Pokokave’ỹ, el bosque intocable

El pueblo Paĩ Tavyterã logró recuperar el territorio de Jasuka Venda que les había sido arrebatado por ganaderos, lugar sagrado que han estado protegiendo por más de 5.000 años. Llegamos hasta el pokokave’ỹ, el bosque sagrado e intocable.

Pokokave’ỹ, el bosque intocable
Pokokave’ỹ, el bosque intocableJuan Carlos Meza, ABC Color

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Siguiendo un caminito en la espesura del bosque, de pronto uno emerge a un claro donde se ve plenamente el avance. Cercado por un magnífico muro de selva, la pastura artificial crece ahora lejos de las vacas, en medio de un silencio estremecedor, apenas matizado por el eventual gañido de un aguilucho. Doña Catalina, abuela y lideresa espiritual que actúa como guardiana de este lugar sagrado, traza una línea imaginaria con el machete sobre el terreno y afirma que aquella parte del monte ha sido declarada como pokokave’ỹ.

Cuando el sotobosque se ve amenazado por un factor determinado es posible que en asamblea los líderes paĩ lo declaren pokokave’ỹ, esto quiere decir que a partir de entonces se vuelve intocable, que no admite intervención humana de ninguna clase. La no-acción se contempla como posible acción, no como actitud pasiva, sino como medida consciente y efectiva para la regeneración del ka’aguy (bosque). Tarde o temprano, la selva recuperará el espacio de la pastura.

El pokokave’ỹ implica una actitud de confianza hacia el bosque, entendido este último como un sistema de interacciones y procesos que tiende a su propio equilibrio y a su propia autogeneración. Aunque a simple vista pueda parecerlo, nada hay en el bosque que sea azaroso o que no tenga un sentido o utilidad en relación con lo global.

El poeta norteamericano Gary Snyder hablaría de un “sistema de lo salvaje”. “La selva (wilderness) es un lugar donde el potencial de lo salvaje se expresa plenamente, donde una diversidad de seres vivos e inertes emergen y se desarrollan de acuerdo a sus propias formas de orden. En ecología hablamos de sistemas salvajes. Cuando un ecosistema funciona enteramente, todos los miembros están presentes en la asamblea. Hablar de wilderness es hablar de totalidad. Los seres humanos han quedado fuera de esta totalidad y considerar la posibilidad de reactivar su membresía en la Asamblea de Todos los Seres es en ninguna manera regresiva”, afirma Snyder en su libro The Practice of the Wild.

Cultura y cultivo comparten la misma raíz lingüística, que en parte refieren al esfuerzo humano por imponer su propia ordenación, su propio sentido al entorno para garantizar las condiciones de su subsistencia. Incluso, en el ejercicio de pensar en una ecología, los criterios “culturales” se plantean en este sentido: qué hay que plantar, qué hay que hacer para favorecer al bosque. Humberto Maturana propone en su libro Amor y juego: fundamentos olvidados de lo humano que el origen de la cultura pastoril patriarcal europea tiene lugar cuando el hombre deja de confiar en que la naturaleza puede proveerle lo suficiente para su prevalencia, entonces siente la necesidad de modificar el espacio, cercarlo y defenderlo de sus potenciales enemigos animales o humanos.

El pokokave’ỹ de los paĩ tavytera, como filosofía original ancestral, supone un restablecimiento de la confianza en el sistema de lo salvaje, en la ordenación plural y diversa del bosque, desde el momento en que se propone la inacción humana en virtud de la autorregeneración del ecosistema. “Amar es dejar ser”, dice Maturana. “Dejar ser”, agreguemos, es reintegrarse a la razón del conjunto, al sentido de orden y de equilibrio que está supuesto en su devenir. Comprender que la relación humano-bosque no es una relación sujeto-objeto, persona-recurso, sino que el uno y el otro forman parte de un solo movimiento consciente y orgánico que llamamos sosteniblidad de la vida.

cksienra@gmail.com

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