado, pero hay cosas que ahora sabemos que no sabíamos. Por ejemplo: que el doctor Francia fue el Padre de la Patria, pero su único objetivo era ejercer el poder hasta el último suspiro. Para eso, se hizo liberal, medieval, conservador, tiránico, oportunista, aunque respetaba los plazos y las formalidades. Pero hasta eso dejó atrás en 1816. Ante la amenaza de que el Congreso establecería un Poder Judicial independiente, forzó su nombramiento como Dictador Perpetuo, alejándose de Rousseau, que estimaba la dictadura debía ser temporal y solo en caso de crisis. Era tan medievalmente caprichoso que mantuvo en prisión hasta después de su muerte a una veintena de ciudadanos por el solo delito de haber nacido en Santa Fe. Su República fue la continuación de la Colonia.
Interpretación provocativa
¿Existe una nueva interpretación de la Guerra Guasu en esta obra? No sé si nueva, pero provocativa. Esa guerra fue la clausura de la Era Colonial Ibérica. Fue la última entre España y Portugal por límites. El Paraguay, el Brasil, el Uruguay y la Argentina que entraron no fueron los mismos en emerger de la contienda. Quedaron atrás las lacras coloniales y surgieron repúblicas imperfectas, pero progresistas. Los capitanes “da Guerra do Paraguai” fueron los generales y almirantes que despacharon la monarquía y la esclavitud en Brasil. La Argentina dejó atrás sueños virreinales y se esmeró en desarrollarse por la educación, la inmigración y la productividad competitiva. Cuando los uruguayos dejaron de matarse unos a otros, surgió ahí la república más lograda hasta hoy en el continente.
A partir de aquí nos preguntamos qué sabemos del Paraguay post-1870? La respuesta la podemos simplificar en que el Paraguay Constitucional Liberal tuvo logros inusitados en derechos civiles y políticos. Se acabó la tiranía. Los plazos se cumplían y a nadie se le ocurrió cambiar la constitución para eternizarse en el mando. Hasta los golpes de Estado se sometían a la Constitución por medio de la ratificación parlamentaria, rodeada de soldados armados, a veces, pero la Carta Magna se cumplía.
El papel de Juan Sinforiano Bogarín
La figura de Juan Sinforiano Bogarín en ese contexto histórico fue una muestra de las fortalezas de la Iglesia. La condujo con firmeza y autoridad, pero su batalla contra la separación del Estado estuvo perdida de antemano. La libertad de cultos se fue imponiendo, el Registro Civil sacó los nacimientos, bodas y entierros de los templos. Y el Estado se hizo cargo de escuelas y cementerios. El Obispo reaccionó con rabia y hasta algo de odio. Creo que por eso no lo santificaron, aunque su tarea pastoral justificaba llevarlo a los altares.
Durante la peste bubónica de 1899, una misión médica argentina expandió las autopsias de los fallecidos, pero pronto los médicos argentinos y los estudiantes paraguayos comenzaron a chismentar, luego del procedimiento, quién de las señoritas era virgen y quién no, lo que enfureció al Obispo, y este dirigió su rabia contra el director de Higiene, Dr. Facundo Ynsfrán.
Nazis y marxistas en Paraguay
Aunque parezca increíble, en Paraguay hubo nazis y marxistas antes de que en Alemania y Rusia. Por lo menos experimentos pioneros, en Nueva Germania, donde debía establecerse la raza alemana sin contaminación judía. Y en Nueva Australia vinieron colonos socialistas para probar establecer el paraíso marxista. Lo que unía a ambos era el racismo. De los alemanes ya se sabe, pero los australianos firmaron un contrato en que se comprometían a no probar alcohol ni mezclarse a las razas locales. Todo se descangalló cuando un cura ayudó a unos colonos con ambas cosas, un poco de alcohol y unos coqueteos con las doncellas del lugar. Desde Domingo Martínez de Irala sabemos que venir al Paraguay a mantener purezas raciales es todo un desafío.
Antes de llegar al epílogo se puede decir que el caballerismo se agotó en 1904. ¿Por qué? El caballerismo del hegemónico Partido Colorado que ganaba todas las elecciones por el voto cantado, que reconstruyó el país vendiendo las tierras y los yerbales públicos, fue luego evolucionando hacia el egusquicismo, más democrático y abierto. Pero cuando los caudillos militares expulsaron a los egusquicistas en 1902, se hizo inevitable la Revolución de 1904, que fue la venganza de Benigno Ferreira, volviendo al poder luego de 30 años fuera de él. Pero, en lugar de agotarse, el caballerismo se aporteñó, tuvo mejores modales, pero fue igual de excluyente. Los cívicos de Ferreira no dejaron lugares a los radicales que habían combatido al caballerismo en 1904. Todo terminó en otro golpe en 1908.
Moraleja global
La moraleja global para el país podríamos resumir en lo siguiente: El Paraguay, de rutina, da dos pasos adelante y uno atrás. Y la sangre casi nunca llega al río. O sea, siempre vamos para adelante hasta cuando parece que retrocedemos. Stroessner no pudo imponer a su hijo en el mando. No somos Nicaragua. Y el “corralito” bancario porteño jamás pudo aplicarse acá. Tampoco somos Argentina. Somos lo que somos; por ende, siempre vamos a ser lo que seremos.