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Juegos extremos, senderismo, explorar una caverna y hasta degustar de las delicias que ofrece la generosa y exuberante naturaleza son las propuestas para los visitantes del distrito itapuense de Nueva Alborada. Ubicada a poco más de 50 kilómetros de Encarnación, posee excelentes vías de comunicación, lo que lo convierten en una muy adecuada opción para el turismo interno de fin de semana.
El museo del árbol
Un lugar emblemático es el Museo del árbol, que tiene el mérito de ser el pionero en el turismo de aventuras y los juegos extremos. En un espacio de 80 hectáreas, emplazado sobre una serranía con vista al río Paraná. El visitante puede disfrutar de una relajante caminata a través de senderos, con pendientes de subidas y bajadas y pequeños puentes sobre cursos de agua.
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El paseo comienza con la visita a un coqueto museo donde se guardan muestras de madera nativa y algunas herramientas manuales empleadas antaño en la actividad de explotación forestal. A pocos metros se encuentra la boca de entrada del sendero que recorre la selva nativa. Parte del camino se realiza bordeando el cerro, con extraordinarias vistas panorámicas hacia el río.
A medio camino del sendero el visitante se topa con el primer desafío: el “columpio del fin del mundo”, instalado sobre el borde de la montaña, de forma que el balanceo se hace sobre el vacío. El juego es adrenalina pura.
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Un poco más adelante se encuentra el juego “ojo de águila”, consistente en un brazo mecánico con una silla montada en un extremo que recorre el vacío, y el otro extremo fundado en tierra. Esta atracción permite admirar en todo su esplendor el valle y el río Paraná, estando suspendido en el aire, y como formando parte del mismo paisaje.
Este lugar ofrece también como juego extremo la “tirolesa”, cuya base se encuentra instalada en un frondoso kurupa’y de más de 30 metros, desde donde cae en picada hacia la ladera del cerro, a unos 200 metros de distancia.
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Una variante de la tirolesa es la “bici tirolesa”, que consiste en una bicicleta, convenientemente adaptada, montada sobre un cabo de acero que cruza el vacío, en sentido inverso a la bajada de la tirolesa. Este juego exige, además de valor para subir, un buen estado físico para pedalear hasta la cuesta.
Cavernas del “teju kuare”
A escasos dos o tres kilómetros del museo del árbol se encuentra un sitio atractivo y misterioso: la caverna del “teju kuare”, un pasadizo que se adentra en la montaña, desciende hasta una profundidad superior a los 30 metros, con un extraño pasaje de salida hacia una de las laderas del cerro.
Este lugar se encuentra en parte de lo que se denomina “Indio dormido”, un conjunto de tres cerros ubicados uno al lado del otro, los cuales, vistos desde la distancia, proyectan la imagen de una silueta humana acostada.
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Según una leyenda tejida en torno a este lugar, la caverna era un nido de lagartos voladores, quizás prehistóricos. “Teju kuare” significa de hecho cueva de lagartos.
En la zona existe también un arroyo que lleva el mismo nombre. Hasta fines del 1800 habitaba en la cima del cerro una comunidad mbya guaraní que se ha desplazado de la zona.
Sendero jesuita
Unos pocos kilómetros antes de llegar al Museo del árbol y la caverna del Teju kuaré, sobre la margen derecha del camino, se encuentra el portón de entrada al “Sendero de los jesuitas”, un sitio que se presta para prácticas de trekking, tiene cabañas para descansar a orillas del río Paraná, con la posibilidad de subir hasta la cima de un cerro, donde se encuentra un mirador en forma de una gigantesca mano hecha de chapas de metal.
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Una llamada “escalera de los sueños”, elaborada de madera, que facilita el ascenso, conduce hasta la punta del cerro, donde se debe caminar nuevamente por un sendero corto hasta llegar a la mano gigante. El paisaje que se puede apreciar desde este punto es extraordinario. En la zona del llano, cerca del río, una cabaña ofrece la posibilidad de quedarse y disfrutar de un descanso desenchufado de las ocupaciones cotidianas, o disfrutar del río en una pequeña playa de arena. El lugar tiene también espacio para camping.
Ángel custodio e Indio dormido
Precisamente un camping ubicado sobre el río Paraná, pero al que se llega por un camino distinto al de los tres primeros es “Ángel custodio”. A pocos kilómetros del centro urbano del distrito se debe tomar un desvío, hacia el sur, por un camino asfaltado que conduce hacia la compañía conocida como Puerto Samu’û para llegar al sitio.
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Además de un amplio espacio donde instalar carpas, el campamento ofrece la posibilidad de hacer una larga caminata hasta la cima de un cerro desde donde se tiene el dominio del paisaje sobre el río Paraná, y la isla Toro, ubicada en territorio paraguayo. Un empinado sendero conduce hasta el mirador instalado en la punta del cerro, y subir requiere de un estado físico relativamente bueno.
Sobre el mismo ramal, antes de llegar a “Ángel custodio”, se encuentra el atractivo parque ecológico “Indio dormido”. Este parque está ubicado también un una zona montañosa, con el río de fondo. Las vistas que ofrece el lugar también son únicas.
Aquí el visitante puede disfrutar de senderismo, la práctica de rápel en un acantilado, sentir la adrenalina en un columpio sobre el precipicio, o simplemente descansar disfrutando del paisaje. Hay un gran espacio para camping y servicios.
Sabor y belleza
Nueva Alborada es conocida no solamente por su extraordinario paisaje de serranías, sino por ser la capital nacional de la miel de abejas y por las deliciosas frutillas que se encuentran en el “Paraíso de las frutillas”.
El centro apícola “Flor dorada” brinda la posibilidad de conocer sobre esta actividad de la mano de Rubén Michel, su propietario, quien en un breve recorrido por las instalaciones explica sobre las bondades del producto y su forma de trabajarlo. El centro apícola “Flor Dorada” dista pocos kilómetros del centro urbano, sobre el mismo camino que conduce hasta los cerros “Indio dormido”.
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En el otro extremo, sobre la vía que conduce a Puerto Samu’û, está “El paraíso de las frutillas”, un proyecto familiar que surgió como una forma de crear un rubro alternativo de ingreso, y que se convirtió en un verdadero polo de atracción turística, al punto que desde todo Itapúa y departamentos vecinos como Alto Paraná y hasta el lejano Chaco paraguayo, vienen para conocer el lugar y saborear las deliciosas fresas y postres elaborados con ellas.
El emprendimiento es iniciativa de cuatro hermanos, Wilson, Fredi, Oscar y Ever Amarilla, quienes hace 10 años arrancaron con el proyecto con 2.000 plantas de frutillas, y actualmente tienen 20.000.
Cientos de turistas llegan todos los fines de semana para recorrer los viveros y cultivos al aire libre de la fruta, y desde hace unos pocos meses, disfrutar también de un nuevo espacio de esparcimiento: un parque construido en torno a una naciente de agua convertida en un lago criadero de peces en cautiverio.
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El sitio es llamado “el puente del amor” por una pasarela de madera que cruza el lago, cubierta de plantas de frutillas a ambos lados. Se pueden hacer paseos en bote a través del lago y hacer camping.
Crisol de nacionalidades en Nueva Alborada
Nueva Alborada es un distrito de 280 kilómetros cuadrados y con 6.000 habitantes. Su territorio está ubicado sobre la margen derecha del río Paraná, a 50 kilómetros al noreste de Encarnación.
Reflejando el crisol de nacionalidades de Itapúa, surgió como una colonia poblada por finlandeses, ucranianos, rusos, polacos, españoles y alemanes que se afincaron en la zona a principios del siglo pasado.
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En este lugar operó el llamado Puerto Cantera, donde una empresa de capital uruguayo, Rafael Herrera y Vega, tenía su sede administrativa y se dedicaba a la extracción de la madera nativa, transportada en jangadas a través del río Paraná.
Nueva Alborada límita con los distritos de Trinidad y Hohenau, al norte; Cambyretá, al sur; Capitán Miranda, al oeste, y Encarnación, al suroeste. El río Paraná, ubicado al sur del distrito, es el límite internacional con la provincia de Misiones, Argentina.
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Desde Encarnación se llega a través de la ruta nacional PY06 “Dr. Juan León Mallorquín”, se deben transitar unos 20 kilómetros hasta el lugar conocido como “Cruce Lopoja”. Aquí se debe tomar rumbo al este, a través de un camino vecinal asfaltado de unos 15 kilómetros que lleva hasta el centro urbano de Nueva Alborada. Una vez en la ciudad, todos los sitios de atractivo turístico se encuentran en un radio no mayor a los 10 kilómetros.