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Vacaciones, palabra mágica, lejos del agobio de la ciudad, el estrés, la contaminación, el barbijo, la congestión del tránsito, las vacunas, los ruidos, socorro la canícula y miles de estímulos que hartan nuestros sentidos. Cosa extraña, sin embargo, los lugares elegidos para el descanso se convierten en pequeñas urbes atiborradas de vehículos y de gente que busca con desesperación “pasarlo bien” lejos del covid19 que nos persigue a donde vayamos. Los bolsos y las valijas se cargan con las mismas tensiones de cada día, los mismos disgustos, frustraciones, fantasmas, sueños e insatisfacciones que acarreamos de vuelta cuando las vacaciones tocan a su fin.
Esto es lo que pensamos para consolarnos de la envidia quienes nos quedamos a sufrir la gota gorda en la ciudad. Pongo un disco de música étnica mientras ordeno papeles, rompo viejas facturas y arreglo ese cajón del desorden que todas las casas deben tener. Allí guardamos hasta lo intangible: lápices, biromes, aspirinas, moños de regalos, sahumerios, clips, tarjetas, monedas, boletas de compra, recortes... y me encuentro con estos pensamientos del escritor uruguayo, Eduardo Galeano, que transcribo a continuación para ustedes que pueden leer en la playa o bajo el mango del patio, en la hamaca, en ese lugar sagrado o donde sea.
Dice Galeano: “Confieso que no consigo entender por qué los políticos norteamericanos son malos si tienen amores con bellas mujeres inofensivas, y en cambio son buenos si tienen amores con las grandes empresas que venden armas o veneno. No hay caso, no me entra en la cabeza por qué son malos los países que producen drogas, y malas las personas que consumen drogas, y en cambio es bueno el modo de vida que genera la necesidad de consumirlas.
Yo todavía no entiendo por qué eran malos los soldados de Irak cuando se apoderaban de Kuwait, y en cambio eran buenos los marines cuando se apoderaban de Granada o Panamá.”
Bueno, sigo con mis reflexiones estivales. Nadie duda que el ser humano (ella, él, elle) fue creado para no trabajar horas nalga, como las flores, los árboles, los pájaros o las mariposas. Sucedió eso de la serpiente, el árbol del bien y del mal con su manzana colorada, y nos rajaron del paraíso a ganar el pan con el sudor de nuestra frente. Por eso las vacaciones son como un anticipo al jardín del edén terrestre y nos recuerdan lo que perdimos por culpa de Adán y Eva. Las vacaciones son el ideal de la humanidad y el partido político que las tuviera muy presentes entre sus promesas electoralistas, tendría todos los votos habidos y por haber. Se sabe que el comunismo perdió adeptos en todo el mundo porque convirtió el trabajo en un ideal de vida ¿A quién se le ocurriría seguir ese camino? Menos todavía con semejante calor.