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Ante el patrón monofásico actual de sueño, durante mucho tiempo predominó el sueño segmentado bifásico o incluso polifásico. Una minoría se quedaba en la cama conversando o en silencio, tal vez rezando, dándose a la lectura o escribiendo. El modelo por excelencia del sueño fragmentado era el de los benedictinos. San Benito organizó la regulación del horario para el aprovechamiento de la luz solar, la meditación, la oración y el sueño. Los monjes se retiraban a dormir entre las siete y las once de la noche, permanecían despiertos por tres horas durante el oficio sagrado de las vigilias, y volvían a sus lechos hacia las dos de la mañana.
El hábito del primer sueño fue desapareciendo a través del tiempo. Incidieron para ello la propagación de la iluminación artificial en las ciudades y la revolución industrial, que forzó a los obreros a horarios de trabajo de ritmo intensivo.
En la actualidad, el estrés, la ansiedad y los cambios de hábitos ocasionados por la pandemia, sumados al miedo a morir, a que fallezca un familiar, más los problemas laborales y económicos, etc., aumentaron la falta de sueño a nivel global, tanto, que el fenómeno recibe el nombre de corona insomnio.
Una encuesta mundial sobre sueño 2021, realizada por la Royal Philips, entrevistó a más de 11 mil adultos mayores en Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Japón, Países Bajos, Singapur, Corea del Sur y Estados Unidos y reveló que el 70 por ciento de los encuestados admitió tener problemas para dormir, y el 49 por ciento se quejó por despertarse a la mitad de la noche o en la madrugada, desde que empezó la pandemia.
El insomnio puede ser agudo o de corta duración, crónico o prolongado. El primero es el más común y puede durar días o semanas. Según expertos, casi siempre es producido por estrés laboral, presiones familiares, divorcio o la muerte de un ser querido. El insomnio crónico es el que dura más de un mes y, puede relacionarse con alguna enfermedad, medicamentos u otros trastornos del sueño.
Los cambios de la rutina para dormir y la mala alimentación durante la pandemia también dispararon al insomnio en un 25 % de los casos, por la exposición continua y excesiva a pantallas, la falta de ejercicio y nada de sol. El exceso de alcohol, cafeína y tabaco también pueden producir insomnio.
Ocho de cada 10 adultos en todo el mundo quieren mejorar la calidad de su sueño, pero el 60% no busca ayuda médica y recurre a Internet. Pese a los grandes avances científicos mucha gente pasa sus noches en blanco, sin pegar ojo, esperando con ansiedad la llegada de Morfeo.