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Los símbolos también cambiaron, son digitales y líquidos (Bauman), así que volátiles, dinámicos y efímeros.
¿Cómo referirse al nuevo amigo íntimo (23) de una prima (48) cuando de presentarlo a otras personas se trata? El novio... no pega, el amante, menos, el asistente sexual, tampoco.
Encontrarse con una pariente cuya hija - que suponemos todavía sigue soltera- muestra señales de avanzado embarazo resulta de verdad incómodo. ¿Disimulamos? ¿Las felicitamos por la próxima llegada de la cigüeña? Mejor nos mordemos la lengua para no aventurar comentarios. Hablamos del clima, santo eterno recurso.
Algo parecido pasa si encontramos a un amigo entradito en años, de esos que hace tiempo no vemos, paseando un carrito de bebé. Cuidado con decir: ¿Abuelo de nuevo? Porque puede ser la nena que tuvo con la jovencita que lo acompaña y a quien confundimos con su hija mayor.
La gente que hace dieta se convierte en el terror de las anfitrionas: uno anticipa que come sin sal, otra dice que nada frito, aquella advierte que es vegetariana, el otro que no come picantes ni ajo ni cebolla, ni pescado del fondo del río; no falta quien tenga alergia a la luz de las velas o quien fue al dentista esa tarde y no puede comer nada duro. Dan ganas de servir alimento en grageas. Además es obligatorio tener a la entrada de la casa, alcohol o agua de colonia desinfectante para las manos, papel para secarse y barbijos adicionales por si se necesiten.
¿Cómo deben llamar los hijos al nuevo marido de la mamá? ¿Papá2, Padrastro, señor Pérez o simplemente Tito? ¿Cómo decir: mi nueva abuela, la señora Mengana, o Menganita, la mamá de mi padrastro, la mamá del señor Pérez, o la mamá de Tito?
A la hora de llamar a casa de colegas del colegio de la prole es arriesgado decir: ¿Hablo con la mamá de Jorgito? Porque del otro lado la voz femenina nos puede responder: “No, soy la novia del papá de Jorgito.”
El uso abusivo del teléfono móvil rompe de manera alevosa cualquier protocolo social, ignorando una de sus máximas premisas: mirar a los ojos de quien nos está hablando.
Todo muy random lo de los nuevos parentescos, enredos telefónicos, parejas gays, relaciones fluidas, etc. complican y aumentan el estrés cotidiano.
La mejor solución sigue siendo no perder el sentido del humor porque es una de las maneras más divertidas de superar las metidas de pata en sociedad, que si de consuelo sirve, a todo el mundo le pasa. Eso sí, es muy probable que yo sea una experta en la materia y firme candidata a ocupar el primer puesto en la categoría distraída social del año.