Cargando...
El sollozo no es la única forma de expresión vocal que deriva de sentimientos de tristeza, pesar o congoja. Si el dolor es intenso, el llanto se convierte en un quejido, en un sonido más continuo y más agudo. Expresa una profunda herida, sentida en el corazón, como la que produce la partida de una persona querida.
Otro sonido relacionado con el llanto es el lamento que surge ante un dolor antiguo. Hay en el lamento un factor de resignación que está ausente en el quejido y en el sollozo. Lo produce un dolor incesante, es la herida que se asocia a la pérdida. Los judíos tienen el Muro de los Lamentos.
Se grita y se hace catarsis cuando el dolor se vuelve intolerable. Las crías de todos los mamíferos llaman a los gritos a sus madres cuando sienten malestar para que ella lo elimine, pero el llanto de la cría humana es algo más que un pedido de ayuda, es el mismo sollozo de la persona acongojada, es un pedido de auxilio con una significación más profunda.
Cuando alguien llora abre canales de liberación al dar rienda suelta a las lágrimas. Al mencionar las lágrimas, me viene a la memoria Doña Carmen, una vecina genial de mi infancia que solía recitar un poema cuyos versos recuerdo hasta ahora. En forma pomposa ella decía: Decidme nobles vates y hombres sabios/ ¿Qué es esa gota de cristal amarga que entre dos párpados temblando brota y en este mundo se apellida lágrima?/ ¿Por qué el arrullo del placer intenso como el aullido del dolor la arrancan?/ ¿Por qué también al beso de la vida y al beso de la muerte se derrama? Nunca supe el nombre del autor de este poema en el que esta es la opinión del químico: Solo encontré al verificar su análisis/ que cloruro de sodio es una lágrima/ como puro carbón es el diamante/ como es la perla concreción calcárea. Dice el físico: La bruma de las almas que condensa en gota cristalina es una lágrima/ Que al resbalar temblando por el rostro es por la gravedad solicitada. Y el poeta termina diciendo: Virtud, amor, arrullo, beso y trova, impotencia, dolor y furia insana/ Plegaria, patria, libertad y gloria… ¡Todo eso y mucho más es una lágrima!
Por algo las consolaciones litúrgicas hablan del don de lágrimas como un regalo del Espíritu Santo que poseían Santa Teresa y San Ignacio de Loyola. A través de ambos místicos existe una revalorización espiritual de las lágrimas como don divino. Las lágrimas arraigan en una filosofía que confiere más importancia al sentimiento, a la afectividad y a la compasión.